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Yes We Camp: creando laboratorios urbanos

Magazine

23 abril 2018
Tema del Mes: Ciudad

Yes We Camp: creando laboratorios urbanos

Podría ser un grito de guerra, pero se trata de un colectivo de arquitectos franceses que está dándole la vuelta al modo de hacer urbanismo. Entre sus proyectos actuales, los Grands Voisins, un espacio efímero y experimental ubicado en el terreno antes ocupado por el hospital de Saint-Vincent de Paul, en el centro de París. Tras un período de abandono, en 2015 se instalaron allí tres asociaciones (Aurore, Plateau Urbain y Yes We Camp) para preparar la transformación hacia un futuro eco-barrio. A caballo entre alojamiento de emergencia de personas en situación precaria y aldea “bobo” [bourgeois bohème] gentrificada (compuesta por talleres de artistas y espacios de coworking, huerto y camping artístico, entre otros), los Grands Voisins acaban de inaugurar su segunda sesión, que no estaba prevista en un principio. Conversamos con Raphaël Haziot, coordinador artístico de los Grands Voisins para Yes We Camp.

Describís vuestra actividad como una exploración de las posibilidades de “habitar de otra manera” y de “construir y habitar temporalmente los espacios compartidos”. Son ideas que compartís con otros colectivos y asociaciones, que siguen lo que podría identificarse como una corriente global de trabajo sobre la reapropiación ciudadana del espacio público. ¿Cuáles creéis que son las razones (sociales, políticas, económicas) que se encuentran en el origen de estos colectivos? Sin duda es algo que está en el ambiente.

En estas cuestiones nunca hemos tomado posición como colectivo. Personalmente creo que hay una combinación de varios factores. Por una parte, el hecho de ser consumidores pasivos es muy reciente en la historia, pero nos encontramos al final de este ciclo: estaba relacionado con una posición de crecimiento, pero hace lustros que se ha estancado. Por otra parte hay problemas ecológicos cada vez más fuertes que hacen que nos cuestionemos el consumir de otra manera, el habitar de otra manera, el desplazarnos de otra manera. Otro factor es la cultura internet, las lógicas de open source y de co-construcción, que impulsan modos de pensamiento aplicables a la arquitectura y al urbanismo. Así que, el comprometerse en grandes proyectos… Porque aun así hay un compromiso bastante fuerte, pero nada que ver con el escenario político o militante. Nosotros no estamos en el posicionamiento político, en el debate, etc. Por lo menos, no a nivel político. Estamos en un “aparte”: aparte de la política, a otra escala.

Respecto a “habitar de otra manera” y a “construir temporalmente espacios compartidos”, son los dos puntos que definen nuestra identidad. Respecto al segundo, están estos términos de “urbanismo transitorio” y “ocupación temporal”, que van a explotar en los próximos años. Los Grands Voisins es un lugar cerrado, lo típico del urbanismo transitorio; la gente tiene la impresión de llegar a un pueblo utópico, porque está completamente cortado de la calle, sólo hay una entrada. Eso es lo que hacemos: ocupar temporalmente lugares, habitarlos, y hacer de ellos espacios compartidos autorizantes; y después irnos a otro lugar. En cuanto a las relaciones humanas, está el “habitar de otra manera”, donde hay cuestiones de aventura, temporalidad y, por tanto, de nomadismo. En la asociación somos todos fans del cámping, somos bastante móviles. Hay una especie de nomadismo reivindicado porque lo efímero supone moverse de un sitio a otro. De nuevo: es algo personal, nunca hemos dicho “uno de los puntos fuertes de la asociación es la movilidad o el nomadismo”.

Dices que este “urbanismo transitorio” explotará en los próximos años.

Las ocupaciones temporales están aumentando, es una tendencia general; pero hay que hacerse la pregunta de a quién beneficia. Porque llegamos a un lugar, lo activamos, y aumenta su valor: es la plusvalía inmobiliaria que beneficia generalmente a las promotoras privadas. En el proyecto de Vive les Groues, en Nanterre, intentamos poner en práctica un sistema de financiación innovador donde son los promotores los que pagan la prefiguración: nosotros plantamos 3000 árboles que van a servir después al futuro barrio, y los promotores que van a beneficiarse de esta plusvalía deben financiar la prefiguración. Pero no es fácil hacerlo entender, sobre todo porque hasta ahora los proyectos de ocupación temporal estaban autofinanciados, así que da la sensación de que son gratuitos; pero no es así, trabajamos mucho, estamos todos detrás del bar para poder financiar el proyecto de la asociación [el colectivo regenta el bar de la Lingerie, en el corazón de los Grands Voisins, donde además se organizan conciertos todas las semanas].

Hablabas de “espacios autorizantes”. ¿A qué te refieres?

