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CREAR MUNDOS, ORGANIZAR MUNDOS, COMPARTIR CON OTRES

Magazine

29 mayo 2023
Tema del Mes: La ComposiciónEditor/a Residente: Aimar Pérez Galí

CREAR MUNDOS, ORGANIZAR MUNDOS, COMPARTIR CON OTRES

Voy a tomar como límite para la escritura de este texto la idea de composición que viene junto con el entendimiento de que una pieza (en mi caso una pieza de danza) es una invitación a un estado de atención. La composición en ese marco tiene que ver con dar relieve a una zona opaca inaprensible que solo sucede entre las cosas. Desde esta perspectiva, entiendo que cada proceso de creación es una manera singular de hacer mundo y que cada mundo tiene su propio modo de organizarse. El ejercicio de la composición, por  tanto, no está disociado de la inevitable trama entre el qué (las preguntas y inquietudes que son los motores de la creación), el cómo (la relación entre las materias que traducirán estas inquietudes) y el cuándo dónde (la organización de esta trama sensible que invita a un determinado estado de atención).

Componer tendría que ver entonces con tomar conciencia de las agrupaciones de materias vibrantes en las que ya estamos inmersas, escuchar el deseo para desplazar las materias (incluyendo nuestros cuerpos) de sus inercias y organizar esos acontecimientos como una invitación al otre para formar parte de un recorrido de atención.

Como creadora y también como alguien que acompaña a muchas artistas en creación, pongo mi atención en esos modos singulares de hacer mundo para escuchar de qué tipo de organización y composición, necesita cada mundo.

Cosas que no se conectan y necesitan estar juntas

A veces un mundo aparece desde el exceso, desde la aceptación de lo ridículo, de jugar hasta atravesar lugares desconocidos. Aparece en medio del caos, de mil ejercicios, improvisaciones, prácticas indefinidas, fragmentos de gestos. Una secuencia de movimientos junto a un objeto que aún no tiene sentido, junto a una forma de mirar que aún no tiene cuerpo. La falta de potencia de una imagen no hace que sea descartada, es una cuestión de esperar. A veces esa forma de hacer dura hasta el final (la pieza hecha). Y un trozo de movimiento que apareció en los primeros días del proceso puede reaparecer en el día del estreno. Cuando eso pasa, mi atención se centra en fomentar la proliferación de intentos y miro la composición como un territorio rítmico que conducirá la atención del público. En esos mundos, componer es hacer coexistir materiales diversos que a veces no se conectan. Es crear un paisaje rítmico, una partitura de atención, de sensaciones. Un agujero, una pausa larga, una explosión, una repetición que distraiga y luego un corte, una aceleración, una sorpresa, una previsibilidad. Componer es una reunión dinámica, una organización de tensiones… A veces hay contaminación sensorial y emocional de una zona hacia otra, a veces no, todo depende del recorrido que estamos proponiendo para la percepción de la obra en el encuentro con el público. Y ese recorrido es la traducción en sensación de nuestras preguntas iniciales.

Colección de sensibles

A veces un mundo aparece a partir de una cantidad contenida de cosas, de un conjunto restringido de referencias y de la unión entre mundos que se conectan desde sus operaciones (y no necesariamente desde sus contenidos). La observación de un faro junto a una polaroid siendo revelada, junto a una práctica de calentamiento que lleva a un estado de presencia, por ejemplo. En este tipo de mundo, mi atención está en entender cómo se conectan estas cosas. Componer en esos casos implica percibir si este conjunto de cosas es una bolsa que acompañará la construcción de este mundo como un amuleto que nunca se verá, o si cada unidad se convertirá en una escena, un momento de la obra. Cuando un mundo aparece de colecciones de sensibles, hay que respetar las operaciones de cada bloque, material, escena; pero también crear la arquitectura donde esas unidades puedan cohabitar. Como si estuviéramos hablando de una casa. Una casa que no para de cambiar, llena de agujeros y paredes que a veces se levantan y a veces desaparecen. Y colocar una habitación al final de un pasillo es totalmente diferente a colocarla junto al jardín, va a depender del tono del lugar que estamos haciendo existir.

