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Buscando problemas

Magazine

19 diciembre 2016
Tema del Mes: Investigación artística
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Buscando problemas

No tengo tema para este texto. Debería tratar sobre investigación artística, pero justamente, tampoco tengo tema de investigación artística. Audre Lorde decía algo así como que no hay un sólo tema de lucha porque no vivimos vidas de un solo tema. En inglés la frase funciona mejor porque utiliza la palabra issue, que puede significar tema o problema. Y ahí ya empieza a ser interesante la investigación, cuando surgen problemas, conflictos generados por las diferencias. Como la homologación y la normalidad, ya sabemos que acaban mal y con varias bajas en el camino, las soluciones a los problemas deberían ser discursivas y creativas, no borrar la diferencia.

Virginie Despentes empieza así Teoría King Kong: »Escribo desde la fealdad y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las histéricas, las taradas, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica. Y empiezo por aquí para que las cosas queden bien claras: no me disculpo de nada, ni vengo a quejarme. No cambiaria mi lugar por ningún otro porque ser Virginie Despentes me parece un asunto más interesante que ningún otro.» Muy buena manera de empezar; dejando las cosas bien claras. Y en efecto, el libro continua así, sin disculparse por nada, sin quejas, pero sí con lucha, guerra.

Escribir desde esa posición conlleva problemas: problemas con los tíos que no soportan este tipo de relatos, con las feministas que detestan la sexualidad explícita contada por una puta, con las editoriales y la prensa y con el personaje mismo; Virginie Despentes es un seudónimo, el nombre ficticio con el que la autora firma novelas y películas. Decir lo que piensas, hablar de experiencias personales y no de las narraciones que hagan otros sobre la vida, quiere decir que vas a caer mal a algunas personas. De nuevo; no caer bien a todo el mundo es una ventaja, no un inconveniente.

Más chicas buscando problemas; Maggie Nelson, con Bluets. Un libro que parte de una investigación sobre un color, el azul. Un libro que en el proceso de escribirse, se desborda hacia otros temas y emociones que cruzan la escritura mientras esta ocurre. La vida filtrándose en el texto: una ruptura amorosa, llorar frente al espejo, la enfermedad de una amiga cercana, largos viajes en coche, sexo a cuatro patas en hoteles baratos, más lágrimas y ojos hinchados. En medio de estas emociones el azul; cosas azules, la ropa azul de los Tuareg, la teoría del color de Goethe, lagos y flores azules. Melancólico, salitre como el mar y las lágrimas. Por algo la palabra blue en inglés no es solo el color, si no que sirve también como adjetivo equivalente a sentir tristeza. Bluets está escrito en capítulos numerados y cortos, a veces son párrafos, a veces una sola frase. Maggie Nelson escribe también poesía, así que por qué no mantener esa estructura rítmica. Hacer que el texto sea leído con los ritmos de la respiración: jadeando mientras follas, entrecortado al llorar, largo y suave cuando estás relajada. Cuerpo escribiendo, cuerpo leyendo.

Hay incomodidad en los lugares desde donde se escriben estos libros, desde la calle o desde la herida. Sin pleitesía ni tibieza las experiencias son contadas y puestas en circulación con brutalidad y ternura, puñetazos y dentelladas a los que están arriba, besos y abrazos a quienes se tiene al lado. Hay voces dentro de la academia que también pueden producir problemas si hablan desde la diferencia. ¿Qué es toda la corriente post humanista si no un giro de cámara, un cambio de enfoque para descentralizar el antropocentrismo y evidenciar algo que ya sospechábamos?; que ese supuesto centro seguro, no existe, que no hay verdades, sólo interpretaciones.

Karen Barad usa un ejemplo a partir de las teorías del filósofo y físico Niels Bohr, cuando dice que en el estudio de los átomos el observador y el instrumento con el que se observa afectan lo observado, ¿qué nos queda si el instrumento que utilizamos es el lenguaje, condición y límite del pensamiento? Tal vez sólo la duda, el extrañamiento y lo impredecible, el cuerpo y la materia como lugares de verdad. Rossi Briadotti dice que el post humanismo se ocupa de what is left to the left. (de nuevo, frases que solo funcionan en inglés: lo que le queda a la izquierda.) ¿Y si investigar tiene más que ver con esto de abrir brechas, generar grietas más que señalar caminos o apuntar a direcciones?

Otro autor incómodo, odiado en su época por la derecha y la izquierda; Pier Paolo Pasolini, alertó en varias ocasiones de que el gran problema de nuestros tiempos sería la homologación del pensamiento (el festín capitalista no es más que eso: que te den mierda para comer y que te guste, en una mesa en la que nos sentamos todos, como en la película de Saló: ministros, jueces, policías, empleados y los hijos de todos estos). Homologar el pensamiento es desear todos lo mismo, hablar todos igual, consensuar la idiotez; la incapacidad de salir de uno mismo y de los espacios de seguridad. Pasolini decía que el obrero hoy habla y piensa como el amo. En lo único que se distinguen es en el cuerpo; la voz cascada, la piel agrietada y el rostro cansado del trabajador. Porque dejémonos estar de cuentos: no todos somos iguales. Nuestros cuerpos no lo son, no todos los cuerpos pueden lo mismo, ni están de la misma forma en el mismo lugar. Nuestros cuerpos son como los átomos de Bohr.

En muchas ediciones de Teoría King Kong aparece en portada la ilustración de una chica y un gorila gigantes destruyendo una ciudad. Cuerpo humano y cuerpo animal arrasando con la civilización. Leo en la revista Parole de Queer »El feminismo no es un humanismo» de Paul B. Preciado: »El cambio necesario es tan profundo que se dice que es imposible. Tan profundo que se dice que es inimaginable. Pero lo imposible está por venir. Y lo inimaginable es merecido. ¿Qué era lo más imposible y lo más inimaginable, la esclavitud o el fin de la esclavitud? El tiempo del animalismo es el de lo imposible y lo inimaginable. Ese es nuestro tiempo: el único que nos queda. (…) Señores, señoras y otros, de una vez por todas, el feminismo no es un humanismo. El feminismo es un animalismo. O por decirlo de otro modo, el animalismo es un feminismo expandido y no-antropocéntrico.»

Para acabar con la misma autora que empecé, tomando de nuevo una frase de Audre Lorde: No se puede destruir la casa del amo con sus herramientas. Tenemos que inventarlas, nuestras armas y nuestros espacios, con nuestros cuerpos y gestos. Y que los libros sean hachas para romper hielo, mazas con las que, como en la portada de Teoria King Kong romper lo construido. Abrir grietas, irse colando, hacer más grande el hueco hasta que al final entremos todas, humanas y bestias, y ya no quede centro.

Irina Mutt sigue citando a Annie Sprinkle.

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