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MACARENAS PERIFÉRICAS

Magazine

29 enero 2024
Tema del Mes: PeriferiasEditor/a Residente: Joaquín García Martín

MACARENAS PERIFÉRICAS

Hay una cuenta de Instagram en la que puedes encontrar la Macarena periférica que te corresponde según tu signo del zodiaco. Esto es posible porque hay una Esperanza Macarena que reside en su basílica pegada a San Gil en Sevilla. Y luego, hay infinidad Macarenas periféricas que, esparcidas por todo el mundo, extienden su imagen y su presencia por doquier. Ella llega a todas partes y está en todo lugar, sin necesidad de salir de su casa. Como demuestran las periféricas, su poderío es tal, que es imposible concebir un afuera, un lejos de Ella, un algo que quede fuera de su alcance. Ella no entiende de periferia pues todo lo que existe queda bajo su manto. Ella es la que está antes de la posibilidad incluso. Es lo que tiene ser la madre de Dios. Porque si hay algo útil en el cristianismo es eso, la certeza de que Dios tiene una madre. Esto lo aprende uno en Sevilla: gracias a la hipérbole podemos llegar así de lejos con el pensamiento y la imaginación.

La de San Gil impresiona por la maravilla de su propia existencia. Mientras que las Macarenas periféricas impresionan por la precisión con la que encarnan el concepto freudiano de lo siniestro: Das Unheimliche, algo así como lo familiar enrarecido, ese típico “dicen que es ella, pero no es ella”. Aquí, podríamos caer en la tentación y, dejándonos llevar por la impresión siniestra que producen las periféricas, enredarnos en la cuestión original-copia, parecido o no tan parecido. No está ahí el meollo. Se trata más bien aquí de intentar entender qué es lo que hacen todas esas presencias y, en última instancia, de aventurar el futuro que la Macarena y sus periféricas, anuncian.

Tanto la Macarena sevillana como sus periféricas, son muñecas. Mejor decirlo cuanto antes: son personas hechas de madera, hierro, madera, seda, encajes, oro, más oro, más oro todavía y todo tipo de piedras preciosas. En ninguna de ellas hay venas, ni sangre, ni músculo, ni humores, ni funciones, ni líquidos: Cuerpos sin Órganos hechos de la intensidad los atraviesa. Intentar negar o eludir su materialidad concreta, creer que Ella representa algo distinto de que es, es errar el tiro. En Ellas no hay engaño posible. Es precisamente el hecho de que sean cuerpos huecos, despojados de todo centro sólido, lo que les permite existir como pura enunciación, como puro pronunciamiento. Por si alguien no se había dado cuenta todavía, Ellas son performance.

En sus cuerpos vacíos por dentro, se suspende el relato y se da pie a otro tiempo que no necesita de la peripecia para existir. Sí, cierto, está el contexto narrativo de la Pasión de Cristo. Pero Ella no vive de eso: Ella no es parte de una escena, Ella no es personaje, Ella está mucho antes del texto, Ella no ha venido a ilustrar nada. Una vez más: su labor no es otra que existir y pronunciar su presencia. Nada más.

La Esperanza Macarena de San Gil, tiene de fijo dos grandes momentos al año. Es cierto que su calendario se puede ver salpicado puntualmente de otros eventos extraordinarios. Pero, en un principio, todo se concentra en esas dos ocasiones. El primer momento de máximo esplendor tiene lugar durante la madrugada del jueves al viernes posteriores a la primera luna llena después del equinoccio de primavera. Esa noche que se alarga hasta el mediodía siguiente, Ella, llevada por sus siervos, sale a la calle, recorre su ciudad, recorre su barrio y vuelve a su casa. En esta ocasión, Ella va mientras que uno espera su llegada, quieto. El segundo momento, tiene lugar a finales de otoño, en la última semana de Adviento, justo antes del solsticio de invierno. Entonces, Ella desciende a nivel de tierra para que sus siervos le besen sus manos de madera policromada. En esta ocasión, Ella permanece quieta y las que acudimos ante su presencia somos nosotras.

