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Que en Polonia se digan las cosas de una manera directa y sin preámbulos, es algo que llevan en la sangre. Pero que además se abran temas a corazón abierto y sin anestesia, es mucho menos frecuente, en ésta y todas las latitudes. De combinar ambas estrategias resulta una mezcla que ha cristalizado, precisamente, en la nueva revista Szum. Con solo cuatro números en prensa, ya han desgranado el sector académico, el mercado del arte, las galerías y las instituciones públicas, respectivamente. Una línea editorial muy clara, una presentación inconfundible y una cuidadísima edición, son algunos de los ingredientes que les han procurado uno de los primeros puestos en las publicaciones periódicas sobre arte actual y crítica del país.
Con motivo de la presentación del cuarto número, dedicado a las instituciones públicas, reunieron en debate abierto a los directores de los centros de arte contemporáneo más destacados del país: Joanna Mytkowska (Museo de Arte Moderno de Varsovia, MSN ), Dorota Monkiewicz (Centro de arte contemporáneo de Wrocław, MWW), Hanna Wróblewska (Galería Zachęta,Varsovia), Maria Anna Potocka (Museo de Arte Contemporáneo de Cracovia, MOCAK) y Jarosław Lubiak (Museo de Arte de Łódź, MSL).
El hilo conductor de la charla fue el artículo de entrada de Adam Mazur: una disección de la escena de las instituciones públicas del país en los últimos 25 años. Sin pelos en la lengua, Mazur hace un recorrido exhaustivo y altamente crítico de la situación, desde los tejemanejes entre políticos y directores, affairs de todo tipo, resaca comunista y una crítica que casi podría tildarse de bofetada: escándalos de todos los colores, sistemas anquilosados en un pasado que aún parece reciente, los dinosaurios de los museos nacionales, las iniciativas casi heroicas de algunos directores que casi parecen prestidigitadores u hombres-orquesta, la ausencia de museos privados, la no colaboración entre instituciones homónimas o diversas, la existencia de instituciones de nomenclaturas y objetivos que rozan con lo rocambolesco, y un largo etcétera que pone todos los puntos sobre las íes. Una historia que, ironiza Mazur en los preliminares, “haría tirarse de los pelos al propio Barón de Munchausen”, en un país que -como apunta al final- necesita encontrar su propia definición y sus propias reglas del juego, más allá de los modelos extranjeros.
El encuentro no tuvo desperdicio. Se discutió sobre los resquicios comunistas -presentes o no, buenos o malos-, sobre las nuevas instituciones que surgen, literalmente, de la nada y sobre lo que es más complicado, reformar las ya existentes; también sobre la competencia del sector privado o temas cruciales como la sociedad y el cómo tomarle el pulso, un reto que no se consigue sino en años; igualmente, la escena internacional y el cómo crear un modelo propio quedando a la altura de tan potentísimas propuestas extranjeros. Para terminar, se habló sobre la pieza sin la cual la maquinaria, sencillamente, no arranca: el artista, su papel, su complicidad o lejanía. Mucha chicha.
Eso es poner “las cartas sobre la mesa”. Szum lo tiene claro, no hay más que ver su portada y su ácida bienvenida del número primaveral: una personificación de Polonia, deliberadamente kistch, representada por una atractiva/horrenda jirafa portando una ristra de salchichas, pisando un saco de patatas con fondo de vodka, cajas de cartón y pienso. Adiós a los monumentalismos de regustillo patético de antaño, bienvenidos al auto sarcasmo, a la auto crítica.
Potencial artístico y talante crítico no faltan en un país en plena reformulación cultural, e iniciativas frescas que ventilen el tufillo a armario cerrado, tampoco. Prueba de ello es la existencia de Szum. Crucemos los dedos por ver crecer sana y fuerte a la criatura. Esto promete.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)