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Los cimientos de la Revolución

Magazine

07 March 2011

Los cimientos de la Revolución

En el marco del Año Dual España-Rusia 2011, no sólo ARCO recibe al país eslavo. Entre los más de 300 eventos, la Fundació “La Caixa” presenta Construir la Revolución. Arte y arquitectura en Rusia 1915-1935. Primero en CaixaForum Barcelona y luego en CaixaForum Madrid, la exposición recupera la vanguardia arquitectónica de la URSS postrevolucionaria en los años que las nuevas ciudades soviéticas desafiaban la utopía.


En una de las cartelas de la exposición, la que hace referencia al complejo residencial VTSIK para altos funcionarios del Partido Comunista en San Petersburgo, se apunta: “La cubierta del cine tenía que ser retráctil, pero la tecnología de la época no lo supo desarrollar”. Probablemente sea este uno de los detalles que expliquen mejor la voluntad de aquella vanguardia arquitectónica que, tras la Revolución de 1917 y apoyando la causa bolchevique, no encontró cortapisas a la imaginación para enterrar lo burgués y protomedieval del período zarista.

La exposición que CaixaForum Barcelona albergará hasta abril, y que posteriormente viajará a CaixaForum Madrid, recupera ese momento de efervescencia creativa postrevolucionaria en el marco del Año Dual España-Rusia 2011. A pesar de que la exposición se inscriba a la colección de eventos que comporta este acuerdo biestatal, esencialmente económico, la propuesta organizada por la Royal Academy of Arts de Londres, en colaboración con la Fundació “La Caixa” y la Colección Costakis del SMCA de Tesalónica, independientemente nos ofrece una lección de estética interesante.

Después del 17, así como Dziga Vertov y los Kinoks hicieran con el cine soviético, artistas del movimiento constructivista y arquitectos como Konstantín Melnikov, Moissei Guínzburg o Aleksandr Vesnín se pusieron a trabajar en la nueva estética reformadora que la postrevolución reclamaba. Todo un engranaje con aspiraciones de modernidad cuyo resultado bullicioso reflejaría Vertov en 1929 en el El hombre con la cámara. No obstante, la agitación tenía también los días contados y, como explica el fotógrafo británico Richard Pare en el completo catálogo de la exposición, “los arquitectos respondieron a las oportunidades que les ofreció la Revolución en los primeros tiempos, antes que todo terminara pasando”. Junto a la escasez de materiales constructivos y de tecnología avanzada, sería definitivamente la represión cultural de Stalin lo que, a partir de 1932, supondría el fin del sueño: “Luchaban para crear un estilo de vida ideal, pero también se dieron cuenta en seguida que tenían el viento en contra”, señala Pare en la publicación.

Esta vanguardia pronto abortada, tuvo la fuerza suficiente como para crear toda una estética que se convirtió en un modelo para los arquitectos modernos, seduciendo a grandes nombres del gremio como Erich Mendelsohn o Le Corbusier. No obstante este precedente idealista, hoy el arte y técnica de la arquitectura queda a menudo eclipsado por los retos sin calibre –véase Dubai- o por las obras-marca de esos “archistar” –architetto + star, según el término acuñado por Gabriella Lo Ricco y Silvia Micheli- que extravían el ingenio de algunos de sus predecesores más olvidados. Por ello, resulta acertado devolver el reconocimiento a esos artistas y arquitectos –la mayoría, pronto arrinconados por el realismo socialista- que a principios del siglo XX aunaron credo con ingenio para hacer su propia revolución.

El nombre de Richard Pare no pasa desapercibido en esta exposición en la que se muestran 230 obras entre maquetas, obras plásticas –con dibujos de Ródchenko y Popova- y fotografías. Entre 1992 y 2010, Pare, fotógrafo de arquitectura, documentó el estado de abandono en el que se encontraban los edificios más significativos del primer período revolucionario, que sólo pudo visitar tras la caída del Muro. Según el británico, “la correspondencia entre la vanguardia europea y el experimento soviético era prácticamente desconocida. La posibilidad de documentar el abasto y la importancia de estas obras, incluso al cabo de setenta años, era una oportunidad extraordinaria”. Para hilvanar el discurso documental, CaixaForum Barcelona ha eliminado acertadamente las paredes interiores del espacio expositivo, ofreciendo una sala de recorrido libre que se intuye inspirada en el modelo de la arquitecta Lina Bo Bardi para el Museo de Arte de São Paulo.

Por una parte, los elementos más llamativos de la exposición, las ampliadas fotografías de Pare junto con las tres destacadas maquetas –dos edificios de Konstantin Melnikov en Moscú y el Monumento a la Tercera Internacional de Vladimir Tatlin, que nunca llegó a construirse-, sirven para tomar consciencia de la envergadura creativa de esos proyectos. A pesar de que las imágenes de Pare muestren el ocaso actual de esas construcciones, la potencia estética de los diseños no ha desmejorado con el paso de las décadas, aunque sí lo hayan hecho los materiales. Esto es lo que sorprende y logra golpear en el imaginario: se descubren edificaciones con formas atrevidas y futuristas que hacen dudar si los escenarios de De Chirico o hasta de Dragon Ball no existieron también.

Por otra parte, las fotografías de los años veinte y treinta de los mismos edificios, que proceden del Museo Estatal de Arquitectura Schusev de Moscú, consiguen dar aún más valor a las de Richard Pare. Pasado y presente establecen un diálogo mediante la imagen que supera el simple ejercicio comparativo. Se trata de un diálogo de época entre los tiempos de la Revolución y los de hoy; entre los tiempos donde se creía en la fuerza colectiva del cambio y los tiempos individualistas, lipovetskianamente hipermodernos.

A su vez, la muestra de dibujos y pinturas de la Colección Costakis del Museo Estatal de Arte Contemporáneo de Tesalónica certifica la relación entre pintura y arquitectura de esa nueva estética visual postrevolucionaria. Obras de Konstantín Medunetski, Ivan Kliun, Karel Iogansón, Solomon Nikritia, Nikolái Ladovski, y de los ya citados Ródchenko y Popova, se exponen en libres caballetes dobles –el modelo Bo Bardi. Los dibujos revelan su afán artístico por añadir nuevas ideas y soluciones a la arquitectura a través de formas geométricas sugestivas y con una gráfica que, aún hoy, en pleno auge de las posibilidades digitales, conserva su honesta estética avanzada.

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