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Hace cosa de un año llegó a mi buzón de correo electrónico “Demagogia y Propaganda en Arte según Antonio Ortega,” un texto que venía a ser una versión resumida y adaptada de la tesis doctoral del propio Antonio. El texto debía ser traducido al alemán para su publicación después de aquel verano. Fue Gabriel Pericàs quien me puso en contacto con Antonio y quien hizo de notario, o de testigo, durante todo el proceso. Finalmente, yo sólo traduje una parte del texto, que luego tampoco se utilizó. Gabriel, por su parte, aprovechó que estaba de espía para leerse la tesis de Antonio, cosa que puso la primera piedra de su recién iniciado proyecto editorial. La versión alemana se publicó a principios de 2013 en Austria, con el título “Demagogie und Werbung gemäss Antonio Ortega” y aparece ahora en castellano como primera referencia de Biel Books.
La tesis que defiende Antonio Ortega en este libro es que en Barcelona, entre 1992 y 2012, se ha dado un proceso de adaptación por parte de los artistas a lo que él llama una «progresiva institucionalización del arte contemporáneo». Es decir que, a medida que se iban creando nuevos museos y que se abrían centros de arte por toda la geografía española, se creaban nuevos perfiles profesionales del ámbito de la gestión (principalmente el del comisario, cuya función no se entiende sin el formato expositivo) que se ocuparan de estas instituciones y, con ello, la exposición temporal se convertía en el medio preferido para dar difusión a obras y proyectos de artistas en activo.
Ante esta evidencia, los artistas se habrían, de manera voluntaria, adaptado a una forma de producción basada en el proyecto expositivo efímero que podía dejar o no un producto material eventualmente apto para la venta en galerías, antiguas poseedoras del poder legitimador del arte contemporáneo, por delante de museos y otras instituciones. Dicho esto, el texto trata de dilucidar aspectos relativos a este cambio en la responsabilidad validadora, oscilando del mercado hacia la institución, y al uso del dinero público en el contexto del arte contemporáneo, que goza casi siempre de preferencia por parte de artistas y comisarios -por parecer más limpio- pero que no deja de actuar como jabón de manos e incluso de lubricante en maniobras de urbanismo a más o menos gran escala, por citar el ejemplo de la gentrificación.
“Demagogia y Propaganda en Arte” es, ante todo, un ensayo muy personal, trufado de ejemplos que el autor conoce de primera mano o sacados de su entorno más cercano, de conversaciones con amigos del mundillo del arte o de vivencias en primera persona. Esa sería la razón de que el cuerpo del estudio se base en el contexto local, a pesar de que el mismo proceso de institucionalización progresiva se haya dado en otros contextos. Aunque este enfoque orteguiano, de «etnólogo malvado», en palabras de Rubén Martínez, no impida que podamos extrapolar algunas de las ideas centrales del texto al contexto actual del arte contemporáneo a nivel global, el propio Ortega avisa de que es un peligro utilizar el estudio de un ámbito local concreto para hacerse una idea, un modelo a pequeña escala, de lo que es este mundo a una escala mucho mayor. A pesar de esta advertencia, es cierto que lo abrupto de los cambios operados en la escena española en los años que se exploran en el ensayo, sirven como caso de estudio, y cabe decir que el sentir general del contexto artístico mundial es uno, institucionalizado o no, que es el de lo que en alemán se llama Endzeitstimmung, o el sentir del fin de una época.
Con esto vengo a incidir en la importancia de que este texto lo publique una editorial recién nacida, Biel Books, que va a centrarse en la edición y difusión de publicaciones de artistas vivos y de la que ésta es la primera referencia. Biel Books, como anunciábamos al principio, es el proyecto editorial de Gabriel Pericàs, un artista que se podría definir como emergente, si alguien sabe lo que quiere decir eso ahora, pero con una trayectoria de exposiciones bastante afianzada. De varias generaciones posteriores a Antonio Ortega, ha entendido que lo del arte ya no funciona esperando a que te vengan a buscar los comisarios, sino que uno tiene que ser proactivo, emprender, ser su propio jefe y todo eso. Se trata de «poner en práctica modelos de publicación y distribución sostenibles» y de dar un nuevo sentido a la labor editorial, todo esto sirviéndose un poco de métodos de financiación muy de moda ahora, como el micromecenazgo o la suscripción. Parece que esta nueva forma de ‘do it yourself’ es el paradigma al que artistas, comisarios y demás tenemos que adaptarnos si queremos sobrevivir en el mundo del arte en un contexto crítico -en muchos sentidos- como el actual.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)