Su cuerpo hueco, recubierto de capas y capas de maravilla, está liberado de toda forma de sujeción, Ella es, ante todo, objeto. Su cuerpo es un punto de fuga. En este sentido, Ella es lo Otro, lo que aparece al otro lado del mandato hegemónico propio de la epistemología clásica, no como oposición binaria sino como exceso, como desbordamiento de esa condena que nos obliga a ser alguien cuando, como bien dice José Luis Pardo, “ser alguien es una complicación de la complicación” (La intimidad, 1996:44)

En su ya clásica reflexión sobre la episteme clásica, la perspectiva, el cuerpo resucitado de Cristo y las llagas, Peggy Phelan propone lo siguiente: “Dentro del marco de parecido y mímesis que la perspectiva inaugura, el sustituto aparece en lugar de un real que, como Dios y el Otro, siempre nos elude. La cuestión no es tanto encontrar al Otro como interpretar el drama de tal manera que los sustitutos vengan a revelar que el meollo de la cuestión del Otro es que el Otro es siempre un sustituto.”[1]“Within the arco of resemblance and mimesis that perspective inaugurates, the stand-in stands in for a real that, like God and the Other, forever eludes us. The point is not so much to “find” … Continue reading (Mourning Sex, 1997:33).

La Macarena y sus periféricas son sustitutas. Son cuerpos que no son, que están exentos y liberados de la carga del ser y que, gracias a eso, hacen evidente que no hay más lugar que este, que la maravilla está ya aquí y no viene de otra dimensión distinta de la que compartimos con ella. Lo Otro, Lo Dios, finalmente, remite una vez más a la “infinitud de la materia” (J. Á. Valente, Notas de un simulador, 1997: 23). Así, siguiendo a Phelan, la cuestión no sería tanto dar con un real que confirme y constate la certeza de la otredad, como participar en una puesta en escena en la que se desvele el auténtico poder subversivo de los sustitutos.

He traducido (libremente) como “sustituto” la expresión “stand-in” utilizada por Phelan en el texto original citado anteriormente. Entonces, según Phelan, el Otro sería algo que “stands-in”: literalmente, algo que se “yergue-en”. Así, podemos pensar que la acción de sustituir tiene algo que ver con permanecer de pie un lugar. A pesar de no tener piernas, La Macarena está siempre de pie, siempre erguida en su lugar, marcando impasible el sitio del milagro diario, señalando con su postura su naturaleza despojada de sí misma.

El pueblo de La Macarena somos una masa de cuerpos. Siempre que podemos acudimos ante ella: llenando la calle a su paso, haciendo colas para besar su mano o entrando a su basílica siempre que se pasa por su puerta. Nuestra vida no se mide en años sino en veces que Ella nos ha arrasado. Ahora, por ejemplo, escribo desde mi infancia.

….

Cuando Ella sale a la calle en su carro recién empezada la primavera, va acompañada de sus siervos. Por delante, del orden de seis mil cuerpos avanzando en filas, anuncian su llegada. Estos cuerpos van cubiertos todos con el mismo hábito opaco, bajo el que se cancelan raza, sexo y clase. El hábito suspende cualquier forma de control visual sobre los cuerpos que los llevan. Son la sangre verde que se derrama por las calles adelantando lo que viene. Una sombra verde que cancela a su paso cualquier distracción o fuga. Ella viene.

Bajo Ella, bajo su paso, bajo su peso inmenso, bajo sus faldones, van las fuerzas patriarcales convenientemente sometidas y despojadas sus privilegios: cuando Ella está en la calle, ellos son sus esclavos sumisos. Ellos no tienen ni imagen, ni voz y su fuerza solo sirve para la útil tarea de acarrear. Ocultos, apretados, sometidos e invisibles dentro del paso, los cuerpos de los hombres hacen lo que mejor pueden hacer: poner sus fuerzas al servicio de su Señora.

