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Las estadísticas de usabilidad web confirman que es difícil que vayas a dedicar más de 4 minutos con 30 segundos a leer este artículo. Así que tengo que medir bien mis palabras, buscar los términos precisos, sintetizar las ideas justas, pues sólo cuento con unos 7000 caracteres. Ni uno más, y si puede ser, alguno menos. Por si fuera poco, seguramente en este preciso momento estarás enfrente de la pantalla de tu ordenador (del móvil o de la tablet) con cinco o seis ventanas más abiertas simultáneamente, algún mensaje de whastapp o messenger pendiente de chequear, una alerta te recordará que acaba de llegar un nuevo mail a tu buzón, Facebook intentará reclamarte para que te pongas al día de las nuevas notificaciones, y en tu cabeza, durante este pequeño lapso, mantendrás archivadas un listado interminable de tareas pendientes tramando un amotinamiento por lograr recuperar tu atención. Tal y como describe Juan Martín Prada, en la actualidad, los individuos vivimos sumidos en un vórtice de “irreflexiva continuidad de estudiadas discontinuidades y rupturas”. Una auténtica fragmentación temporal, un estado de conexión permanente a escala global, en el que estamos llamados a reaccionar al instante. No vaya a ser que no lleguemos a tiempo, actuemos a destiempo y el “ya” sea demasiado tarde.
Pau Waelder nos propone con su última muestra Real Time. Art en temps real, una reflexión en torno a esta inmediatez contemporánea. A la ansiedad de formar parte de un presente que ya no es el propio sino que se ha disgregado en la multiplicidad de “ahoras” descrita por los medios de comunicación o las redes sociales. Para ello se sirve de los trabajos de 16 artistas que comparten la particularidad de actualizarse constantemente, permaneciendo en continua transformación. Desde el apremiante ritmo de los diez metrónomos de Varvara Guljajeva y Mar Canet, cuyo movimiento apresurado viene marcado por la actividad social en tiempo real de tuits, post y likes de diferentes ciudades, hasta el panel informativo de Martin John Callanan que refleja la demente vorágine de aviones despegando a nivel internacional (un torbellino que de promedio deja suspendidos en el aire circulando alrededor del planeta a 400.000 viajeros) cada una de las piezas expuestas en la exposición del Arts Santa Mònica, reclama al espectador tiempo. Tiempo para meditar sobre el tiempo, porque no existe mecanismo de control más eficaz que aquel que logra pasar desapercibido. Desde luego, algo debe estar inquietándonos cuando también el CCCB va a dedicar el ciclo Debate de Barcelona 2016 a esta cuestión.
Y es que para conseguir una sociedad vulnerable no hay mejor receta que sumar a una condición de incerteza crónica, la presión insoportable de un ritmo desbocado. Zygmunt Bauman lleva años denunciándolo: “Ahora el «progreso» representa la amenaza de un cambio implacable e inexorable que, lejos de augurar paz y descanso, presagia una crisis y una tensión continuas que imposibilitarán el menor momento de respiro. El progreso se ha convertido en algo así como un persistente juego de sillas en el que un segundo de distracción puede comportar una derrota irreversible y una exclusión inapelable. En lugar de grandes expectativas y dulces sueños el «progreso» evoca un insomnio lleno de pesadillas en las que uno sueña que «se queda rezagado», pierde el tren o se cae por la ventanilla del vehículo que va a toda velocidad y que no deja de acelerar.»[[Bauman, Zygmunt: “Tiempos Líquidos. Vivir en una época de incertidumbre”. Barcelona: Tusquets Editores, 2007. (p. 21)]].
A los ciudadanos se nos insta a aprovechar hasta la última centésima de segundo. Debemos convertirnos en eficaces individuos multitarea en el periodo productivo, y vivir un nuevo Carpe Diem atomizado en los intervalos de ocio. El objetivo final no es otro que el de ocupar cada segundo de la mente humana. Mientras, los distintos gobiernos van dando tumbos ad hoc de una campaña de gestión de crisis a otra y de un conjunto de medidas de emergencia a otro.[[ Bauman, Zygmunt: “Tiempos Líquidos. Vivir en una época de incertidumbre”. Barcelona: Tusquets Editores, 2007. (p.40)]]. Ante la ansiedad y el vértigo que produce un futuro del que se desconfía, las personas nos dejamos arrastrar por un círculo vicioso de velocidad, distracción y miedo. Buscamos refugio en las discontinuidades, en los espectáculos de impacto rápido y efecto anestésico que nos consigan paréntesis de entretenimiento. Una huída hacia adelante tradicionalmente aprovechada por los medios de comunicación y que hoy se recrudece en una realidad virtual abarrotada de imágenes, vídeos, giffs, posts y citas. Una producción que ya es incluso mayor que la que el ser humano puede asumir y consumir, y a la que G. Chatonsky nos enfrenta con su grupo virtual Capture. Tal y como defiende Byung Chul Han en El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse, la masificación de acontecimientos e informaciones que se amontonan en la actualidad, favorecen una multiplicidad de experiencias que sin embargo, nos sumen en un tiempo vacío, caracterizado por una sucesión sin fin de presentes puntuales. La causa de fondo no es otra que la imposibilidad de cualquier demora contemplativa que nos permita acceder a la más mínima gravitación de sentido.
Nadie es capaz de predecir hasta qué punto las personas seremos capaces de resistir esta aceleración descontrolada. Lo que sí parece seguro es que en un mundo que cada vez se percibe como más traicionero, los sujetos estresados y amenazados, en vez de actuar libre y recapacitadamente, en su mayoría hemos pasado simplemente a reaccionar de una eventualidad a otra, sin posibilidad de planes a largo plazo y bajo la peligrosa consigna del “sálvese quien pueda”, que deja poco espacio a la solidaridad. Un caldo de cultivo perfecto del que sacar rédito, que permite que el capitalismo y el liberalismo más descarnados mantengan y amplíen su dominio.
Pero, en el ámbito informático, junto con el Sistema de Tiempo Real crítico (tiempo real duro), en el que una sola respuesta tardía a un suceso externo puede tener consecuencias fatales, también coexiste la opción del Sistema de Tiempo Real Acrítico (tiempo real suave) en los que los retrasos pueden tolerarse. La exposición de Waelder lejos de ser tecnofóbica o distópica nos muestra que no hay nada más relativo que el tiempo. Las alternativas, como los relojes no terrestres de Katie Paterson, son posibles, y en el fondo reconforta saber que el tema viene de lejos. Ya Séneca escribió: “No hay cosa que un hombre ocupado pueda ejercer como es debido, ni la elocuencia ni las artes liberales, puesto que el ánimo impedido nada admite en profundidad, sino que lo rechaza como impuesto. Nada hay menos propio del hombre ocupado que el vivir (…) Pero a vivir se ha de aprender toda la vida”[[Séneca, Lucio Anneo: “Sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad”. Barcelona: Acantilado 2013. (pág 40)]].
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