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“Vivimos, morimos, amamos en un espacio cuadriculado, […] con zonas claras y zonas de sombra, diferencias de nivel, escalones, huecos, relieves…” Con esta reflexión, Michel Foucault nos recuerda las semejanzas entre el transcurrir de la vida y el detallado análisis topográfico de un territorio. Puede que surja de aquí nuestro idilio con la cartografía. La exposición “Cartografías contemporáneas. Dibujando el pensamiento” que se presentó en el CaixaForum hasta el pasado 28 de octubre, indagaba en la obsesión por fragmentar la realidad, tanto del espacio físico como de los elementos intangibles, para traducirlos y codificarlos sobre una estructura racional. La amplia variedad de obras presentadas — 140 obras de artistas de los siglos XX y XXI— demostraban que el afán de apoderarnos del mundo a través de la segmentación del espacio nos ha llevado a crear mapas de todo tipo, para representar incluso aspectos metafísicos como los sueños.
En términos cartográficos, el lenguaje del mapa traduce la realidad con un supuesto distanciamiento objetivo, que busca representar sin juzgar, tan solo recogiendo los datos para transmitirlos con una exactitud científica. Pero la exposición se proponía revelar como esto es tan solo una parte de la verdad. Los diferentes ámbitos de la muestra intentaban revelar la estructura de orden lógico que el lenguaje cartográfico impone al mundo. Un orden que cuadricula el mundo según las relaciones de poder y de diferencias culturales. El conjunto obras que componían la exhibición cuestionan las limitaciones que esto implica para nuestra percepción del entorno.
La exposición se dividía en 5 espacios que intentaban desglosar las diferentes aplicaciones de la cartografía dentro de la creación artística. Los diversos espacios representaban los elementos del código de un mapa conceptual complejo que describe el terreno de la cartografía contemporánea. El primer espacio, “Cartografías sociales y políticas” suponía una crítica al discurso geográfico, la esencia misma de la cartografía, y un punto de partida que encaminaba al espectador sin desorientarlo. Por la naturaleza de las obras y su cercanía a la idea común de mapa, resultaba fácil descifrar el código, para poder ver los diversos ordenes políticos y sociales existentes que el artista ha querido resaltar.
Al pasar al siguiente espacio, “cartografías del cuerpo”, el aspecto conceptual de mapa adquiría un importante protagonismo. Si bien es cierto que los textos que acompañaban cada sección incitaban a la reflexión, la información que aportaba la exposición sobre cada pieza resta el potencial y el alcance de estas reflexiones. De la misma manera, en los siguientes 3 espacios, las obras se alejaban de manera decisiva del concepto común de mapa para mostrar el alcance de la cartografía como herramienta de investigación artística. La relación con lo intangible es lo que define la mayoría de las obras que se presentaban en los espacios de “cartografías de experiencia y vida”, “cartografías de lo intangible” y “cartografías conceptuales”. Estas obras demostraban la necesidad de hacer visible los mapas de los aspectos menos estudiados de la experiencia humana.
Es precisamente aquí donde la paradoja de la exposición se revelaba, al intentar crear un plano tridimensional de los mapas contemporáneos. En este sentido, la muestra era un ejemplo más de cartografía, una especie de ruta topográfica por los diferentes usos artísticos del mapa. Un plano configurado a partir de líneas determinadas no tanto por las disciplinas utilizadas, sino por la lógica humana, que divide y une según sus criterios, empeñada en categorizar y comparar, haciendo del terreno de la cartografía otro territorio cuadriculado y racional, cuando lo que buscan estas obras es cuestionar las líneas rectas que la lógica impone al mundo. El resultado era un recorrido a modo de mapa altamente codificado, en el cual el trasfondo de la exposición no trascendía por encima de las obras.
A medida que el discurso avanzaba, los interrogantes provocados por la complejidad del lenguaje cartográfico se acumulaban y la cantidad de datos se multiplicaba, complicando el avance del espectador por un terreno aún desconocido. Al igual que en los mapas militares, normalmente solo descifrables por alguien versado, la exposición introducía ideas profundas y con un potencial enorme pero de manera brusca, sin lograr un verdadero entendimiento por parte del espectador. La información visual era impactante y los textos explicativos son de una alta calidad, pero la descripción de los elementos que componen las obras y el mensaje que cada mapa intentaba comunicar se torna difuso. El objetivo de la exposición de crear un escaparate de los artistas contemporáneos que usan el lenguaje cartográfico se cumplía, pero se echaba en falta el planteamiento y el potencial inicial.
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