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De todas las subculturas urbanas la hipster parece la más difícil de escudriñar. ¿Qué quieren los hipster? ¿Qué reivindican? ¿Cuáles son sus ideales? Su estilo resulta intrigante, acelerando el ansía de interpretación y decodificación. También hay una parte opaca, repulsiva incluso. Una de sus características principales es que resultan odiables ¿Por qué? Además. ¿Por qué el hipster masculino es más reconocible que la versión femenina? Esta subcultura basada en un estilo propio es de asentamiento urbano y carácter consumista. De acuerdo a la sociología blogera, los y las hipsters buscan emanciparse de la masa desde la singularidad del estilo, aunque donde más fácilmente se los encuentra es en la cola de la FNAC. Aún así, el estilo hipster no es reconocible masivamente en tanto moda, no es mainstream, de ahí que todavía podamos hablar de subcultura.
Los rasgos estilísticos que definen a un hipster (y como he dicho, en ellos el patrón es muchísimo más homogéneo que en ellas) serían como sigue: de abajo arriba, playeras sin calcetines, pantalones remangados enseñando tobillo, alguna camisa de cuadros grunge, barba estilo Joaquin Phoenix en I’m Still Here y algún corte de pelo asimétrico. Algunos gadget portables son relojes vintage, iPods, viseras y coloridas bicicletas de piñón fijo. Sobra decir que el cine de autor y la música alternativa están entre sus cultos. El vegetarianismo y la vida sana también. Sin embargo, la aspiración a la singularidad desde el estilo conduce a la homogeneización. El patrón de comportamiento hipster es previsible, subversivo en su mónada. La revolución hipster será o no será, pero resulta claro que si ésta tiene lugar se dará en el marco del capitalismo tardío. Pero quizás su rasgo definitorio es aquel que ofrece una complicación en la toma de decisiones con respecto a las infinitas ofertas de la sociedad de consumo.
Con todo, no desmerece un análisis estrictamente posmoderno. La tendencia hipster reconoce el pasado como un bazar inmenso, a la vez que el punto de vista o perspectiva desde donde la historia es observada pasa a convertirse en hegemónico. Puede ser la música de Eels, algo de la moda de los Nuevos Románticos, Béla Tarr o incluso el aura de la cabaña del bosque de Walden. O la referencia culta, todavía no manoseada por la cultura popular. En su versión más desideologizada un cupcake o un smoothie bastan para desmontarlos. Toda esta nostalgia por la antigüedad muestra síntomas de posmodernismo. Más que construcción de identidad, o collage, podría decirse que el hipster representa esa nueva forma que es el mashup, la categoría adecuada para la cultura digital que mezcla y transforma datos y funcionalidades de distintos orígenes y fuentes en una nueva y única composición. El modo hipster también se ha colado en el arte, y ahora queda por determinar cuales son los patrones de comportamiento del artista o el curator hipster. La aspiración a la criticalidad bien podría ser su primer y más importante atributo.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)