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Decía Sir Ken Robinson en una célebre presentación en TEDTalks que la creatividad debería tener un papel central en la educación de los niños, que es fundamental estimular la creatividad y la imaginación, descubrir y potenciar los aspectos que nos hacen diferentes y únicos.
Mientras, por estos lares, parece que nos movemos en dirección contraria. Como prueba, baste recordar el primer párrafo del anteproyecto de la LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa), que ya fue aprobado en el consejo de ministros del pasado 21 de septiembre y que -¡atención!- el martes 5 de diciembre presenta el ministro Wert tras algunas leves modificaciones: “La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país. Su nivel educativo determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global”. Sin comentarios.
Entretanto, y casi donde menos uno se lo espera, en televisión, de vez en cuando encontramos algunas islas de creatividad e imaginación que pueden resultar tan estimulantes para los niños como para los adultos. Un caso reciente es Hora de Aventuras, una serie de animación producida por Cartoon Network, que se inició en el año 2010. Los protagonistas son Finn, un niño de 14 años y un perro mágico (¿hermano adoptivo?) Jake. Ambos viven en la tierra de Ooo, un entorno surrealista que bien puede ser post-apocalíptico -como se apunta en algún episodio que hace referencia a una Guerra de los Champiñones- como a un mundo alternativo en otra dimensión. Por ese entorno surrealista van desfilando personajes mutantes y extravagantes como la Princesa Chicle, un híbrido entre un humano y un chicle; el Rey del Hielo que sería el malo de la serie, y está obsesionado con el matrimonio; Marceline, la reina de los vampiros y mejor amiga de Finn, que tiene mil años y se alimenta del color rojo; Lady Arcoiris, un unicornio arcoiris que sólo habla coreano, mascota de la princesa Chile y novia de Jake, entre otros. Pocas veces se han visto juntos tal cantidad de personajes freakies y ambivalentes.
Extravagancia, surrealismo y un humor absurdo son los hilos conductores de unos argumentos sencillos y directos, en los que de una manera totalmente idiosincrática y nada naïf predominan valores como la amistad, la tolerancia y la justicia. Todo esto se engloba en un macrocontexto más complejo que va evolucionando y diversificándose en el tiempo.
No es casualidad que la serie, ya de culto, tenga un cierto aire indie, porque sus creadores también lo son. Con Pendleton Ward a la cabeza, dibujantes y guionistas provienen del cómic independiente y, en alguna entrevista han declarado que dibujan pensando en el público infantil, pero también escriben y dibujan aquello que a ellos les gustaría ver y les divierte hacer. Ciertamente, existe un universo paralelo a ese otro tan peligroso que pone sus miras en “conseguir ventajas competitivas en el mercado global”.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)