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Tras su participación en el proyecto que The Goma presentó el pasado año en Jugada a Tres Bandas, la portuguesa Ana Santos muestra ahora, ya de manera individual, sus nuevos trabajos en el espacio que la joven galería madrileña regenta en la calle del Fúcar.
Es para echarse a temblar cuando al introducirnos en una exposición, su conjunto nos seduce y al mismo tiempo se nos antoja sencillo, de fácil ejecución. Una serie de objetos rescatados de su desuso y reubicados en forma de obras de arte que nos hablan ya de forma clara de una nueva generación de artistas portugueses que nos cuentan su país de un modo sutil, levantando de las ruinas un poema de falsa esperanza. Arañando los límites del desastre en los que asombrosamente la vida tiene lugar. No cabe esperar menos de un país que revienta actos políticos cantando a Zeca Afonso. No cabe esperar menos de la patria de Pessoa.
La apertura de esta primera individual de Ana Santos en The Goma coincidió con los últimos días de la individual de Mauro Cerqueira en la también madrileña Galería Heinrich Ehrhardt. Los dos hablan desde el profundo amor a su tierra, pero sin artificios, con profundo realismo y desde la acumulación de los cascotes de un país hecho trizas. No es muy diferente al nuestro. El vuestro. Todos hemos entrado en barrena en un estado de desgobierno, un sálvese quien pueda que a muchos los ha pillado de vacaciones.
Ana Santos se sirve de unas sutiles intervenciones que la alejan del readymade, ya no es el objeto desubicado, sino el cascote intervenido. No juega al revisionismo povera, no hay elementos fetiche a los que adscribirse, sino encuentros casuales que se van acumulando, esperando el momento preciso en que la artista decida abordar la operación.
Plomo, yeso, goma, aluminio, mármol, arena, cinta adhesiva, madera, corcho y tinta china. Cada objeto es de su padre y de su madre. Podría ser una exposición colectiva, una reunión de los jóvenes chatarreros portugueses. Portugal ya no habla un lenguaje amable, ya no seduce con las exquisitas ruinas de Pedro Cabrita Reis o José Pedro Croft, va más allá. Ana Santos realiza mezclas imposibles, de corta duración e imposible conservación que a su vez nos llevan a plantearnos cuál es el papel del coleccionista en este caso. La pieza de amables proporciones que viaja a casa insertada en una flamante caja de pino ya no es el camino a seguir. Ana Cardoso propone castillos en el aire, obras cuasi efímeras que por otra parte no huyen de lo objetual, más bien todo lo contrario. Podría recordar a la arqueología en la que muchos gestos revolucionarios del siglo XX se han convertido. No sería muy coherente sustraer a las ruinas piezas que se prolonguen en el tiempo. La ruina es ruina, es constante cambio, como el provocado por las termitas en las obras de Nacho Criado o los ácidos en las telas de Gustav Metzger.
Lo decía cuando escribí sobre la muestra de Mauro Cerqueira y lo repito ahora, es loable el arrojo de algunas galerías que en estos momentos de incertidumbre programan exposiciones de estas características. No es algo casual, este tipo de gestos han sido los que en poco más de dos años han colocado a The Goma en el lugar que ocupa actualmente, con una cuidada y muy personal plantilla de artistas de primer nivel que en el panorama nacional ha supuesto una agradable sorpresa.
Para atar cabos, Ana Santos (Espinho, Portugal, 1982) es una de las nueve finalistas del premio Novos Artistas 2013 de la Fundação EDP. Su obra ha sido expuesta individualmente en la Fundação Culturgest, Galería Nuno Centeno y Galería Quadrado Azul. Entre sus colectivas destacan las realizadas en la Fundação Serralves.
Nada mal para terminar la temporada, para comenzar las vacaciones. Simplemente nos queda esperar a septiembre, a ver si la inercia nos sigue llevando por estos salubres caminos que nos desplazan del bucle.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)