De pliegue en pliegue

A veces un mundo aparece a partir del despliegue de una lógica. De los ciclos que van a afectarse, a formular, a ejecutar. En estos mundos, las primeras acciones en el estudio son como eventos previos y no oficiales, son intentos económicos de lidiar con la profusión de imágenes. La falta de potencia de una imagen hace que se la deje de lado, son los acontecimientos que informan las imágenes que permanecen. Los primeros esfuerzos consisten en encontrar el gesto mínimo, la imagen inicial. Y estos contornos y limitaciones pueden enunciarse como punto de partida. Entonces la composición viene de habitar ese mundo y hacerlo durar, de respetar los acontecimientos. La singularidad de los gestos y la libertad inventiva aparecen dentro de los contornos encontrados en el gesto inicial. Es un mundo que crece hacia su interior, y no hacia los lados, o hacia fuera. En esta forma de hacer mundo, mi atención radica en preservar una cierta obsesión por repetir la operación encontrada y la composición es solamente respetar las diferencias que emergen de esa insistencia.

Estructuras orgánicas

A veces un mundo aparece a partir de una estructura, de un guión, de una lógica matemática. Es un mundo que tiene esqueleto y carne. El esqueleto proviene de los afectos, de los deseos traducidos en esquemas que dan la dirección dramatúrgica de la obra, en imágenes de un lugar y su duración. La carne proviene del trabajo de tragar otras imágenes, de encarnar palabras, de hacer metáforas, de poblar los cuerpos con ficciones. Este mundo aparece a partir de la capacidad de inventar un lenguaje con gestos que habitarán una estructura. En este tipo de mundo, mi atención está en dos lugares, por un lado, en alimentar los cuerpos de imágenes para componer desde las minucias de las presencias; y por otro, en afinar los ritmos y duraciones de la estructura determinada previamente.

Insistir en el gesto o en el estado

A veces un mundo aparece a partir de la repetición de una tarea, de la obsesión por un gesto, del mantenimiento de un estado de presencia, y las diferencias aparecen al llevar esta repetición al límite. Pongo mi atención en el transcurso de las sensaciones de quienes ven cómo se lleva a cabo esta tarea. Intento comprender si las diferencias que surgen de la repetición del gesto son suficientes para mantener mi atención en cuanto público. El trabajo de composición en estos mundos no consiste en insertar nuevos materiales dentro de la tarea, sino en identificar y reforzar posibles puntos de anclaje que ya se dan en la acción. Estos puntos pueden servir como una especie de respiración del gesto que dura. Encontrar el fin de la tarea suele ser una parte importante del trabajo. A veces termina por agotamiento, pero cuando no es así, la artista necesita tomar una decisión externa al gesto. Este punto de parada puede definirse en función de cómo se leerá o se reescribirá la obra al final. O en función de las sensaciones que se pretende dejar al público al final de la experiencia.

Compartir una práctica

A veces un mundo aparece a partir de una metodología encontrada que se convierte en una práctica, una especie de juego, un conjunto de restricciones que se pueden activar en grupo, o individualmente. Una partitura, una lista de tareas, un conjunto de herramientas que pueden ser transmitidas y reapropiadas por otres. Cuando las prácticas son el propio cuerpo de la pieza no importan tanto las formas, ni los resultados estéticos, sino los modos de operar de ese mundo. En estos casos, centro la atención en las reglas emergentes —en este conjunto de restricciones que traducen las preguntas que mueven la obra— y trabajamos para afinarlas y no para cristalizarlas en una forma concreta.

(Imagen de portada: Ilustración de Rafael Frazão. Foto: Carolina Campos)

Carolina Campos (Caxias do Sul – 1978). Implicada en diferentes circuitos de creación e investigación, desarrolla sus prácticas entre la performance, la escritura y la pedagogía. Le interesan enfoques metodológicos que reflejan las colectividades y la colaboración en la creación artística. Intenta habitar una zona crepuscular donde la pasión por mirar convive con la oscuridad. Actualmente investiga el acompañamiento artístico como un estado de atención que abre espacios para la imaginación de mundos en relación y pensamiento crítico situado. Es una de las colaboradoras más cercanas al desarrollo de la Composición en Tiempo Real desde 2012. Esta investigación, desarrollada con el coreografo portugués João Fiadeiro, a través de la práctica y el cuerpo, se relaciona con la filosofía, la especulación metafísica y la neurociencia. En Brasil ha trabajado en Lia Rodrigues Cia de Danzas entre 2008 y 2011. Fue artista residente de La Caldera (2019), La Escocesa (2020 – 2022) y El Graner (2022).

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"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)