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La semana pasada terminaba la serie revelación de la temporada True Detective, protagonizada por el recientemente oscarizado Matthew McConaughey, que da una lección magistral ejerciendo de enigmático detective Rust Cohle, y un Woody Harrelson sobrio y también muy digno Marty, menos misterioso pero no menos interesante. Ambos dirigidos por el joven director Cary Fukunaga, responsable de la magnífica nueva versión de Jane Eyre (2010).
En las semanas que ha durado la serie de ocho capítulos, ya ha pasado a la historia por escalar a los mejores puestos en los rankings de webs como Filmaffinity, o por haber colapsado la web de la cadena HBO donde se transmitía en streaming el último capítulo, y se han escritos decenas de artículos sobre ella. Y es que ésta fascina a muchos niveles debido a unas interpretaciones deslumbrantes, a una trama y unos personajes muy bien desarrollados y a una estética cuidado hasta el milímetro. Mención aparte merecen los títulos de crédito y la banda sonora, que ayudan desde el primer minuto a construir el paisaje de zona industrial del que no saldrán los personajes.
Sin embargo, si hay algo que se le pueda reprochar es el papel limitadísimo que tiene cualquier mujer representada, que no sale del rol de prostituta o stripper, los únicos trabajos posibles que parece haber en Louisiana. Aparte de este asunto, aún está por ver la tinta que se va a derramar sobre las posibles claves del final de la temporada, que ha puesto también fin a la historia y los personajes. La próxima temporada tendrá nueva trama y personajes.
El descomunal éxito de la serie radica sobre todo en su argumento, que si de partida no parecía nada nuevo, (dos detectives investigando la extraña muerte de una prostituta encontrada en el bosque), nos irá llevando a terrenos insospechados a través de dosis de terror, metafísica, y aquí lo nuevo: de filosofía y literatura. Son muchos y variados los referentes de los que se ayuda Nic Pizzolato en su guión, y van desde Poe a Nietzsche, pasando por Lovecraft, autor en el que se recrea especialmente. Se hace especial énfasis a obras como The King in Yellow de Robert Chambers y a un misterioso paraje llamado Carcosa, referencia a un cuento de Ambrose Bierce. Seguramente irán saliendo a la luz muchas otras de manos de los fans, a lo que hay que agregar que el guionista no ha revelado ni una de sus referencias.
En resumen, la serie construye su propio mundo, en el que se reflexiona sobre la realidad y la ficción, ya que Rust Cohle parece vivir muchas veces en su propia realidad inventada donde tienen cabida muchas de las reflexiones filosóficas que son la parte más interesante de la serie. Ayudan a construir este mundo propio de las tierras de Cthulhu una ambientación lóbrega de construcciones de ramas de madera, pinturas en la pared y espirales propias de seres dementes que nos disparan la imaginación, y que además de generar miedo, nos hacen querer saber más y más sobre su origen y el porqué. No logramos entender y atisbar el mundo de True Detective, de ahí su atracción y el constante interés de sus seguidores entusiastas.
Otra razón de su éxito puede ser también la sed que hay en el espectador actual, -al que David Simon de The Wire dedicaba un “que se joda el espectador medio”-, por las historias y la ficción. Empachado de realidad, éste tiene sed de ficción fantástica, mitología o cuentos góticos -aunque no reconozca todos los referentes-. Queremos que nos cuenten historias, lo más inverosímiles posibles, queremos viajes irrealizables, crear otros mundos a los que escapar. La fascinación que despierta True Detective recuerda a la que despertó y aún despierta Twin Peaks.
Una vez pase la fiebre bien merecida de la serie, quizás se debería reflexionar sobre si tenemos hoy en día suficiente ficción de calidad. ¿Por qué necesitamos crearnos más mundos paralelos en la ficción como hace Cohle constantemente? ¿Acaso no es lo que hemos hecho nosotros, junto a él, durante estas ocho semanas en esta ya nueva serie de culto?
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)