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Fallos iterativos, catástrofes cíclicas y peligrosas, senderos traicioneros, averías y avances. Estos son nuestros mantras modernos y nuestros métodos ineludibles, las mágicas piedras angulares de un edificio de economías, sistemas sociales, relaciones personales, creencias y filosofías. Nos ponen a prueba ante los dioses y fallamos; pedimos una prueba de la fe del otro y nos quedamos cortos; buscamos la integridad de intención pero no siempre la conseguimos. La liberación relativizadora de «no llorar sobre la leche derramada» corre pareja a la invocación de tecnologías cali-fornicativas. Hoy en día, el «progreso» equivale a diseñar proyectos, a sostener la vida y a exponerse continuamente y sin reservas al riesgo de fracasar. Y con el fracaso repentino, evidente y absoluto llega una purificación liberadora y el sentirse identificado como no favorito, unido a la obligación de «surgir de las cenizas».
El desarrollo tecnológico, como el desarrollo personal, se suele describir como la explotación e instrumentalización de momentos, acciones e individuos heroicos que pasa por alto la sombra alargada de iniciativas y proyectos abortados, fiascos, errores y mal funcionamientos así como negaciones ocultas y desastres no denunciados. La especulación sobre nuestras identidades y herramientas futuras, en ocasiones en forma de un futurismo irresponsable y flagrante, concibe y persigue una perfección utópica altamente eficaz y automaterializada. Mientras tanto, y de manera aparentemente contradictoria, los mantras de la innovación de la Costa Oeste que se han tragado el globo asignan la función del propio fracaso («Fracasa rápido, fracasa a menudo», «Fracasa hacia adelante»). En nuestra cultura saturada de tecnociencia, hasta la fuerza personal y emocional empoderada debe ir acompañada, siempre y exclusivamente, por la misma medida de derrumbe –debilidad y vulnerabilidad– y, permaneciendo abierta a la falta de confianza del experimentalista, debe estar siempre dispuesta a ser cerrada, desestabilizada. De forma inevitable y evidente, todos y cada uno de los aspectos de nuestros mundos y vidas insignificantes y defectuosos debe ser aguijoneado a causa de estas inseguridades e imperfecciones actuales. Pero, ¿qué clase de extraña realidad hemos creado, en la que Leonard Cohen[1] y Silicon Valley convergen en una especie de kintsugi[2] cultural omnipresente? Ciertamente, todas las cosas contienen grietas; seguramente es así como entra la luz en ellas, pero ¿de verdad necesitamos fracasar todo el rato, en todas partes, simplemente para poder fracasar mejor, y por enésima vez?
Durante unos días del mes de mayo de 2019, intentamos –Bernhard Garnicnig y Jamie Allen– iniciar un chat de Apple Message en el que nos informaríamos mutuamente de nuestros pequeños fracasos cotidianos. Pensábamos que la vida está tan llena de pequeñas cosas que van mal, tan inundada de expectativas frustradas, tan fracturada por las promesas rotas de personas y cosas, que un diario de estas vulnerabilidades se vería desbordado con confesiones de decepciones personales y de fracasos propios y ajenos. El ejercicio respondió a la invitación y al encargo de Vista Oral y A*Desk, que están leyendo ahora mismo, pero también fue una respuesta a nuestro momento contemporáneo, que parece exigir un reconocimiento continuo de errores, una respuesta a semejante transparencia radical. A esto se une la promesa de que el hecho de responder a esta exigencia de alguna manera mejorará la alquimia de las relaciones y la efectividad, la productividad y el honor, la integridad y la resiliencia. Así empezó nuestro pequeño listado de mensajes del chat con bastante buen resultado.
Pero el ejercicio resultó ser más difícil de lo que habíamos pensado. Tal vez nos cueste aceptar estos pequeños fracasos. ¿No será que tales confesiones sean las que crean o constituyan el fracaso? No estamos seguros. Nuestro listado se volvió algo tenso y digresivo, y acabó desglosándose en referencias #fail de YouTube, así como en algunos graciosos fallos técnicos. El hecho de comunicar nuestros fracasos, posiblemente creado por el marco de necesario autocumplimiento del ejercicio, constituía en sí mismo una suerte de fracaso.
Quizá nuestro confesionario común fue interrumpido por las corrientes tranquilas de nuestras vidas hoy en día, que mientras siguen co-creando fracasos en «sistemas» distintos y paralelos también parecen progresar con bastante fluidez. Los dos somos privilegiados, desde luego, y nuestras vidas están a salvo de fracasos realmente importantes: somos blancos, varones, cultos y europeos. ¿Cómo podríamos fracasar? ¿En qué podríamos fracasar? ¿Qué significa fracasar? ¿Todo es un fracaso? Durante los días cotidianos de esta primavera nos asaltaban esta preguntas: la noción del fracaso convirtiéndose en una suerte de tautología, especialmente cuando resulta difícil entender –como es habitual– qué es lo que está en juego. Lo que devino fue una perspectiva evaluadora que es necesariamente tolerante, indulgente o generosa, probablemente como una estrategia de supervivencia hacia la esperanzadora co-creación de vida, del vivir, en la cotidianeidad siempre algo inconsciente. Las cosas simplemente funcionan, y la mayoría de veces parecen funcionar bastante bien. Tener éxito, posiblemente, sea sinónimo de fracasar a la hora de imaginar otros resultados, experimentos más elaborados o gratificantes. Por tanto, fracasar equivale a tener éxito a la hora de crear diferencias que marcan la diferencia. Persisten pequeños milagros y pequeñas trascendencias, en la vida como en la tecnocultura, tal vez en la manera en que Langdon Winner describió con la pequeña castaña conceptual del «sonambulismo tecnológico»,[3] pero, no obstante, persistiendo.
