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Una serie mnemónica virtual que une términos «in absentia» es lo que puede apreciarse hasta el 23 de febrero en Madrid en Intermediae. Se trata del proyecto «Matadero Memoria Aural» que el colectivo Soundreaders llevó a cabo durante 2013 y cuyo principal hito tuvo por finalidad la documentación de la historia del matadero municipal —en la actualidad centro de creación contemporánea— y su entorno más inmediato dentro de Arganzuela, en Madrid, a través de la grabación acústica de los hechos de la memoria de las personas vinculadas a ese espacio, bien por motivos personales, bien por temas laborales.
Como se sabe, esta forma de preservar el patrimonio a través de una representación puramente acústica no es nueva. Justo hace unos días conocí —a través de Javier Ariza, profesor en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca—«The Museum Of Endangered Sounds» de Brendan Chilcut, un proyecto (del que ya dio cuenta aquí Verónica Escobar Monsalve), que busca preservar sonidos generados en su día por tecnología ya obsoleta y que, por tanto, nunca volverán a ser emitidos. El propio Ariza llevó a cabo un proyecto acústico de recuperación de la memoria en la ciudad de Cuenca de la antigua estación del tren al confrontarla con la aparición de la nueva y flamante estación del AVE.
Sin embargo, lo que dota de una perspectiva particular a «Matadero Memorial Aural» es el sistema utilizado por Soundreaders, a medio camino entre la técnica del «soundwalk» y la entrevista fónica. Está singularidad, en la que tiempo presente («soundwalk») y tiempo pasado (entrevista) —memoria a corto plazo y memoria a largo plazo— se encuentran en un mismo plano sonoro, conlleva la posibilidad de navegar directamente en la forma. Pues la memoria no tiene substancia, es solo forma, por eso los universos sonoros, y esta propuesta en concreto más todavía dado su carácter introspectivo, nos permite reflexionar —y aquí no puedo menos que ver un planteamiento similar al trabajo de Laurie Anderson— sobre nuestra construcción de la identidad colectiva, e igualmente individual, y verificar que nuestra memoria se ve afectada por la tecnología.
Estos paisajes sonoros que nos presenta Soundreaders consiguen que no echemos en falta la parte visual a la que inevitablemente se encuentran vinculados, a pesar de que se da la opción de visitar los lugares del recorrido y escuchar los sonidos mediante teléfono móvil, Tablet o audioguías. Aun así, no es necesario ver para experimentar de primera mano todo el desarrollo de la historicidad de unas vidas y de la sociedad a la que pertenecían y que sigue ahí recubierta de diferentes capas que solamente los disímiles sonidos adyacentes son capaces de separar mediante las palabras —de nuevo Anderson—, el tono, el ruido y los silencios.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)