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Pensar el GIF

Magazine

04 julio 2016
Tema del Mes: El GifEditor/a Residente: A*DESK
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Pensar el GIF



Vamos a imaginar que el arte no existe ni ha existido nunca, que solo existen prácticas culturales como la pintura, la escultura, la música, la poesía, el cine, el teatro, la danza, el deporte, la gastronomía, la fotografía… en fin, todo eso[[Ya que estoy hablando de prácticas culturales no puedo dejar de señalar que el consumo de mercancías, la corrupción política, la guerra, la xenofobia, la tortura, el sexismo, el abuso de poder, etc., son también prácticas culturales, a falta de una definición más acotada del concepto Cultura.]]. Vale. Pero, aunque el arte no existiese como concepto, un pintor, por ejemplo, si no quiere que su práctica se convierta en un eco del poder, en una reverberación de la opinión pública, si pretende que su quehacer adquiera una cierta autonomía, tendrá que enfrentarse tarde o temprano al sentido de su práctica. Tarde o temprano tendrá que preguntarse qué le lleva a pintar de una forma y no de otra, por qué “lo que hace” lo hace como lo hace. ¿Es el azar quien guía su mano? ¿Son los genes? ¿El conocimiento?¿El espíritu? ¿Las energías del universo? ¿La comunidad? ¿La fe? ¿El inconsciente? ¿Todo a la vez? Exacto, tendrá que pensar. Entonces, para saber si un GIF, por ejemplo –su producción y exhibición es una práctica cultural como las antes mencionadas–, cumple con los requisitos que tiene que tener un buen GIF, hay que pensar, hay que pensar en qué puede consistir eso que se llama un “GIF interesante”, si no, no es posible, y hay que pensar hasta el final, o sea, hasta donde uno llegue[[No, yo no lo voy a hacer.]]. Bien. Este “pensar” se puede aplicar igualmente al “lector”, a todos los que “leemos” esas prácticas. Para que nosotros, como lectores, podamos determinar si una práctica cultural nos place o no –por ejemplo–, tenemos que pensar. A no ser que creamos que todo lo que sentimos, por el solo hecho de sentirlo, ya está legitimado, fundado. En ese caso, nada que objetar. Y es que el principal atractivo de muchas prácticas culturales consiste precisamente en que no tienes que pensar –o tienes que pensar solo un poquito–, porque entiendes que la comunidad ya lo ha hecho por ti, y simplemente te dejas llevar. Ya seas autor, actor o lector, te sumerges en el canal y abres tu corazón a la alegría de pertenecer a una comunidad, sintiendo que formas parte de algo más grande. Y es que no hay nada más bonito que sentirse pertenecer a una comunidad, por pequeña que sea, y celebrarlo una y otra vez. Además, es comprensible, pensar no es agradable, porque pensamos sin ser conscientes de nuestras limitaciones, lo que hace que nos abandonemos voluntariamente a la intemperie, en sentido figurado, claro[[¿Y por qué no somos conscientes de nuestras limitaciones? Porque esas cabronas no paran de moverse, y para encontrarlas hay que seguir pensando, lo que convierte el pensar en una búsqueda de límites, o sea, en una construcción o detección de espacios.]]. Pero en el caso de que, por el motivo que sea, decidamos pensar sobre esas prácticas, llegaremos a la conclusión de que lo que menos nos importa, como “lectores”, es si nos placen o no. Priorizamos la dialéctica que se crea tras ese encuentro de… otredades, tras ese chorreo de flujos, digamos –no sin apuro–, sin olvidar que esa dialéctica no es ni una forma ni una técnica, sino una especie de temblor, un movimiento.

