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Metadocumenta

Magazine

05 julio 2012

Metadocumenta

Un análisis constructivo de dOCUMENTA (13)

Documenta se ha convertido en el evento por excelencia del arte contemporáneo. Proclamada como el documento que marca el pulso del arte del momento no es extraño que provoque expectativas y decepciones a partes iguales.

Si documenta es un referente, es lógico que el/ la director/a artístico/a de turno sienta el peso de la propia institución y sea consciente de que dicha posición constituye el máximo punto de visibilidad de su carrera profesional y demasiado a menudo (o por lo menos así ha sido en las últimas dos ediciones) acostumbra a perderse en gestos, o peor, en poses justificativas de sus piruetas conceptuales. En contraste con la ambigüedad previa y las numerosas justificaciones del discurso curatorial, nos enfrentamos a dOCUMENTA (13) con la mente lo más abierta posible.

Prejuicios Todos. Las señales previas no podían ser peores: la dirección artística de dOCUMENTA (13) proclamando un no-concepto; un equipo interminable, no de comisarios sino de agentes (¿secretos? ¿con licencia para matar?); otra generosa lista de participantes entre los que figuran artistas, científicos, pensadores, escritores, etc; una lista secreta de artistas que no se desvela hasta el momento de la rueda de prensa (¿guardada celosamente en un sobre como en la ceremonia de los Oscars?) y una proliferación de sedes que pronosticaba que la visita iba a ser cansada, muy cansada…

Aspectos críticos Las excusas empezaron pronto: una rueda de prensa en la que la directora artística insiste en su “no-concepto”, para a continuación empezar a leer su ensayo, del que iba omitiendo páginas y páginas; la voluntad explícita de huir de una comunicación directa que, supuestamente, traicionaría la complejidad de la realidad y el momento actual; un catálogo que no se llama como tal sino, atención, “El libro de los libros” (“The book of books” / “Das Buch der Bücher”), como la Biblia, en definitiva; unos comisarios que no se llaman tales, sino agentes; un programa educativo que se llama “The Maybe Education and Public Programs”; la repetición constante de que se trata de un experimento o un ensayo; la proclamación de que se propone reproducir la simultaneidad, la proliferación y la rapidez y que su coreografía se apunta inarmónica y frenética… En definitiva, la duda como leitmotiv y el escepticismo como postura. Nada que objetar, sino todo lo contrario, siempre que no se utilice como escudo defensivo.

Todo esto hace sospechar que el tiempo y la energía se van en discursos meta-artísticos, en redefinir las denominaciones, en escudarse en las nociones de “experimento” o “ensayo” como una manera de huir de hacer statements y de defenderlos, de ofrecer una visión que, obviamente, puede ser errónea, pero que como mínimo puede generar discusión y debate. Y también la sensación de una autoironía que, quizá funciona como making off o en petit-comité, pero no como declaración de principios.

dOCUMENTA (13) es una documenta desestructurada, en la que la acumulación y la exageración (del número de artistas, de participantes, de sedes, de eventos, de proyecciones, de publicaciones, de encuentros, de seminarios) no hace sino distraer la atención. Porque ¿de qué va dOCUMENTA (13)? De todo. Seguro que todo el mundo encuentra algo a lo que aferrarse. dOCUMENTA (13) es como unos grandes almacenes, con semana dedicada a Afghanistán o El Cairo incluidas, en los que seguro que encontramos algo que nos vaya bien.

Aspectos positivos El arte. El reencuentro con las propuestas y posicionamientos artísticos: la entrada en un Fridericianum casi vacío, en el que el aire frío de Ryan Gander marca el umbral de acceso a todas las historias que se nos van a contar.

Es de destacar también la recuperación de ciertos posicionamientos artísticos, no obvios ni cómodos, de artistas que en un momento determinado decidieron (o no tuvieron otro remedio) que ser corredores de fondo, aún a riesgo de quedar fuera del juego. Pensamos en Ida Applebroog y su exploración del ser humano en toda su complejidad, en el músico y artista Llyn Foulkes, siempre resistiéndose a ser encasillado, en Fabio Mauri y su convencimiento en la comprensión lingüística del mundo, en Sanja Iveković y su investigación de ciertos detalles de la historia más reciente o en la abstracción (mental y política) de Etel Adnan.

Destacan también magníficos trabajos que no son más que la prueba de sólidos posicionamientos individuales: la obsesión de Mark Lombardi por recoger informaciones relacionadas con escándalos políticos y financieros y plasmarlas en forma de mapas mentales; las narraciones personales de Mario García Torres, a partir de ciertos referentes de la historia del arte reciente, ejemplificado en el caso de Alligiero Boetti y su estancia y experiencias en el Hotel One en Kabul; la obsesión y la meticulosidad en el trabajo con las imágenes de Geoffrey Farmer o de Yan Lei; la reflexión sobre el tiempo y la modernidad a cargo de William Kentridge; la exploración de las formas narrativas de Dora García que, en esta ocasión, adopta el formato de un programa de debate televisivo que se emitirá cada viernes desde Kassel; las transformaciones de elementos comunes o muy familiares (en este caso, las imágenes extraídas de un libro que parece ser sobre percepción) mediante sutiles observaciones que abren otras posibles perspectivas, en el caso de Roman Ondák o, la experiencia, en el sentido más pleno de la palabra, de la oscuridad, la incertidumbre, la emoción, el descubrimiento, la conciencia, la diversión y la presión en la vivencia preparada por el siempre radical Tino Sehgal.

La experiencia de la exposición deja claro que lo político no pasa únicamente por lo documental, que para intentar entender el mundo quizás debemos dirigir la mirada hacia otras prácticas científicas como la física cuántica y que la producción de pensamiento no puede entenderse a partir de categorías cerradas, sino de un movimiento y un flujo constante de ideas y referencias que pueden parecer caóticas.

Y tras la experiencia de la exposición, la reflexión, la lectura de un ensayo curatorial en el que se apuntan ideas, hojas de ruta, momentos de reflexión, análisis del presente y del arte. ¿Por qué entonces tanta coquetería y tanta pose previa? ¿por qué tanta falsa actitud dandy? ¿por qué tantas justificaciones? dOCUMENTA (13) es una documenta inabarcable, pero por eso mismo ofrece multitud de caminos posibles y, no cabe duda que en estimular esa búsqueda de sentido radica su gran acierto.

A Montse Badia nunca le ha gustado estarse quieta, por eso siempre ha pensado en viajar, entrar en relación con otros contextos y tomar distancias para poder pensar mejor el mundo. La crítica de arte y el comisariado ha sido una vía desde la que poner en práctica su convencimiento en la necesidad del pensamiento crítico, de las idiosincracias y los posicionamientos individuales. ¿Cómo si no podremos cuestionar la estandarización a la que nos vemos abocados?
www.montsebadia.net

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