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Durante su estancia en Iaspis, organización sueca que ofrece estudios a artistas nacionales e internacionales bajo la dirección de Maria Lind, Ibon Aranberri ha presentado el proyecto “Ir. T. no 513 The Cave”.
Ibon Aranberri decidió cerrar la entrada de una cueva, con una apertura de unos cinco metros, en Oñati. La cueva, catalogada con un número científico, esconde restos arqueológicos que sustentan la historiografía vasca y la creación de una identidad, así como también resulta interesante en términos biológicos. La cueva es también el sitio donde esconderse. Cerrar la cueva implica su conservación, pero también su desaparición.
Se trata de un proyecto realizado anteriormente, pero que en su presentación física en Iaspis se genera una dinámica más allá del documental.
El formato de presentación resulta interesante por varios motivos. Se desestima la ocupación de todo el espacio expositivo con la propuesta, dejando dos tercios del espacio vacíos para ser utilizados en una charla con Roger M. Buergel.
El artista Markus Degerman se encarga de la realización del display expositivo en Iaspis, intentando acercarse a una estética de stand expositivo clásico, con ciertos tildes de precariedad soviética. En ningún caso hay una apuesta por la espectacularidad, pero tampoco se busca realizar una recreación ficticia de un archivo documental. Cerrar la entrada de una cueva de unos cinco metros con una circunferencia mastodóntica tiene algo de espectacular, pero las imágenes vistas en Estocolmo no pretenden destacar este factor, se trata de hacer evidente una supuesta simplicidad que esconde una complejidad de pensamiento y lenguaje; algo habitual en el trabajo de Ibon Aranberri, cargado de matices y múltiples lecturas.
La obra de Ibon Aramberri presupone un usuario crítico al que no se debe menospreciar con cantidades ingentes de información de bajo nivel.
Los elementos presentados en la exposición (fotografías, textos, mapas, libros…) tienen entidad propia y no necesitan de recursos explicativos más allá de ellos mismos. Toda la presentación esconde “algo” misterioso; sabemos que allí se encuentra alguna información, pero es difícil discernir si se trata de información histórica, emotiva o biológica, así como también se evita utilizar un tono discursivo irónico o distanciado. En una primera instancia sorprende la no necesidad de explicar lo que se presenta, pensando en los elementos de localismo que imperan en este trabajo, pensando también en la épica que transpira todo lo vasco más allá de las fronteras peninsulares. La política se encuentra en el trabajo, pero también en la relación con el espacio, la huida de la ciudad para entender el paraje natural como algo contemporáneo, la identidad, así como el concepto del vacío. Distintas capas de información, distintos puntos de partida se encuentran en la obra de Ibon Aranberri. Una obra que presupone un usuario crítico al que no se debe menospreciar con cantidades ingentes de información de bajo nivel.
La charla con Roger M. Buergel ofrece un tipo de contacto más directo que el que el visitante encuentra en la propuesta física. Se trata de un momento concreto, no ya del tiempo parado de la exposición. Si se desestiman dos terceras partes del espacio expositivo es porque parece igual de necesario ofrecer otro tipo de contacto con un usuario activo. En la charla, Aranberri presenta el trabajo desde un punto de vista arqueológico, así como en relación con el paisaje, y comenta la importancia de Oteiza dentro de su marco generacional. Roger M. Bruegel habla de “Tucumán arde” como propuesta con la que se puede relacionar el trabajo de Ibon Aranberri. No se trata de un archivo documental que artistas argentinos realizan de una actividad en un momento concreto, se trata de algo que tiene valor per se. Un valor artístico, algo que el Macba compra como obra para su colección. Maria Lind, con esta charla, plantea el debate sobre la cultura del archivo, algo presente en el trabajo de Ibon Aranberri pero no como un elemento central. Su trabajo trata mas bien de la negación del archivo. El archivo es algo cerrado, o implica un conocimiento de los códigos. El archivo se utiliza como supuesto espacio democrático, pero los auténticos archivos están destinados a los especialistas. Ibon Aranberri no ofrece una catalogación de su proceso, no escenifica una investigación. Ibon Aranberri no cataloga ni organiza el material de un modo metódico para ser revisitado. No todos los elementos del recorrido tienen el mismo valor y serán sólo algunos los que se presentarán a posteriori. Sólo aquellos con entidad propia y que pueden responder por ellos mismos.
En Suecia el valor político que pueda tener la obra de Ibon Aranberri pasa a un segundo plano, y el interés se focaliza en la relación con lo natural.
Sorprende cómo se recibe el trabajo de Ibon Aranberri en un contexto como el del arte contemporáneo en Suecia. El valor político que pueda tener su obra pasa a un segundo plano, y el interés se focaliza en la relación con lo natural. El espacio natural no se entiende como un enemigo de la contemporaneidad, sino como un espacio de definición individual. La acción de Ibon Aranberri se analiza como un elemento de lenguaje, como el establecimiento de un vacío para todos nosotros. Un vacío que mantiene su carga histórica y su devenir natural. Un vacío que conviene cerrar para convertirse en un objeto de referencia.
Lo que en principio parece un trabajo de difícil comprensión por parte de un público sin conocimiento del contexto local del artista, acaba convirtiéndose en una puerta abierta a la reflexión sobre la relación con la naturaleza desde un punto de vista escultórico, sobre aquello que debemos ocultar, esconder, preservar o ofrecer a una élite. El trabajo de Ibon Aranberri, al no facilitar coordenadas de lectura directa en exposición, resulta paradójicamente más rico por su cripticidad, convirtiéndose en un espacio de posibilidades y temporalidades distintas.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)