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Martí Manen (MM): Participas en la bienal de Göteborg con una propuesta en la que pones en juego la necesidad de esconderse frente a las leyes de inmigración. ¿Cómo ha sido el proceso para encontrar a una inmigrante que quisiera jugar al escondite con los espectadores de una bienal?
Núria Güell (NG): Cuando trabajo en un contexto diferente al mío el primer paso siempre consiste en localizar a algún colectivo local afín y activo en relación a la materia de investigación del proyecto. En este caso contacté con un grupo de médicos y abogados que se han unido para denunciar los abusos de las políticas migratorias y asesorar a los migrantes ilegalizados. Su implicación fue clave para que el proyecto se pudiera realizar ya que me ayudaron a investigar las leyes y a encontrar el vacío legal para tejer la estrategia del proyecto. Ellos fueron los que me pusieron en contacto con María, una refugiada de Kosovo a la que el gobierno sueco ha denegado dos veces el asilo. La conocían personalmente y sabían que además de tener la situación legal idónea para participar en el proyecto, es una mujer muy fuerte que tiene la voluntad de denunciar los abusos que ella, su familia y tantos otros migrantes están sufriendo a raíz de la ley de extranjería. Es clave para un proyecto de estas características: más allá de que el colaborador quiera un sueldo y le interese el trabajo con el objetivo de regularizar su situación, tiene que tener una voluntad militante que le permita entender un trabajo que a priori puede parecer deshonroso como una herramienta eficaz de lucha que por momentos altera las relaciones entre dominantes y dominados, algo así como ejercer una contra-violencia simbólica al público, que también son los que votan a los políticos que aplican o no aplican estas leyes.
MM: ¿Es una performance?
NG: Casi nunca me siento cómoda con el concepto performance para describir mis proyectos ya que lo relaciono con lo escénico. La performance tradicional implica público consciente de estar viviendo una acción artística y transcurre en un lugar y un tiempo delimitado. En mis acciones no suele haber público como tal, lo que hay es gente que se relaciona con el proyecto pero muchas veces sin ser conscientes que forman parte de un proyecto artístico, lo viven como un suceso más de su día a día. No sé cuál sería la terminología adecuada pero entiendo mis proyectos como historias de vida, como asumir un guión, que no un papel, y vivirlo durante un periodo de tiempo. Casi todos los proyectos modifican mi vida real y tienen consecuencias sobre ella; en cambio, la performance está más relacionada con la representación que con el real.
MM: La bienal de Göteborg es la más importante de Suecia. Y a pesar de que esta vez cuenta con la presencia de varios artistas españoles (Núria Güell, Fernando Sánchez Castillo y Jorge Galindo & Santiago Sierra), no veo ningún logo institucional español por ningún lado.
NG: Hace poco coincidí en unas jornadas con Fernando Sánchez Castillo y explicaba como cada vez siente que tiene menos cómplices institucionales. Es una sensación que comparto desde hace un año más o menos. Y por desgracia no creo que tenga que ver con la crisis económica, sino con un giro ideológico ultra conservador que viene marcado por el Gobierno central y que es reproducido por los diferentes trabajadores de las instituciones que de él dependen. El porqué lo reproducen es otro tema, en algunos casos habrá afinidad ideológica pero creo que en muchos ocasiones lo que hay es miedo, y por supuesto una falta de compromiso con la cultura y un descredito del papel que puede jugar el arte en la sociedad. En el caso concreto de la Bienal de Göteborg, la ausencia de apoyo institucional por parte del gobierno español, y debido a los trabajos que hemos presentado los tres, no me extrañaría que tuviese que ver con estos intereses.
MM: La bienal tiene un marcado sentido político. La ciudad de Göteborg también. ¿Que el contexto esté más que preparado para discutir política, es algo que facilita el trabajo artístico?
NG: Este último año, dos museos españoles me han invitado a trabajar, aunque los proyectos finalmente no se han llevado a cabo porque la dirección ha alegado que el contexto no estaba “preparado” y que podría acarrearles reacciones adversas. O sea, se han justificado con el contexto pero a la vez de manera implícita estaban aceptando que justo por la “despolitización” del contexto la obra podría tener más efecto. Según lo que María me cuenta, en Göteborg hay gente que no quiere nada con una refugiada política, otra minoría que juega sin más, pero la mayoría quieren escucharla, y muchos de estos se van mostrándose bien indignados y cabreados con su gobierno y las políticas de extranjería que aplica.
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