En la asociación nos preguntamos mil veces qué es lo que hacemos: construir “espacios autorizantes”. Estamos en un mundo cada vez más fracturado, en estado de emergencia, etc. Tenemos una tendencia a replegarnos en el hogar, la ciudad es cada vez un espacio menos alegre y acogedor, así que intentamos crear lugares donde cada uno se sienta legítimo, sea cual sea su clase social y su condición. Lo que no es fácil en la calle. En la calle, si alguien viene a hablarte, por definición va a haber una presunción de desconfianza: esa persona tiene que probar que es maja porque por defecto es sospechosa. Aquí es al revés: en los lugares que estamos creando hay una especie de “presunción de confianza” hacia los otros, es preciso que por defecto nos digamos que hay cosas que se pueden hacer con esas personas. Los “espacios autorizantes” son lugares “capacitantes”. Nadie desea ser solamente consumidor pasivo, es siempre mucho más interesante saber cómo construirlo. Así que el objetivo es que el proyecto sea co-construido con la gente, que cada uno tenga su espacio y se autorice a hacer cosas. Y para eso es necesario que la gente se sienta capacitada, invitada y acogida.

Retomando la idea de esta corriente de trabajo sobre la comunidad y el espacio público, la plaza, etc. Hay muchos proyectos así, por ejemplo en España. Pienso en Basurama, con los que habéis colaborado recientemente. ¿Tenéis proyectos en común con colectivos en el extranjero, trabajáis en red?

Hace poco fuimos a un encuentro organizado por Basurama, un workshop. En junio y octubre tenemos otros dos previstos, en Taiwan. Hay otro grupo en Hamburgo del que también nos sentimos próximos y otro en Italia, Burb, que nos ha invitado a montar un camping en Venecia, Esperienza Pepe. Y conocemos bastante bien los colectivos franceses. Así que sí, trabajamos un poco en red. Nos gustaría hacerlo más, pero todavía es demasiado pronto; por el momento estamos intentando estructurarnos y llevar bien todo lo que tenemos aquí. Además nuestra economía es bastante frágil. Va a llevarnos tiempo poder desarrollar grandes proyectos en el extranjero. Si llegamos a estabilizarnos un día, por supuesto que vamos a desarrollarlos al máximo.

Podría decirse que el trabajo sobre el espacio público forma parte de una genealogía, de la que sois el último eslabón. Pienso en las vanguardias, en los paseos de surrealistas y dadaístas, y después en los años 60, en Henri Lefebvre y los situacionistas, que retomaron estas ideas… No sé si vosotros os reivindicáis como sus herederos.

La diferencia es que las vanguardias han reivindicado siempre la ruptura. Nosotros no hacemos “contra” las cosas sino “aparte”. Pero entre surrealismo, dadaísmo… creo que estaríamos más próximos de la Bauhaus. También del movimiento GRAV, referencia bastante importante para el colectivo. Luego, a nivel artístico, está el concepto de la autonomía del arte, que es muy difícil de eludir. En todos nuestros proyectos la idea es llegar a una especie de desacralización del arte. Para nosotros, el arte es un instrumento para lograr un vínculo entre muchas cosas, entre la arquitectura, las relaciones humanas…

Sois interdisciplinares.

No, transdisciplinares: no se trata de que cada uno tenga su disciplina y la ponga al lado de las otras, sino de que haga cosas no identificables. En la asociación hay un reparto enorme de competencias: construcción, maquetación, concepción, dispositivos artísticos…

Antes, hablando de lo que la gente percibe de los Grands Voisins, mencionabas el término de “utopía”. ¿Qué relación tenéis con ella?

No reflexionamos para nada en términos de utopía. La utopía es una proyección en el futuro, un punto a alcanzar, y nosotros vivimos únicamente en el presente, en lo concreto, y sobre todo con una muy fuerte indeterminación. Por ejemplo, aquí estamos experimentando cómo una ocupación temporal puede influir en el programa que estaba previsto sobre el futuro eco-barrio. Este tipo de prácticas nos confronta a nuestra manera de hacer. Escribimos los proyectos poco a poco, en función de lo que viene. No hay un programa definido, sino que aceptamos una parte de indeterminación, lo que modifica constantemente el programa. Y ahí está el desfase con los grandes proyectos urbanísticos: son tiempos híper largos, y siempre se hace como si fuera definitivo. Todo proyecto urbano, todo plano, es diseñado y pensado como si estuviese grabado en piedra, nunca se tiene en cuenta la dimensión del tiempo. Mientras que todo es temporal.

Además está la cuestión de lo local: en la utopía hay una dimensión universalizante, se conceptualiza el modelo de sociedad; pero en realidad el modelo de sociedad se adapta a lo local y a la gente que está aquí. Hacer con la gente forma parte de esa indeterminación de la que hablaba: si lo haces con la gente y con sus propuestas no sabes nunca lo que vas a escribir por adelantado.

¿Cuál es el trabajo de inserción de Yes We Camp en los Grands Voisins? ¿Realizáis acciones de urbanismo inclusivo?

Lo que hacemos es arquitectura habitada, no sobre plano. No diseñamos objetos arquitectónicos, sino edificios que correspondan a unos usos, los diseñamos según su utilidad. Puesto que pensamos en términos de usos, la gente es central. La relación con el trabajo social llegó por casualidad, a través del encuentro con la asociación Aurore en los Grands Voisins. En nuestro estatuto está la mezcla y cohabitación de distintos públicos. Así que hacemos proyectos de fuerte dimensión social, que sirvan para llenar disfunciones sociales. Porque si hay tanta falta de plazas de alojamiento social en estructuras temporales quiere decir que no hay para nada suficientes para el número de personas que están en la calle. Este “lugar temporal” recoge un poco todos los deseos de lo que no puede hacerse fuera.

