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El índice que organiza mi biblioteca separa los mapas del mundo en: África | Asia, Oriente próximo, Asia oriental | Europa, Estados Unidos, Pacífico | la Luna, Marte y la Antártida. Estas son las categorías que nos ayudan a concebir la distancia.
La Antártida es austral. Desde la perspectiva de la geopolítica, presenta unas condiciones iguales al espacio exterior: no hay gobierno, no hay leyes, no hay cultura, ni historia, ni sociedad. Su territorio está organizado a partir de un tratado —que podría considerarse casi tácito– que prohibe cualquier actividad sospechosa de causar algún tipo de “interferencias nocivas”, al mismo tiempo que promueve la “exploración pacífica”. Este paisaje antártico, de escarpados glaciares, ha suscitado infinita atracción, ha despertado encanto y una pulsión particular a imaginar al otro: lo sublime, lo tenebroso, lo oscuro, lo desconocido. Es una plataforma de aterrizaje para meteoritos. Es un lugar en el que los humanos pueden estudiar a otros humanos en aislamiento, lejos de las crisis que se suceden en la Tierra.
Es un espacio cósmico sumido en un misterio íntimo. Es irrepresentable, irreconocible, infinitamente interpretable, provocativo, sólo existe como un imaginario, un espacio de conjeturas. En la base de investigación Concordia, el doctor e investigador Alexander Kumar destacó que, “desde febrero a noviembre estamos completamente solos y aislados aquí. Los franceses llaman a las personas que pasan el invierno en la Antártida hivernauts, sin embargo, a diferencia de los astronautas, nosotros no contamos con el control y seguimiento monitorizado del otro lado”.
Pero entender a la Antártida conlleva entender a la Tierra. La Antártida contiene más del 90% del agua dulce del planeta en forma de hielo. Al regular la temperatura de todo el planeta, los polos funcionan como una suerte de termostato. Se suele denominar a la Antártida el “Marte blanco”, porque es el continente más frío, seco y ventoso de la Tierra. No hay ni siquiera árboles. En verano se alcanzan los 27,5 grados bajo cero. El Bélgica antártica (especie de mosquito diminuto que vive en el continente) constituye un ejemplo perfecto de una de las maravillosas excepcionalidades geoterrestres de la Antártida, un ejemplo en miniatura de resiliencia frente a todas las adversidades posibles. Este mosquito es el animal terrestre más grande del continente, con 6 milímetros de diámetro. Este animal sin alas tiene el genoma más pequeño jamás secuenciado y puede sobrevivir al clima más severo de la Tierra, en medio de temperaturas bajo cero, desecación, altas concentraciones salinas y una intensa exposición a los rayos ultravioletas. Pasa la mayor parte de su vida como una larva y solo vive durante una semana una vez ha salido de la crisálida.
En realidad, la Antártida es un lugar muy disputado, todavía más conforme se derrite y se van revelando nuevas fuentes de gasóleo, gas natural, minerales y tierra cultivable. Las naciones neocoloniales —Estados Unidos, Argentina, Rusia, Reino Unido, China, India, Australia— llevan a cabo actividades durante todo el año en sus bases de investigación. ¿A quién pertenece la tierra sobre la que estas bases de investigación están construidas? Complicando aún más todo esto, Australia afirma que le pertenece el 42% del continente, lo cual no está reconocido por las leyes internacionales. Férreas batallas políticas se suceden mientras escribo estas líneas. Cuando se renegocie el tratado en 2048, el continente Antártico dependerá enteramente de las historias que puedan contar unos pocos: de las reflexiones de los cuadernos de bitácora que dejan los exploradores a los fósiles que se descubran cuando el hielo se haya derretido.
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¿Y si empezamos a pensar en la Antártida como un lugar sagrado, situado al margen de otros espacios, ubicado en nuestro mismo tiempo, o en ninguno determinado, como un espacio consagrado a su inefabilidad? ¿Será el Polo Sur su eje central alrededor del cual este cosmos circular da vueltas? ¿Es un lugar sagrado un espacio construido desde la metáfora, queexisteal mismo tiempo como presencia y ausencia?
¿Son la maratón que se celebra cada invierno en el continente o la Antartica Biennale que organizan en un barco ruso sus rituales modernos? Es la revisión de los pantalones de los turistas, para comprobar que no porten semillas del exterior, su ceremonia moderna? ¿Son los barcos naufragados sus santuarios? ¿Son los científicos y políticos sus predicadores contemporáneos?
¿Podríamos decir que la Antártida se sitúa en la intersección entre el mundo y lo que se extiende más allá? Resulta demasiado idealista: un lugar que debería permanecer intacto, indemne, protegido. ¿O es solamente un espacio profano: indiferente, distante y devastador?
(Imagen de portada: Himali Singh Soin, Sin título. Cortesía de la artista)
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)