Y en algún punto de su camino, estás tú. Llevas esperando varias horas. Tu cuerpo duele, pero no lo sientes. Entonces la ves aparecer al fondo y ya no hay vuelta atrás pues tu cuerpo ya es masa, tus límites se han disuelto: te has convertido en parte de la escena. El tiempo que tarda en recorrer la distancia entre tu cuerpo y el suyo es el momento de la agonía y del abismo. Luego Ella llega, pasa ante ti, te destroza, te arrasa, te abrasa, te deja hecho cenizas y se va y desaparece. Y en ese mismo momento, con los ojos todavía llagados, comienza la espera hasta el año que viene.

Recientemente, Paul B. Preciado, ha explicado con la audacia que le caracteriza, cómo el capitalismo petrosexorracial, en su versión más perfeccionada, produce cuerpos adictos (2022:357-58). Somos yonkis dependientes que ya trabajamos, nos casamos y consumimos solos, sin necesidad de que nada de fuera tenga que vigilarnos, coaccionarnos o violentarnos para que lo hagamos. La mala vida a la que nos condena el régimen hegemónico en el que vivimos, nos ha colonizado los adentros. Esto está claro. Sin embargo, un caso como las prácticas devocionales que se desarrollan en torno a La Macarena, podrían estar hablando de otro destino distinto del que nos tiene preparado el régimen petrosexorracial. Nuestros cuerpos yonkis tienen el poder de engancharse no solo a la subjetividad hegemónica sino también a ciertos sustitutos. Nuestros cuerpos yonkis saben que, si una es lista, los sustitutos pueden producir una realidad más que conveniente. Nuestros cuerpos yonkis conocen maneras muy eficaces de convertirse juntos en puro estremecimiento gozoso y colectivo. Y la Esperanza Macarena y todo lo que se desata a su alrededor es la prueba.

La devoción es la fuerza que se desata en presencia de La Macarena y, por rebote, en sus periféricas. Ante Ellas, los cuerpos adictos dejan de obedecer los mandatos del neocapitalismo reciente y se entregan a unas prácticas que desbordan por completo todas las lógicas sociales hegemónicas y autorizadas. En el cuerpo de La Macarena y sus periféricas, en todo lo que produce su aparición en nuestros cuerpos de carne, se deja entrever algo que quizás esté hablando de un futuro diferente al que ahora podemos imaginar. Quizás en el feliz encuentro de adicción y devoción se esté desplegando un futuro más que venturoso en el que podremos dedicarnos en cuerpo y alma a la celebración precisa de cada una de las fiestas que siguen poniendo orden en el tiempo de nuestras vidas. Quizás en la práctica devocional de nuestros cuerpos adictos y juntos se esté abriendo una grieta inesperada. Quizás ha llegado el momento de aceptar de una vez por todas que La Macarena y sus periféricas, en realidad, vienen de un futuro que de momento solo podemos intuir.

¿Qué Macarena periférica eres tu según tu signo?

References
1 “Within the arco of resemblance and mimesis that perspective inaugurates, the stand-in stands in for a real that, like God and the Other, forever eludes us. The point is not so much to “find” the Other, but rather to play the drama in such a way that the stands-in come to reveal that the kernel of the drama of the other is that the Other is always a stand-in.”

Jaime Conde-Salazar s.u.s. (Madrid, 1974) es licenciado en Historia del Arte (1997, Universidad Complutense de Madrid). Obtuvo su MA in Performance Studies (2002, New York University) gracias a una beca MEC-Fulbright. Entre 2009 y 2010 fue becario de la Real Academia de España en Roma donde se convirtió en una señora rubia. En 2015 publicó su primer libro  La danza del futuro (Contintametienes). Ese mismo año Bárbara Sánchez le introdujo en los cultos macarenos y se reconoce como sierva desde entonces. A lo largo del tiempo ha acompañado procesos de creación de artistas como Antonio Tagliarini, Aimar Pérez Galí, Bárbara Sánchez o La Ribot. En la actualidad intenta acabar su tesis doctoral mientras produce devociones en loza de forma descontrolada.

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