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Sobre una mesa blanca hay una estructura de palillos chinos. La pata de un gato naranja se acerca con prudencia; se para y se adelanta varias veces, hasta que sí: decide entrar a jugar con ella. El animal mete la pata de lleno entre los palos, que se caen, y se reboza por la mesa aplastando lo que queda de la pirámide. Alrededor hay cinco hombres y una cámara mirando. Uno de ellos hace amago de intervenir para evitar que el gato derrumbe las otras estructuras que hay en la mesa. “No”, dice Wei, “Déjale. No lo va a destruir”. Para Ai Weiwei no hay una fuerza superior contra la que luchar. Él es uno con lo que acontece. No pierde energías en esquivarlo. Al contrario, lo incluye en su personaje, y es mediante esa total incorporación del escenario en su figura que da forma a su modo de ser artista.
El documental “Ai Weiwei: Never Sorry” (Alison Kalyman, 2012) retrata al controvertido artista chino, hoy una voz clave en el reclamo por la libertad de expresión en China, como alguien que va siempre dos pasos por delante. Artista joven en EEUU entre 1984 y 1993, inevitablemente pobre y libre, ha convertido su proyecto personal en recrear aquella ilusión de libertad hoy en China. La representación del disfrute de esa sensación es su gran imagen.
La cinta muestra un Wei que es consciente, como en su día lo fue Warhol, del grado de manipulación del lenguaje de la publicidad al que puede llegar. Sabe que su nombre es marca y sabe, además, que en él lo personal y lo nacional se funden en la lucha conjunta por una libertad que disfraza de hacer lo que le de la gana. Sus tempranas destrucciones de jarrones Ming, el negativo de un templo construído con puertas de templos de la documenta 12 o las semillas de la Sala de Turbinas se funden con cómo habla del hijo que tiene con otra mujer que no es su esposa, su desprecio por los policías de a pie, o la alegría con la que celebra la concesión del Nobel de la Paz a Liu Xiaobo. En él la total transparencia parece no ser un problema, pues es lo que en principio le exige a su contrincante: el régimen.
Una cinta biográfica interesante donde ver el retrato de un gran señor que rige su feudo con simpatía y mano occidental; un señor que hace política, a su manera, desde su estudio amurallado del distrito de Caochangdi.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)