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Nostálgicos y sinceros

Magazine

15 julio 2024
Tema del Mes: Nostalgia productivaEditor/a Residente: Miguel Ángel Hernández Navarro
Nostálgicos y sinceros, Lotte Laserstein, Kväll över Potsdam, 1930, Staatliche Museen zu Berlin, Nationalgalerie 

Nostálgicos y sinceros

I.

Llevo dos semanas viviendo en un hotel en Alabama. Mi huésped favorito es un tigre que se pasea por el lobby dando abrazos a los fans de un equipo universitario de fútbol americano. Hay hechos que se convierten en recuerdos deseables en el mismo momento en el que suceden.

II.

Era más nostálgica a los veinte que a los treinta y cuatro, cuando había menos que echar de menos y más futuro por delante. No creo que esto sea algo paradójico o incomprensible; el carácter reconfortante que solemos asociar a la recolección de hechos ya vividos explica bien por qué alguien elegiría lo conocido frente a lo incierto. A los veinte tenía, de algún modo, más por decidir y, por tanto, más capacidad para equivocarme. Yo opté por la belleza que guardan ciertas formas de control.

Se ha escrito y pensado mucho sobre cómo la nostalgia supone una idealización del pasado y los peligros de autoengaño que este falso control conlleva. El nostálgico no solo corre el riesgo de cometer un fallo epistémico al embellecer el pasado; hay algo todavía más problemático, que tiene que ver con un anhelo que inmoviliza e impide sobrellevar responsabilidades presentes. El no querer actuar para prevenir la pena convierte al nostálgico no sólo en un sujeto insincero, sino también en uno poco ético.

Para Svetlana Boym (2001), existe una manera de entender nuestra relación con el pasado que no convierte a la nostalgia en una emoción problemática. Boym se refiere a un tipo de nostalgia que, en lugar de centrarse en el retorno a un momento pasado, es consciente de lo irrecuperable de la experiencia vivida. Esta ‘nostalgia reflexiva’ se centra en narrativas personales donde el sujeto participa activamente en la reconstrucción e interpretación de su pasado. Además, no busca restablecer el pasado, sino que simplemente encuentra placer en la distancia sin un interés real en alcanzarlo. Más que un intento de evasión, pretende recuperar una forma de ver el mundo. Aquí no se comete el error de “comparar tiempos” (Scott A. Howard, 2012); es decir, de comparar una situación actual con una pasada. Hay un respeto e independencia hacia lo que fuimos y lo que somos.

Lo más importante es que quienes experimentan este tipo de nostalgia reflexiva son capaces de admitir que, en ocasiones, el pasado fue diferente a como lo recuerdan. Tienen la capacidad de reconocer que no todo fue tan luminoso y que no éramos tan buenas. Para logralo, deben utilizar un cristal bien limpio para apreciar el verdadero valor del pasado. Esto no es tarea fácil, por supuesto. Peter Goldie (2003), filósofo de las emociones, explica esto muy bien. Para Goldie, echar la vista atrás es una operación con un alto riesgo de contaminación. Esto se debe a que al recordar, nos convertimos en juez y parte de nuestras memorias. Esto significa que aparecemos como parte del contenido de lo que recordamos y que, al mismo tiempo, nuestros propios pensamientos y sentimientos presentes moldean y afectan esa memoria. Ser consciente de cómo nuestro sistema de valores actuales puede alterar el pasado es una tarea para el nostálgico, que no solo es reflexivo, sino también sincero.

Son nostálgicos y sinceros: Joseph Cornell, Sophie Calle, Jonas Mekas, Charlie Brown, Lotte Laserstein, Ramón Gaya y Milena Busquets cuando escribe sobre los veranos en Cadaqués.

III.

