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En 1818, Caspar David Friedrich, con “El viandante sobre el mar de niebla”, nos ofrece una de las imágenes más icónicas de la relación entre el individuo y la naturaleza.
El viandante de Friedrich se muestra como un hombre erguido, con una postura firme, en la cima de una montaña. Esta imagen encaja perfectamente en la tradición del arte occidental, en la que el individuo que contempla la naturaleza suele ser varón, blanco y capaz. El héroe romántico se define aquí por su capacidad física: ha escalado la montaña, ha superado obstáculos y ahora domina el paisaje con una mirada que lo conecta con lo infinito.
Caspar David Friedrich, Wanderer above the Sea of Fog
Ese cuerpo «capaz» nos muestra de forma completa sus herramientas de dominación y se convierte en la norma implícita a través de la cual se define la relación con el mundo.
Si imagináramos al viandante con un cuerpo diferente —quizás con una prótesis, un bastón no solo como símbolo sino como necesidad, o en una posición que no fuera e dominio visual sobre el paisaje—, la lectura de la obra cambiaría radicalmente.
Tratando de subvertir esta lectura, podemos imaginar una obra que represente lo sublime no como un privilegio de quienes pueden «alcanzar la cima», sino como una experiencia universal que se manifiesta de diversas maneras. Un viandante que enfrenta el paisaje con un cuerpo no normativo, o que vive lo sublime sin necesidad de “escalar”.
El sentido de triunfo silencioso y contemplativo se transformaría en una reflexión sobre la presencia corporal en el espacio y sobre las barreras, visibles o invisibles, que definen quién puede o no acceder a una experiencia.
Lo que nos llega de forma clara a través de Friedrich es que el arte, en el pensamiento común, es un lenguaje inteligible y complejo y que, por su naturaleza, es un espacio muy elitista, en el cual transitan en su mayoría cuerpos normativos, tanto como público como en el ámbito profesional.
Y que solo con nuestros grandes esfuerzos y productividad podremos intentar alcanzar el pico más alto.
Las expectativas son algo muy personal, dictadas por nuestros orígenes, contexto sociocultural, experiencias y cuerpos.
Llegué a Barcelona hace siete años y, para mí, migrar fue donarle un nuevo nombre a las cosas. Fue asumir mi discapacidad y vivir en el equilibrio entre autonomía e interdependencia, conceptos que no existían en mi vocabulario.
Nací con una enfermedad genética llamada osteogénesis imperfecta, comúnmente conocida como la enfermedad de los huesos de cristal. Las fracturas, los aparatos ortopédicos, las fotografías de identificación médica, las salas de espera, los hospitales y las recuperaciones han sido presencias continuas, dando a mi vida un ritmo pausado, lejos de la competencia y del frenesí del mundo normativo.
Sé por experiencia que muchos profesionales o personas no discapacitadas no lo asumirán, pero mi cuerpo me ha enseñado muchas cosas, y nunca he sentido el deseo de tener otro.
Nunca he pensado: «¿Por qué a mí?».
La primera vez que me di cuenta de que mi cuerpo era un cuerpo político fue sacándome unos autorretratos de pie, sin ropa; tenía poco más de veinte años. Recordaba con violencia varios momentos de la infancia en que me retrataban de pie, desnuda, con los brazos abiertos y la cara frontal a la cámara. Jugaban a hacer taxonomía: fotografiaban, medían, hablaban de mí como si no pudiese entender su idioma y me devolvían a los brazos de mi madre.
Retratarse no fue sanador. El arte no sana nada, y pensar que lo hace es de lo más asistencialista que se pueda presumir desde la normatividad. Fue, como diría Paul B. Preciado, [1] Paul Preciado (2024) Lorenza Böttner, Réquiem for the norm. Spector Books ”reorganizar las relaciones entre el poder y la mirada, reapropiarse de una representación, resistir a ser objeto de representación de la medicina disciplinaria”.
Como artista y educadora viviendo en Cataluña, llevo tres años impartiendo clases de arte en centros de educación especial. Sí, lo hago. Y lo hago dejándome atravesar por la violencia que representan estos espacios de exclusión.
Lugares de los que había asumido la desaparición, habiendo nacido en Italia después de 1977, año en que entró en vigor la Ley 517. Esta normativa, fruto de la lucha de Franco Basaglia, sentó un precedente al establecer la eliminación definitiva de las escuelas especiales y de las clases diferenciales, afirmando así el derecho de los niños con discapacidad a crecer en la escuela de todos.