Tras más de tres meses de cierre, los Grands Voisins reabre en abril para la segunda sesión, prevista hasta 2020. ¿Habrá una continuidad exacta con la primera?

Hay claramente un cambio en el proyecto: cuando llegamos contábamos sólo con un hospital abandonado, vinimos para cuatro meses… había un ambiente de workshop. Ahora es diferente. Sí, hay una ruptura entre los dos, pero continuaremos en la misma dinámica. La idea es tomarse un tiempo para reflexionar. Abrirse al barrio, que no se hizo tanto en la sesión 1. Y además hay un gran reto de gobernanza compartida que no había antes. Porque antes todo se construyó muy empíricamente, no tuvimos tiempo para reflexionar. Nos hemos dado cuenta de que creó cierta frustración por parte de las estructuras. El proyecto lo dirigimos Aurore, Plateau Urbain y Yes We Camp, pero la idea es que ya no seamos los únicos que lo pilotemos, sino todos juntos, con las estructuras y los residentes; por ejemplo, a través de la creación de comités mixtos de selección de proyectos.

Para volver a la cuestión temporal: ¿no se crearía una huella más profunda en proyectos a más largo plazo? Por ejemplo, el de Nanterre durará ocho años.

La cuestión es siempre cómo se plantee. Por ejemplo, los Grands Voisins van a tener al final un impacto en el futuro eco-barrio. En Nanterre era el objetivo desde el principio, porque se trata de un vivero de árboles en una superficie de 3000 m2 que después van a ser replantados por todo el barrio. Así que por definición el proyecto tendrá un impacto de la duración de vida de los árboles. Después está la cuestión de instalarse a más largo plazo, y para qué. Habría que ver; no está planteado.

Es una lástima que los Grands Voisins vayan a cerrar definitivamente en dos años. Estoy pensando sobre todo en los residentes. Porque el proyecto es mágico para los visitantes y turistas, pero va a crear una fractura en la vida de los residentes.

Si no estuvieran en los Grands Voisins, los residentes estarían alojados en otro lugar. Es sólo que permite un buen trabajo de reinserción. Pero el proyecto es el que es, porque en origen íbamos a quedarnos seis meses; después un año, y finalmente fueron dos. Toda la energía desplegada en el proyecto vino al principio, porque era efímero. Si no hubiera sido así, los Grands Voisins no serían lo mismo. Después está el tema de las normas (arquitectónicas, urbanísticas…), que son bastante anquilosantes. Puesto que nos encontramos en el registro de los eventos, tenemos una gran libertad, para construir, animar y hacer cosas. Además, si durase veinte años no sé cómo lo haríamos, porque no estamos nada acostumbrados a este modo de funcionamiento. Pienso que estaríamos cinco años, y al cabo de ese tiempo dejaríamos las llaves a otro colectivo. Podría ser interesante, tener una rotación de colectivos.

De todos modos, forma parte de la composición del equipo, sois todos muy jóvenes. La media de edad está en…

28 años.

Vais a participar en la próxima Bienal de Venecia, como representantes de Francia junto con otros colectivos y estructuras. Supongo que marcará un antes y un después, es un gran proyecto.

Sí, es una marca de reconocimiento. Pero nosotros estamos más en el “hacer”, en el vivir de las cosas. Así que, además del pabellón francés, vamos a montar el camping Esperienza Pepe en el Lido.

La Bienal supondrá la institucionalización del colectivo. ¿Cuál es la relación con la institución?

No somos completamente anti-institución porque todo el mundo la necesita. Nadie puede ser absolutamente anti-institución. La cuestión es: revolución o transformación, y nosotros estamos más en el terreno de la metamorfosis que en el de la ruptura radical. Pero la institucionalización de este tipo de proyectos, sólo el futuro nos dirá.

Y en el caso del Ayuntamiento de París, en el caso de los Grands Voisins: ¿necesitáis el apoyo de un gran ente público, una legitimación?

Al principio autofinanciamos el proyecto, lo montamos completamente solos. Después, lo que nos ayudadó fue un gran laissez-faire. Hemos estado en autarquía por un buen tiempo. Y luego ha cambiado. Ahora estamos en diálogo con el Ayuntamiento, tenemos su apoyo. Así que la relación con la institución es la misma que con las normas, siempre limítrofe: a veces estás en el lado de la autogestión, otras en el de la institución.

 

Beatriz Sánchez Santidrián siempre había querido ser bióloga, pero se crió entre libros, discos, películas y exposiciones; días antes de matricularse en la universidad decidió que lo suyo era más bien la Historia del Arte. Soñando con los intelectuales bohemios del París de posguerra, allí se instaló. No ha encontrado ni a Beauvoir ni a Cocteau, pero ahí sigue. Continúa buscando.

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