No sé si lo recordará, pero con siete años le regalé un bolso de mano. Este era un bolso inspirado en una mujer en particular. Un Kelly, un Lady Dior, un Birkin y ahora un Marín. Un bolso que en realidad era una caja de zapatos forrada con unos dibujos de margaritas garabateadas con rotulador. Un trozo de lana generoso funcionaba como asa. Ni práctico, ni impermeable. Pero con espacio suficiente para guardar todas esas locuras que las famosas enseñan a la cámara en los “what’s in your bag” de Vogue. Monederos, pinzas del pelo, frascos de perfume o la botella de ginebra de Emma Watson. Me cogí una rabieta de pegar pataditas al suelo cuando vi que se resistía a sacarlo a la calle a pasear. No sé bien qué fue de aquel bolso zapatero, pero durante un tiempo lo usamos para guardar cintas de casete. Algunas de esas cintas contenían grabaciones caseras de un programa de radio imaginario. La sección estrella del programa era un parte meteorológico en el que informábamos exclusivamente del tiempo del día anterior. No teníamos la tecnología necesaria para predecir lo que ocurriría así que optamos por informar a nuestros oyentes del pasado. Muchos años después descubriría que los periódicos suecos también te recuerdan si ayer nevó. 

IV.

La nostalgia es una emoción puramente estética. En su centro reside un placer desinteresado que nada tiene que ver con fines prácticos o morales. Además, el nostálgico sincero posee tres virtudes que comparte con el esteta: atención, sensibilidad y coraje. El nostálgico observa el pasado de la misma manera que el esteta analiza lo bello, con la vulnerabilidad de quien comprende que el acto de recordar y el de apreciar no están bajo su control, consciente de que estos actos pueden llegar a transformarlo al revelarle una parte del mundo que desconocía.

V.

El nostálgico tiene la capacidad de partir la vida en dos. El lugar exacto en el que decidimos dividir entre ‘el ahora’ y ‘lo de antes’ dice mucho de nosotros. Para algunos, lo anterior serán el quiosco de la esquina y todos los caramelos que se podían comprar con cinco duros, mientras que para otros, la referencia será el tiempo antes de que surgieran dolores y penas concretas. Tengo la teoría de que no se puede empatizar con el nostálgico (Martínez Marín, 2019). La nostalgia manda invitaciones personales. Es autorreferencial y no permite ser compartida. Por tanto, la nostalgia se sienta más cerca de la envidia y de la culpa que de la alegría o la tristeza, que son emociones altamente contagiosas. Eso no quiere decir que no podamos encontrar parecidos en las biografías de los otros; al final todos echamos de menos algo que es amado o apreciado, pero el porqué es apreciado responde a razones personales y muchas veces incomprensible para los demás.

Nostálgicos y sinceros-museum wonder

Museum of Wonder, 2023, Seale (Alabama)

Referencias

Boym, S. (2001). The Future of Nostalgia, Nueva York: Basic Books.
Goldie, P. (2003). One’s Remembered Past: Narrative Thinking, Emotion, and the External Perspective, Philosophical Papers, 32 (3), 301-319.
Howard, S.C. (2012). Nostalgia, Analysis, 72 (4), 641-650.
Martínez Marín, I. (2019) Robinson and Self-Conscious Emotions: Appreciation beyond (fellow) feeling, Debates in Aesthetics, 14 (1), 74-94.

(Imagen de portada: Lotte Laserstein, Kväll över Potsdam, 1930, Staatliche Museen zu Berlin, Nationalgalerie)

Irene Martínez Marín es doctora en Estética por la Universidad de Uppsala. Uppsala está en Suecia. Tierra de bollitos de canela y de resbalones en el hielo. Bollitos: all-year-round. Riesgo de moratones: los primeros cinco meses del año. Escribe sobre racionalidad, apreciación y emociones estéticas. Su trabajo ha sido premiado por la European Society for Aesthetics (Fabian Dorsch Essay Prize, 2019) y la American Society for Aesthetics (Irene Chayes New Voices Award, 2021).
irenemartinezmarin.com 

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