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Un millón de amigos: make me tender

Magazine

25 abril 2013
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Un millón de amigos: make me tender


Los recorridos por galerías son una práctica habitual. Especialmente cuando se visitan ciudades en las que uno no ensaya la permanencia geográfica. Teniendo en cuenta lo usual de la costumbre, quizás un grado de novedad esté en intercambiar lo facultativo del recorrido desconocido por lo planificado de una ruta conocida; lo solitario del flaneurismo artístico por lo colectivo de la excursión compartida; y la solemnidad de la recepción por el asueto del movimiento circunscrito. Algo así fue lo que ocurrió el pasado 12 de abril con la presentación de Jugada a 3 bandas en Barcelona, una iniciativa de Hablar en Arte promovida con el fin de conectar galerías, artistas y comisarios. Y público, aunque éste termine perteneciendo a alguna de las categorías anteriores en su mayor parte.

El itinerario impulsado por Ja3b va más allá de su día de presentación – que supuso un continuum de inauguraciones a lo largo de una tarde no apto para flemáticos- y construye durante mes y medio un mapa conocido en el que entran, en su versión barcelonesa, Galería Alegría, ADN Galería, Projecte SD, Balaguer, etHALL, ángels barcelona y Nogueras Blanchard. Visto que la totalidad sólo es asumible en la teoría y que, en la práctica, la atención se encarga de una demarcación subjetiva basada en las preferencias personales, de todas las exposiciones de Ja3b destaca, admitiendo la parcialidad del gusto, Un millón de amigos del artista colombiano Iván Argote en ADN Galería.

Si hay un sentimiento que recorre gran parte de esta exposición (sería más correcto decir al espectador), ése es la ternura. Eso sí, permitiéndonos hablar del arte en relación a la subjetividad emocional del receptor, cosa que no es muy habitual y que además goza de mala reputación dentro de una intelectualidad fundamentada en la objetivación de lo subjetivo. Y es que gran parte del trabajo de Iván Argote promueve un sentimiento tan íntimo, individual y bidireccional como es la ternura, pero sin el tropiezo de caer en lo cursi o afectado. Podrían usarse otros términos para referirse a la producción artística de Argote. Por ejemplo, la acción política de baja frecuencia, el análisis mediante acciones aparentemente espontáneas para un encuentro con el “otro”, el humor como estrategia a la hora de enfrentarnos a la reglamentaria seriedad de las cosas serias, la efectividad de lo sencillo, la trascendencia de lo efímero, la cotidianidad como multiverso por explorar y tantear. Aproximaciones que, si bien más concretas en su generalización, no llegan a desentenderse de ese pathos dominante (la ternura) que convierte el trabajo de Argote en la resolución y puesta en marcha de aquellas ocurrencias que desechamos por falta de determinación y por exceso de codificación en nuestra relación con los demás, especialmente si son desconocidos o –más difícil todavía- conocidos a medias.

Un millón de amigos empieza como una fiesta popular y con una frase de Borges a modo de manifiesto lacónico. ¿Quién no juzgó alguna vez a sus ancestros, a la prehistoria de su carne y sangre? Es una instalación donde el texto se traduce en varias hileras de bombillas en el techo dispuestas en código Morse. Dándole peso a los besos arraiga la presencia de uno de los acontecimientos más fugaces que existen, un beso, gracias a una roca recubierta por las huellas de un acontecimiento repetitivo. Extractos transporta al espacio de la galería un fragmento reconstruido de un muro urbano que, más allá de su reivindicación textual, transporta inevitablemente el contrasentido de la desubicación artística. Con Caricia el artista ensaya una injerencia al acariciar con su sombra una pareja de enamorados en un parque parisino. Un año al día es una serie de polaroids fruto de un proyecto en el que Iván Argote asumía el rol de artífice de cumpleaños ajenos, reivindicado desde la celebración ese memento mori ingénito a la temporalidad biográfica del ser humano. Make happy, make me sad interviene un antiguo billete de 5000 pesetas provocando una ambiguación emocional en el rostro del rey de España. La maniobra poético-política se repite en Turistas al vestir con una ruana las esculturas de Isabel la Católica y Cristóbal Colón que se encuentran en una plaza de la capital colombiana. Activísimo! toma la calle de nuevo, esta vez reconstruyendo en diapositivas subtituladas una experiencia de su pasado familiar al reactivar la idea de taller de protesta que su padre había coordinado décadas atrás. La fusión entre historia y biografía personal aparece de nuevo en Historia de la Humanidad, una película en 8 mm que, al mismo tiempo que revive el formato de los videos familiares, resucita alegóricamente los grandes momentos de la humanidad. Con Geometría la pertenencia se combina con la procedencia cuando dos chicas en la selva usan como brújula los disparos de un arma para indicar con respuestas indeterminadas su lugar de origen. La exposición, a la que esta sinopsis no hace justicia, termina con La estrategia, una revivificación del pasado a través de la recopilación de anécdotas de algunos militantes bogotanos de los años 70 que varias personas pusieron conjuntamente en práctica con el fin de practicar una quimera: volver a vivir un pretérito ajeno –pero también propio- desde el presente.

Más allá de todas las diferencias entre las obras, Un millón de amigos –y por extensión el trabajo de Iván Argote- nos recuerda que quizás el arte funciona –sobre todo para los que lo producen o participan activamente en él- como esa excusa legítima para relacionarnos en un mundo donde la excepción es patrimonio de unos pocos.

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