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En un mundo como en el que vivimos en el que nuestros actos e imagen están expuestos tanto a nuestros conocidos como a los que no lo son, el asunto de la vergüenza aparece ante nosotros como un concepto alejado de las prácticas que se daban en el siglo pasado. A ello se le unen los diferentes contextos culturales que el propio término tiene en función de la sociedad en la que se encuentre: no es lo mismo sentir vergüenza para un europeo que para un japonés, pongamos por caso. Incluso entre los hablantes de lengua hispana existen diferencias, un mexicano no hablará de vergüenza sino de pena.
Pero, entonces, a pesar de todas estas distancias, ¿qué es lo que tiene este sentimiento aparentemente común a todos nosotros? Parece ser que trascendencia y así lo ha entendido Ana Ara, comisaria, que nos propone en la Casa Encendida de Madrid la muestra «Vergüenza», un acercamiento a este tema desde el punto de vista metafísico, en el sentido de lo que somos atemporalmente. El proyecto se encuentra dentro de los trabajos ganadores de la duodécima edición del certamen «Inéditos» –convocatoria que fomenta la inserción de los jóvenes comisarios en los circuitos profesionales del arte– y en él Ara reúne obras de los artistas Jérôme Bel, Andrea Büttner, Meiro Koizumi, Gregor Kuschmirz, Julika Rudelius y Manuel Saiz, además de la proyección de la película «La Cabina» de Antonio Mercero.
Todas las obras se sirven del cuerpo, podríamos decir del propio ser, como eje sobre el que se desarrolla el concepto de vergüenza salvo dos: «The Universal Denunciation of Human Privileges» (2012) de Manuel Saiz; y «The Shy Camera» (2007) de Gregor Kuschmirz. La primera plantea la indefinición de los Derechos Universales Humanos al aparecer en escena nuestro cuerpo, mientras que la segunda traslada la vergüenza al mundo de la tecnología. Quizás por ello sean las más interesantes, porque nos presentan una noción de vergüenza, pudiéramos decir, colectiva. Ambas nos hablan de la dimensión política de este sentimiento que, como la misma Ana Ara indica en el catálogo de la muestra, viene dada por una perspectiva contemporánea de la vergüenza al situarla en un contexto temporal. Sin embargo, no es esta la intención de la muestra la cual pretende alejarse de la carga moralista con el fin de establecer una clara diferencia entre vergüenza y culpa, entre lo que somos y lo que hacemos, a pesar de que en ocasiones no se pueda definir de manera fácil la línea de separación.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)