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Bòlit presenta un proyecto de Job Ramos dividido en dos espacios. Por un lado, una exposición con objetos que niegan el elemento documental que a veces queremos otorgar al arte. Por el otro, Ramos sitúa al espectador de arte en el escenario de un teatro para que después entre al espacio justo debajo, donde experimentar una obra que no sabemos si se representa o está grabada. Sonidos y control, desde las referencias a una radio con carga política hasta el teatro de las relaciones cotidianas.
Entre el nombre de la agencia American Comitte for Liberation from Bolchevism y la emisora que esta impulsó a mediados de la década de 1950, Radio Liberty, hay un matiz en la terminología que probablemente no es anodino: la persecución del comunismo, que Estados Unidos acometió tanto puertas adentro como afuera los primeros años de la Guerra Fría, no tardó a presentarse al mundo, ya no como una «liberación de», sino como una promoción de la «libertad» en unos parámetros absolutos. En relación con la práctica del arte, es igualmente conocido como el expresionismo abstracto también sirvió a la causa de posicionar un país y un sistema político y económico determinados, exponentes de una libertad que las telas de pintores como Jackson Pollock o Willem de Kooning rubricaban como plenamente realizable. Financiada por la CIA, Radio Liberty se encargó de difundir propaganda anticomunista pero también toda la ideología del American way of life por el mundo occidental y, especialmente, filtrarla y recordarla persistentemente en la antigua URSS, gracias a la posición geoestratégica que la emisora encontró en la playa de Pals.
Inmunidad de Atardecer toma el nombre de la franja del día en que la emisión hacia el bloque soviético desde este punto de la Costa Brava no era interceptable. Job Ramos, ante todo, ubica su proyecto como un encargo que recibió para el desarrollo de un caso de estudio a propósito la emisora, para tener lugar en primer lugar en el marco de la exposición «Camps invisibles», comisariada por José Luís de Vicente y Honor Hager en el Arts Santa Mònica a finales de 2011. Sin embargo, el artista rápidamente incurrió en buscar en las respectivas «franjas de inmunidad», los espacios de libertad que a su vez podía abrir en este mismo campo de acción y que le permitirían llevar el proyecto hacia su terreno. El proceso de trabajo, tal y como lo plantea, podría recordar a algunos proyectos desarrollados anteriormente, como «El día en que Jim Pomeroy conquistó el Vallés» (2005) o «Tina dice que el cielo está dividido» (2008), en los que un input inicial funcionaba como excusa para poner en marcha procesos de deriva y adentrarse en investigaciones erráticas sobre aspectos que progresivamente se convertirían en más y más heterogéneos.
Tal y como el mismo Job Ramos explica, «siempre selecciono un tema muy rápido, para olvidarme de él aún más rápido». En el caso del proyecto de Radio Liberty esto le llevaría a recorrer el lugar en Pals a la búsqueda de datos tangenciales, anécdotas de veraneantes, rumores que circulan entre los vecinos, así como recolectar objetos e imágenes que le permiten flanquear una y otra vez la historia de la emisora, sin llegar a penetrar nunca en su razón de ser a nivel macropolítico. El gesto de desobediencia que el artista prácticamente se autoimpone, se produce, así, por partida doble. En primer lugar, en relación al propio proceso de investigación, el desafío hacia el encargo que se le hace y el perjuicio persistente a que somete las propias certezas. Y, en segundo lugar, la desobediencia que es fruto de esquivar la historia oficial y que le lleva a enfocar la cara débil de las grandes estrategias de dominación: la misma posibilidad que se hayan dado accidentes y efectos imprevistos al abrigo de Radio Liberty, confirma que la estrategia macropolítica es inevitablemente insuficiente e incapaz de resolverse con impecabilidad en todas sus facetas.
En la segunda parte del proyecto encontramos prácticamente la opción opuesta de este planteamiento. Podríamos decir que es complementaria, pero en cierto modo también debemos reconocer que convive con dificultad. En la sala de exposiciones de la Cámara de la propiedad de Girona, el centro de arte Bòlit ha invitado a Job Ramos para reinstalar algunos de los objetos e imágenes a los que hemos aludido, así como ha promovido que el artista genere algunos nuevos, los cuales conducirán, en este caso, hacia otro escenario. La sala de exposiciones se convierte aquí en la antesala de un segundo espacio, al que una informadora nos explica cómo llegar una vez acabada la visita a la exposición. La situación que se produce es prácticamente la contraria a la que hemos descrito hasta ahora: en el nuevo espacio, se dejan atrás las referencias directas a Radio Liberty para desplegarse una situación de dominación in situ, con una mayor carga dramática y de la que se hace cómplice al visitante, que se incluye en una performance para confrontar su rol como espectador.
