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Tú y yo, significamos algo

Magazine

17 abril 2017
Tema del Mes: MarginalEditor/a Residente: A*DESK
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Tú y yo, significamos algo

El segundo Zen Fascist de Ariadna Guiteras se presentó en Hangar el pasado 26 de julio, (el primero fue en 2014). No hay documentación de esta performance a puerta cerrada. Con este texto me gustaría intentar conservar este estado latente, no querer incidir en un análisis de la pieza, intentar mantener esto al margen y hacer un ejercicio de descentramiento.

Veo en mi mente el lugar y es un espacio iluminado, claro, no hay penumbra. Somos un grupo bastante grande de personas, hemos traído colchonetas de yoga, toallas de playa y manteles para sentarnos encima, el suelo se ha convertido en un patchwork de diferentes colores y materiales. Hay una pelota grande de color amarillo de las que se usan en pilates, y una planta natural de hojas alargadas.

Hay dos puntos en esta visión que me parecen poderosos. Uno es el espacio, desde una mirada ajena es difícil de definir, si es una casa con un gran salón, un loft gentrificado, un almacén o un centro social. Pero lo que deja intuir claramente es la sospecha de que está pasando algo. El otro es la unión de cuerpos. Desde donde estoy puedo verlos casi todos, son cuerpos muy diferentes entre sí, pero por algún motivo se perciben unidos, vinculados, con una misma energía atravesándoles a todos. El mío también.

Los cuerpos repiten una serie de movimientos, Ariadna nos los ha enviado por e-mail para que los memorizáramos, en la forma de imágenes extraídas de la retórica del bienestar neoliberal, masajes faciales para aplicar productos cosméticos, posturas de yoga para mejorar el rendimiento de nuestro ser-productivo. Durante la performance hay silencio la mayor parte del tiempo, interrumpido por frases que Ariadna ha enviado a algunos participantes y que éstos repiten sin una pauta preestablecida, según el ritmo espontáneo y orgánico que se va gestando.

En este punto de mi visión mental aparece una intromisión. Es un señor mayor con el pelo hacia arriba, una especie de peinado punk sénior avant-la-lettre. Me acuerdo de él cuando pienso en Lucia Joyce (la bailarina, no la rechazada por, ni la hija de), y ella me viene a la cabeza mientras Ariadna comienza la sesión, de pie, en un lateral del espacio.

Cuando Samuel Beckett escribe Endgame en 1957 los ecos de una destrucción interior causada por la Segunda Guerra mundial y sus consecuencias parecen todavía latir en él. En ese lugar indefinido con dos ventanas y dos cubos de basura que conforman el espacio escénico de la obra, la vida tiene un aspecto duro, frío, dañino, por debajo de un sentido del humor cáustico, una ironía cruda y una sensación general de abatimiento dentro de un juego de repetición. Y aún así, las atmósferas de Beckett se incendian, iluminan. Te obligan a ponerte en ese pequeño hueco que ha quedado en un margen lateral del folio, ahí donde hacía sus dibujos mientras escribía.

Desde esa marginalia de dibujos/símbolos hechos a pluma se hace una invitación, una propuesta de compromiso a mantener en la cuerda floja un estar en el mundo, una subjetividad de iridiscencia oleosa. En Hangar, una zona de la ciudad con un devenir en standby mientras los rascacielos han ido apareciendo a su alrededor, un lugar de nadie lleno de energías sincopadas, cuerpos-máquina que desean se unen como en una sociedad secreta, una congregación de conciencias, happy and bleeding como en la canción de PJ Harvey.

Hay un recorte de papel que he ido colgando de diferentes paredes durante años, con el mismo trozo de celo sucio y gastado, con un poema de Beckett que es como un mini-mantra de filóloga: […] what – / what is the word – / seeing all this – / all this this – / all this this here –[[qué – qué es la palabra -/ viendo todo esto – / todo este esto – / todo este esto de aquí]] […] Pero en ese momento concreto en Hangar, mientras vuelvo a enrollar la colchoneta de yoga que me he comprado en el Decathlon hace poco, pienso en las palabras de Clov en Endgame: Mean something! You and I, mean something! (Brief laugh). Ah, that’s a good one![[¡Significar algo! ¡Tú y yo, significamos algo! (breve risa). ¡Ah, esta sí que es buena!]] Esta es más buena todavía: me imagino a Ariadna Guiteras y a Samuel Beckett en una habitación, decidiendo unir su otredad /significancia durante un rato. Samuel Beckett sería ahora Samuel Guiteras, y escribiría este poema:
your body is empowering
treat time as your money
modern science as ancient truth
zen fascists will control you
we would become supermen and superwomen
[[tu cuerpo se está empoderando – trata al tiempo como a tu dinero – la ciencia moderna como la antigua verdad – zen fascist te controlará -nos convertiremos en superhombres y supermujeres]]

El Zen Fascist de 2016, en ocasión de la exposición “Segueixi els rastres com si fos miop. Art Jove 2006-2016” en Arts Santa Mònica, utiliza la repetición para hacer emerger, desde la constatación de un acto imposible, la fuerza sutil y subversiva de la posibilidad. En su primera vez, en 2014, el proyecto se desarrolló a partir de una investigación sobre el yoga y los mecanismos de control del cuerpo en el contexto capitalista, utilizando como materiales base una serie de gestos y textos, los primeros obtenidos de apps para smartphones relacionadas con la práctica del yoga, los segundos de retóricas publicitarias de empresas de fitness, de referencias al darwinismo espiritual y de citas de autoras como Silvia Federici, Hannah Arendt y Foucault. De una edición a la otra, hay un pasaje al acto sui generis que va de la investigación a la propuesta de un empoderamiento colectivo.

Siguiendo su devenir, o vinculándose a una bidireccionalidad con Zen Fascist, el pasado 14 de marzo Ariadna Guiteras presentó la performance A natural body / Healthy Gestures #beauty, dentro del ciclo Embodied Cinema de La Kino en el espai 2 de Àngels Barcelona, en la que de nuevo el control del cuerpo y sus narrativas, esta vez traspasadas al mecanismo del tutorial on-line, se proponen a través de la gestualidad y la repetición como una grieta en la pared.

Más que a convertirnos en superseres, creo que aspiramos a convertirnos en una semántica del ser/estar intermitente y tentacular, y esto es lo que Zen Fascist evoca, desde el margen de la hoja en blanco, un lugar interesante desde donde intentar cualquier cosa que no sea cualquier cosa.

Alba Mayol Curci es artista y filóloga. Investiga narrativas periféricas en las que mecanismos emocionales pueden funcionar como un activismo.

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