El primer desafío ha sido desmontar el enfoque de la enseñanza artística como algo técnico, institucional y manual, que limita a los estudiantes a seguir instrucciones precisas [2]Suárez Vega, Á. (2021). Educación, arte y enseñanza: ¿Para qué la educación artística? Voces y Realidades Educativas . Como sostiene María Acaso [3]Acaso, (2016). La educación artística no son manualidades. Catarata, “hay que rechazar las manualidades”, apoyar la expresión corporal y personal, y enfocarse en el deseo, que empieza con la sexualidad pero se expande hacia cuestiones más invisibles, como el autoconocimiento o simplemente atreverse a exponer gustos personales e ideas propias. Acciones indispensables para responder a una sociedad que silencia los cuerpos que se sitúan fuera de una normatividad establecida.
Claudia Ventola
La segunda gran cuestión ha sido trazar nuevas líneas para crear referentes históricos, asumir los autoimpuestos límites disciplinarios del arte y entender cómo la mirada capacitista se mimetiza y se moldea siempre a favor de una supremacía de la normatividad.
El capacitismo no solo se manifiesta en la falta de representación de cuerpos con diversidad funcional. Desde la glorificación del cuerpo perfecto en las estatuas grecorromanas hasta la escultura renacentista y el realismo social con sus piedades, pasando por la fetichización del cuerpo discapacitado. También se ve en cómo interpretamos a artistas cuyas trayectorias vitales estuvieron marcadas por alguna condición, omitiéndolo o enfatizándolo según el caso, pero siempre perpetuando una mirada que disocia el valor artístico de la corporalidad no normativa.
La pregunta es: ¿para cuándo una real consideración del potencial de la discapacidad para alterar las hegemonías cisnormativas y capacitistas que siguen estando presentes? No se trata de una cuestión puramente identitaria, sino de preguntarnos qué nos aporta lo disca a la hora de entender el mundo y las violencias que vivimos.
Recuerdo un día en que un chico de 13 años, nacido con parálisis cerebral, me hizo entender cosas complejas con una sola frase. Estábamos en clase analizando el trabajo de Bruce Nauman, “Dance or Exercise on the Perimeter of a Square”, y dijo: «Entiendo esta obra porque a mí me ha costado un montón de tiempo aprender a caminar y estar en las cosas”.
Desde la teoría y en los espacios de arte, hace años que se pontifica la frase “poner la vulnerabilidad en el centro ” sin saber concretamente cómo hacerlo. Os traigo este ejemplo porque borró de mi mente las teorías y grandes palabras que nos gusta leer desde lo alto de las academias para volver a algo tan sencillo como encontrar un puente entre nuestras vidas y lo que tenemos enfrente, eso que llamamos arte. Puso su vulnerabilidad en el centro y encontró la mediación de aquel trabajo.
Desde 2024, el Ayuntamiento de Barcelona ha activado un plan sectorial de accesibilidad en los espacios museísticos que prevé lograr la «accesibilidad universal». Accesibilidad física, accesibilidad comunicativa y accesibilidad cognitiva son los ejes centrales del proyecto, que se desarrollará hasta 2030.
Para cuestionarnos un poco este plan, retomo las palabras de Helena Vinent y Tatiana Antoni Conesa: «No se trata de incluir a les discas mediante intermitentes medidas de accesibilidad en un sistema que nos discapacita y que nos excluye, sino de cuestionar la idea de normalidad y romper con aquellas formas de funcionar a las que estamos habituades”. [4]EGAÑA ROJAS, RACCO, G. (2024) la cultura no es una autopista, los museos podrían ser jardines.
Y esto para decir que bienvenidos sean los proyectos que incluyan la diversidad funcional como una crítica, pero poco sirven si no somos capaces de imaginar un cambio estructural en las instituciones sin analizar cómo es el sistema que oprime y crea la discapacidad.
No se trata solo de cumplir con cuotas, sino de poner en crisis los saberes legitimados de la normatividad y poder imaginar nuevas posibilidades y discursos juntes.
[Imagen destacada: crédito Sophia Vargas]
↑1 | Paul Preciado (2024) Lorenza Böttner, Réquiem for the norm. Spector Books |
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↑2 | Suárez Vega, Á. (2021). Educación, arte y enseñanza: ¿Para qué la educación artística? Voces y Realidades Educativas |
↑3 | Acaso, (2016). La educación artística no son manualidades. Catarata |
↑4 | EGAÑA ROJAS, RACCO, G. (2024) la cultura no es una autopista, los museos podrían ser jardines. |
Claudia Ventola. Artista crip e investigadora desarrolla proyectos que cuestionan la redefinición continua del cuerpo político en relación a la competitividad de la salud, la infantilización de los cuerpos no normativos y las violencias médicas. En general, investiga la poética del dolor como interferencia a las retóricas del triunfo del capitalismo neoliberal. Actualmente colabora con E: \ \ ART como artista- educadora dentro del proyecto Dialògiques destinado a adolescentes con diversidad funcional.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)