Buscar
Para buscar una concordancia exacta, escribe la palabra o la frase que quieras entre comillas.
En A*DESK llevamos desde 2002 ofreciendo contenidos en crítica y arte contemporáneo. A*DESK se ha consolidado gracias a todos los que habéis creído en el proyecto; todos los que nos habéis seguido, leído, discutido, participado y colaborado. En A*DESK colaboran y han colaborado muchas personas, con su esfuerzo y conocimiento, creyendo en el proyecto para hacerlo crecer internacionalmente. También desde A*DESK hemos generado trabajo para casi un centenar de profesionales de la cultura, desde pequeñas colaboraciones en críticas o clases hasta colaboraciones más prolongadas e intensas.
En A*DESK creemos en la necesidad de un acceso libre y universal a la cultura y al conocimiento. Y queremos seguir siendo independientes y abrirnos a más ideas y opiniones. Si crees también en A*DESK seguimos necesitándote para poder seguir adelante. Ahora puedes participar del proyecto y apoyarlo.
A John Cage le pasa como a Picasso. En determinados años y no por azar, aparece por todas partes. La presencia de John Cage en el mundo de la cultura es una constante, tanto por su condición de código genético de muchas prácticas y teorías artísticas posteriores –pasadas, actuales y seguramente futuras- como por el lugar que, hasta el momento, ocupa en la historia del arte. Y de la música. Pero, a diferencia de Picasso, a John Cage le suministramos más devoción.
John Cage murió en 1992, un año que muchos recordamos y no precisamente por la muerte del compositor. Aunque los aniversarios históricos tienden a conmemorar la fecha de defunción de aquellos cuyo nombre y apellidos se escriben con las mayúsculas que obsequia la Historia, el caso de John Cage ofrece una particularidad al respecto. Se conmemora, no su acta de desaparición, sino su fecha de nacimiento: 1912. Será que con alguien como John Cage es mucho más apropiado recordar solemnemente su aparición y no su pérdida. Como una manera de celebrar afirmativamente lo que con él se origina, en paralelo a esa otra tendencia, tan habitual en cultura, de utilizar los aniversarios como un espacio de radiantes plañideras intelectuales.
John Cage es una de las figuras (hay que usar lo generalista del término ante lo multifacético de la persona) más influyentes para el arte -Duchamp permitiendo- y la música del siglo XX. Motivo más que suficiente para lanzar CAGE100, un macroevento que aglutina diversos proyectos. Y desde Leipzig para el mundo, el destino perfecto para el turista no accidental y melómano en una ciudad por la que pasaron Bach, Wagner y Mendelssohn.
CAGE100 ha generado, entre 2012 y 2103 nueve proyectos que obviamente inciden en el factor musical de la producción cageana. Evento en el que tampoco podía faltar un apéndice expositivo, la exposición “Party Pieces” en la Galerie für Zeitgenössische Kunst. Esta exposición funciona como un archivo del presente para un proyecto que repite el ejercicio de la pieza homónima de John Cage en 1945, cuando el compositor, junto a Henry Cowell, Lou Harrison y Virgil Thomson decidió proceder, como los surrealistas, a través del concepto de “cadáver exquisito”. Un compositor escribía un compás más dos notas, doblaba el papel por el compás y se lo pasaba al siguiente compositor, quien usaba esas dos notas para continuar la composición y así sucesivamente. La adaptación de “Party Pieces” que se presenta en Lepizig se sirve de la idea de cadáver exquisito pero aumentando el número de compositores a 128. Cada uno de ellos escribe una hoja a mano, con un límite impuesto, enviando a otro compositor la última parte de la composición para ser continuada por el siguiente. El orden de los compositores internacionales, en sintonía con ciertos postulados de Cage, se definió con la ayuda de una moneda y el libro I Ching.
La particularidad de esta apropiación colectiva de “Party Pieces” es que el espectador puede llevarse la exposición a casa en forma de publicación. Eso sí, sólo aquellos que estén en Nueva York el 17 de octubre de 2013 podrán escuchar el resultado sonoro de esta partitura desterritorializada. Sucede que a veces el potencial de una exposición no está tanto en invocar y recrear el ingenio de un creador, John Cage en este caso y a quien no le hacen falta aniversarios para ser recordado, sino en funcionar como elemento mnemotécnico para otros proyectos, si cabe más modestos pero más potentes. Por ejemplo, Posibilidad de Acción. La vida de la partitura (MACBA 2008), donde se mostraba una exploración de la partitura que también entendía la notación desde una vertiente musical y visual, pero que yuxtaponía música y arte contemporáneo y que, además de sacar a la partitura de su contexto clásico de autoridad, permitía la entrada de otros mundos dentro de una partitura que no siempre tenía que pasar por la interpretación de un músico legítimo. Aunque sí por el beneplácito de un espectador-intérprete a favor de una heterodoxia ya canónica.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)