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Chimbilá (es vampiro en colombiano)

Magazine

02 febrero 2014
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Chimbilá (es vampiro en colombiano)


No todo se reduce a ver o no ver –o no querer ver. Aunque el asunto es importantísimo. Por ejemplo, dónde dejar los restos de un cercano recién fallecido. Decisión que la sociedad occidental sí que ha resuelto. Con regaños incluso. Va uno de Gladstone: “El respeto de la gente por sus leyes y su tierra se puede medir con precisión matemática por la forma en que ésta se ocupa de sus muertos”. Tres pájaros de un tiro: tradición, patria y muerte. ¡Oh el nacionalismo!

Sin embargo, no hay que alegrarse tanto con el entusiasmo de quienes ocultaron a sus muertos en los extramuros de sus ciudades, pero olvidaron usar el mismo rasero con los de los demás. Sobran los ejemplos donde se demuestra que en Occidente el irrespeto de la gente ilustrada por las leyes y tierras de los demás se puede medir con precisión matemática por la forma en que ésta se ocupa de los muertos ajenos. En museos históricos y antropológicos, por ejemplo.

Pero tomar a ‪Die Profanierung (Der vampir des vampirs), obra firmada por Elkin Calderón en 2013, como el relato de una venganza postcolonial deja el recorrido a medio-empezar. Sí, un artista mestizo latinoamericano va hasta donde, se dice, yace el cuerpo de un afamado representador de personajes inmortales, mira adentro y documenta en video. Y puede que sí, quizá allí haya algo de eso. Sin embargo, creo que su intención va por otro lado. Él sabe que la cuestión reside en estatutos de visualidad. Pero no para alegar reivindicaciones de soberanía nacional tanto como profesional: puso su registro en el marco de una feria de arte (evento genérico muchas veces visitado para hacer nada distinto a dejarse ver) pero no se detuvo ahí, en aquel lugar donde muchas obras mueren. Sino que al video en blanco y negro escalofriante, con repentinas subidas y bajadas de audio añadió un detalle. Redactó un documento con el que obliga al hipotético comprador de esta obra a que cuando muera se ponga sobre su ataúd una placa “inscrita con el nombre de F. W. Murnau y que fue profanada de la tumba del director de cine alemán del mismo nombre.” En la más pura y macabra lógica lacaniana, tras el fallecimiento del coleccionista que la hubiese adquirido, la pieza terminará poseyendo simbólicamente su memoria. Es decir, si alguien decide en un futuro lejano profanar su tumba, ¿qué será lo primero que verá? El nombre de otra persona. Un instante de duda.‬

Esta obra es una respuesta de Calderón a la particular división del trabajo que impera en el campo del arte contemporáneo colombiano. El video es una trampa que lleva a la firma de un mandato legal. Con ello se impugna la edénica imagen social de unos coleccionistas y unos artistas muy amigos. La cuestión no es sólo ver algo que se ocultó de la luz del mundo hace muchos años. Es más sobre la alteración de la aparente docilidad de un gremio frente a sus benefactores. Calderón propone fastidiarle la existencia a quienes sabe que están en posibilidad de pagar por su obra. Que quizá nunca venda. Y pensándolo mejor, ojalá así suceda: seguramente, de darse la compra y de llegar a morir el poseedor, sus herederos no estarán obligados a hacer nada con su legado. Olvidarlo, por mucho. Y con él obra y formulario.

Psicólogo y crítico localizado en Bogotá. También ejerce como curador independiente a través de la marca autogestionada Reemplaz0. Docente pleno de flexibilidad laboral, escribe habitualmente en los blogs de arte contemporáneo colombiano esferapublica y sablazo.

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