La virulencia con que se resuelve esta acción es posiblemente la que habríamos esperado observar en relación con la emisora yanqui. Pero, inversamente, mientras que el itinerario por Radio Liberty se soluciona por medio de una mirada errática hacia sus periferias, en el momento en que el proyecto se propone enfocar las relaciones de dominación, lo hace resituándolas en el plano de lo local y concreto, la cotidianidad y el contacto interpersonal. El giro de mostrar la eficacia del poder en relación con lo que es mínimo, creo que es una pirueta considerablemente inteligente por parte del artista, comportando también el desplazamiento de una concepción de poder que es obsoleta hacia un concepto que es propiamente posmoderno y a la Foucault. En vez de diferenciarse entre unas estructuras o agentes fundamentales en cuanto al anhelo de dominación, con «Inmunidad de atardecer» se acaba por poner en evidencia que las relaciones de poder son consustanciales a cada uno de los nexos que conforman el entramado social.
Sin embargo, en este giro del proyecto, en la situación de performance final, creo que le falta contundencia. Para contrastarlo con un proyecto anterior del mismo artista, «Otro paraíso sin alcantarillado» (2008), allí todos los elementos que circundaban la cuestión, si bien a veces hacían concesiones a lo absurdo, estaban mucho más orientados hacia generar un dilema moral al visitante respecto al traslado de un árbol vivo al interior de una sala de exposiciones -concretamente el malogrado Espai01 de Olot-. En el caso de «Inmunidad de atardecer», sin embargo, la mayor aleatoriedad y deriva con que se dirime la investigación en torno a Radio Liberty, si bien tiene el atractivo de permitir releer la historia en clave de micropolítica, acaba por dificultar, al menos, el camino de vuelta que entonces se propone en el siguiente acto, con la posibilidad de que éste informe de una manera u otra sobre, pongamos por caso, la Guerra Fría. Es decir, el exceso de lo circunstancial pienso que dificulta finalmente que la cotidianidad se pueda releer también en clave de macropolítica.
En este sentido, pienso que podría ayudar si, en relación a la relectura que se propone de las situaciones de dominación, entrara a reflexionar también sobre su presunto contrario, la cuestión de la libertad. Tal y como hemos sugerido de entrada, de Radio Liberty se pueden considerar como mínimo dos de sus aspectos para su deconstrucción: como estrategia de dominación a escala transnacional, por un lado, pero, también, como mascarada fundamentada en un determinado significado de libertad, por la otra. Los expresionistas abstractos también acabaron por verse inmiscuidos en la articulación de este doble juego y, puestos a seguir los hilos de la historia, nos podemos preguntar igualmente hasta qué punto es deudor del correspondiente significado de «libertad artística» que entonces se generó, esta eclosión que se da hoy en día en los procesos aleatorios, por todo lo accidental, erróneo e incluso fallido. Si bien no dudaría en afirmar que este «arte aleatorio» parte en buena parte de una posición de sospecha de los artistas hacia los procesos comunicativos como estrategias de dominación, igual de falaz me parece cuando esta reflexión les lleva a retirarse hacia procesos que perpetúan el estado de ensayo-y-error y la adopción de una apariencia de «desempoderamiento».
Junto al concepto de dominación que se pone en circulación con «Inmunidad de atardecer», creo que queda por actualizar el concepto de libertad, entendida ésta ya no como un conjunto de decisiones individuales y autónomas, sino que como una condición igualmente requerida de estructuras, construcciones sociales y, por lo tanto, de la negociación entre diferentes partes. Asímismo lo reconoce Job Ramos cuando explica su actitud en relación con el encargo del proyecto. Si bien, entonces, también podemos considerar que algún aspecto del proyecto queda por definir entre el estado de aleatoriedad en el que se sitúan los objetos en la primera parte del trabajo y la voluntad deliberada por someter al público a una experiencia de dominación que se produce en la segunda. A la luz de Radio Liberty y su circunstancia creo que, precisamente, no nos queda otro remedio que entender y practicar los procesos de deriva, como decisiones conscientes y con una intencionalidad estratégica en el marco del articulación de unos enunciados artísticos y procesos de comunicación complejos. Por otro lado, si no actualizamos también los significados que hemos heredado en relación a la libertad artística, estaríamos incurriendo en el peligro de construir nuevas máscaras para la despolitización.
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