Nuestro pequeño ejercicio nos predispuso a ver cómo el envío de mensajes y otras tecnologías de la comunicación migran cada vez más hacia los mundos de la vida que se encuentran fuera de los juicios lógicos, razonados o técnicos, fuera de las expectativas y suposiciones sobre lo que funciona y lo que no, ajenos a lo que tiene éxito y a aquello que fracasa, moviéndose fluidamente y adentrándose en la vida cotidiana. Tal y como el simple paso imparable del tiempo exilia nuestros supuestos fracasos a semejante terreno, más allá de la evaluación, donde todo es perfecto.[4]
[1]«Hay una grieta, una grieta en todo / Así es como entra la luz»es la letra de la canción Anthemde Leonard Cohen. Cohen moría un 7 de noviembre, y el 8 de noviembre Donald Trump era elegido presidente de Estados Unidos. En esa época, la letra de Anthemcirculó extensamente por Internet a través de las redes sociales como mensaje de luz y esperanza en la aparente oscuridad.
[2]Kintsugies el nombre que recibe el arte japonés de la reparación con metales preciosos de cerámicas rotas, una técnica artesana y una filosofía que considera las roturas y grietas, los defectos materiales y las fisuras como parte de la historia de los objetos que debe ser resaltada, apreciada y atesorada.
[3]Con su visión sonambulista de la tecnología, Winner criticaba la manera en que, en la cultura occidental moderna, nuestras relaciones con la tecnología se consideran demasiado obvias para merecer una reflexión profunda. Es decir, que solose constituyen como«producción»(solo de interés para ingenieros y técnicos) y «uso»(interacciones y ocurrencias ocasionales, inadvertidas, inocuas, no estructuradas, limitadas y no problemáticas). Winner pensaba que esta orientación onírica hacia la tecnología negaba la importancia fundamental de ésta para la estructura y/o el significado de la vida humana.
[4]«El simple paso del tiempo nos convierte a todos en exiliados.»— Joyce Carol Oates.
hoy no conseguí ducharme antes del mediodía
llevo tres semanas intentando salir a correr. anoche me puse las zapatillas, pero no conseguí salir de casa y me acosté.
02.05.19, 13:34
Hoy fracasé a la hora de pensar en un fracaso que estoy dispuesto a asumir
he estado intentando trabajar en un diseño de pantalla, y entonces me falló la pantalla.
02.05.19, 20:50
no conseguí convencer a un profesor de que preferiría no tener que volver a grabar el mito del artista-como-individuo-solitario dando una charla como artista individual de la que la práctica divisible podía ser el tema pero no debía ser el instrumento.
03.05.19, 02:52
el sueño, a veces, es como un lujo, eso parece, y las dos noches pasadas no consigo ser lujurioso.
08.05.19, 09:56
hoy fracasé a la hora de tocar el claxon a bordo
08.05.19, 14:57
acabo de recibir un email diciendo que está a punto de cortarse la luz de mi casa, ya que no he logrado llegar a casa, mirar el correo, y pagar la factura(s¿?)
yo
08.05.19, 16:12
mi mayor fracaso es mi idea de éxito
08.05.19, 18:50
tener éxito de determinadas maneras me parecen fracasos. tengo bastante éxito
Fallamos, fallamos,
de nuevo en casa, atravesando el mar.
Fallamos, aguas turbulentas, hmm hmmmm
hmmmmm hmm, en lograr la libertad.
rompí una botella de agua de cristal al darle un golpe con el pie.
creo que estoy algo perdido pero seguiré
perderse parece una suerte de fracaso, pero no estoy seguro de que lo sea
quizá nos enseñaron a fallar porque el concepto de fracaso impide que tomemos determinados caminos y logremos algunos éxitos considerados indeseables o innecesarios
pero no estoy seguro
no estar seguro no debería hacerme sentir un fracasado
pero estoy seguro de que a veces así es
08.05.19, 21:33
acabo de comerme un big mac
09.05.19, 01:47
El Big Mac es un fracaso nutricional
11.05.19, 10:34
Big Mac Fail
11.05.19, 13:09
Ese vídeo de YouTube no se cargó. ¿Tienes otro link?
12.05.19, 13:03
¡QUÉ PODRÍA SALIR MAL! – La Recopilación Definitiva de los Mejores Fracasos
Creo que también aparece en esta
Hoy, 13:43
Schadenfreude parece ser la palabra alemana preferida de los angloparlantes. La experiencia de placer, alegría o autosatisfacción que se deriva de presenciar o saber de los problemas, los fracasos o la humillación de otro. #epicfail
Hoy, 21:51
¿Estar condenado al éxito no podría ser lo mismo que estar destinado al fracaso?
! No entregado
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)