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Estamos en un momento de cambios rapidísimos. La realidad supera la ficción en cuanto a generación de inputs. Barcos que se hunden, bancos que son reflotados, páginas web que se cierran, políticos en los juzgados, protestas locales que pasan a ser globales en segundos, proyectos antes utópicos que ahora reciben financiación directamente de sus futuros participantes… algo está pasando, y está pasando ahora.
En un proceso de cambio constante, la crítica (y la crítica de arte más tradicional) no sabe cómo posicionarse. ¡Necesitamos tiempo! Es verdad. ¡Necesitamos que nos lean! También es verdad. ¡No interesamos a nadie! Y aquí tenemos nuestras dudas… ¿No será al revés? ¿No será que a algunos sectores más tradicionalistas no les interesa lo que está pasando? ¿No será que la comodidad del saber cómo funcionan las cosas ha dilapidado buena parte de la capacidad crítica y la capacidad de acción? ¿No será que lo que se teme es que existan otras vías que desconocemos?
La crítica necesita, como no, de la autocrítica. Necesita replantearse constantemente también en sus formas, en su comunicación y en su lenguaje. Y en un mundo donde la criticalidad empieza a ser dominante, la crítica no puede perder su capacidad… crítica.
En este número publicamos tres nuevos textos. Lorena Muñoz-Alonso analiza la situación de la crítica después de un par de eventos sobre el tema en Londres. Montse Badia se acerca a la exposición comisariada por Kaspar König en Colonia y Oriol Fontdevila analiza la obra de Perejaume en el contexto de La Pedrera en Barcelona.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)