Pero todo esto lo escribo porque he aceptado el encargo de ensayar un texto sobre las condiciones del GIF, y lo haré como pueda. Vale, voy al grano. Empezaré dando un breve repaso a sus características técnicas: animación, formato digital, de 2 a 256 colores, medidas variables, transparencias, repetición sin fin, posibilidad de incorporar sonido (aún de forma muy precaria), peso ligero ideal para compartir en las redes sociales. Como veis, en principio parece albergar suficientes atractivos como para que los amantes o aficionados a las expresiones culturales, espirituales o plásticas se sientan impelidos a probar su uso. Pero algo falla, como siempre que la tecnología da a luz a una nueva forma de expresión, y es que aún no está completamente inmerso en la esfera del valor cultural, y eso es precisamente lo que me parece más interesante de este formato de intercambio de gráficos[[La fotografía puede llegar a ese estatuto próximamente, pero recorriendo un camino de ida y vuelta. Después de sumergirse completamente en la esfera del valor, se ha abusado tanto de ella que, afortunadamente, está perdiendo gran parte del mismo, lo que hace que pueda liberarse y volver a ser útil en un futuro no muy lejano.]]. Todos podemos hacer un GIF y colgarlo en las redes sociales sin miedo a que nos acusen de encubrir elevadas pretensiones artísticas, entre otras cosas porque la mayoría de los que corren son apropiaciones –parientas del collage– y se desconoce la autoría. Además, aún mantiene la virtud de no estar asociado a un precio, lo que también es una ventaja. Pero seguimos. A los atractivos antes mencionados tenemos que añadir su rápida circulación gracias a su medio de exhibición “natural”, el ciberespacio, lo que lo convierte en un formato popular y hace que todos los lectores de esta revista sepan ya en qué consiste un GIF, se hayan topado con cientos de ellos y constatado varias de sus tipologías, entre las que yo, arbitrariamente, destaco: la del GIF homenaje, el GIF gracioso, el GIF formalista, el GIF político, el GIF porno –aquí da mucho de sí el loop– y el GIF publicitario –también se pueden ver varias de esas tipologías reunidas en un solo GIF–. Vale. De todas las tipologías, la que más abunda y la que más detesto es la del GIF homenaje. De contenido explícito, su única función es la de alabar, y está estrechamente emparentada con la imagen religiosa. Las redes sociales están llenas de GIF’s y fotografías y textos colgados con ese único repugnante objetivo, el de crear comunidad a través de la aclamación y de un falso sentido de pertenencia, de lo peor. De los GIF homenaje solo salvo los que respetan su técnica básica, el no tener ni principio ni fin[[En caso de no respetar esa técnica básica el GIF se convierte en una imagen animada que se va repitiendo sin sentido. Pasaría a ser, simplemente, una animación corta. Vendría a ser equivalente a realizar un vídeo con un solo fotograma, o sea, un uso torpe del formato.
]], y eso pasa cuando esa falta de principio y de fin, esa repetición, le da un sentido más allá del “homenajístico” o laudatorio, recurriendo entonces al recurso alegórico o estético. Aquí van algunos ejemplos de los dos tipos de GIF homenaje:

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Homenaje4.gif

c) gif

El GIF formalista no deja de ser una pintura en movimiento. En algunos casos el movimiento aporta algún sentido –cuando deja de ser pintura y se convierte en imagen-tiempo– y en otros no. El GIF político suele ser de contenido explícito y, en consonancia con el GIF homenaje, lo que busca es la adhesión, crear comunidad a través de la denuncia o la aclamación. El GIF gracioso es… pues como un chiste visual y… como todos los chistes, los hay graciosos y los hay que no, bajo los mismos criterios de valoración. El GIF publicitario y el GIF porno, como el GIF homenaje, suelen ser también de contenido bastante explícito, lo que me lleva a pensar que eso es algo que comparten no solo la mayoría de GIF’s, sino la mayoría de prácticas culturales. Ahora vienen ejemplos de GIF formalista, GIF político y GIF gracioso (los GIF’s publicitario y pornográfico me los salto porque todo el mundo los conoce o se los puede imaginar sin apenas posibilidad de confusión):

b) gif

politico6.gif

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En un principio hemos imaginado que el arte no existe, que solo existen prácticas culturales, y ahora vamos a imaginar que sí existe. Entonces, en caso de existir, ¿qué características debería tener un “GIF artístico” para que pueda ser considerado como tal? Pues las mismas que debe tener una pintura, una fotografía, una instalación, etc., para que sean consideradas una pintura artística, fotografía artística, etc., o sea, tenemos que pensar. A no ser que… etc.

Rafael es un gran aficionado a la náutica y los deportes de invierno, pero lo que realmente le gusta es todo lo relacionado con la cultura y el arte. Le chiflan las tradiciones y el folclore de cualquier lugar del mundo, y cuanto más ancestrales sean esas tradiciones, mejor. Fascinado por la sensibilidad del ser humano, se emociona con facilidad frente a cualquier práctica artística. Las prácticas culturales contemporáneas también le entusiasman. Donde se celebre una actividad cultural, sea del tipo que sea, allí lo encontraréis, admirado, con los ojos anegados por el llanto.

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"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)