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Gente del siglo XX es el título del ambicioso proyecto que se propuso August Sander en 1911, y a lo largo de más de un siglo se ha forjado un amplísimo corpus teórico dedicado a estudiar el valor de este trabajo. Monografías, exposiciones y textos antológicos sobre Sander, considerado uno de los fotógrafos alemanes más reconocidos en la historia de la fotografía moderna, dan cuenta de la importancia que sigue suscitando esta obra, catalogada como una historia cultural e incluso psicológica del siglo XX.
Esta relato visual ocupa las salas de la Virreina Centre de la Imatge y muestra, bajo el mismo nombre, 187 piezas. En esta exposición se esboza un ensayo en imágenes estructurado por capítulos, como si la muestra siguiera un índice temático que se expande (y se complementa) cada vez que se avanza en el recorrido. El gran archivo que compone Gente del siglo XX se presenta en sala bajo el título paraguas “Portafolio de arquetipos”, y de aquí en adelante se despliega el orden del relato: siete títulos que presentan una declaración de intenciones sobre el modo de reflejar las tipologías del amplio compendio: I) El campesino, II) El obrero cualificado, III) La mujer, IV) Clases y profesiones, V) Artistas, VI) La gran ciudad y VII) Las últimas personas. Y aunque todos los apartados me resultan fascinantes, focalizaré mi atención en los capítulos III y VII.
Fotografía La Virreina Centre de la Imatge. Pep Herrero
Capítulo III:Sander incluyó fotografías de mujeres en casi todas las categorías. Siguió sus rastros, al punto de que las convirtió en un “espacio de atención”, tal como lo precisó Susanne Lange: la mujer en la obra del fotógrafo alemán era percibida como un lugar propio. En los años veinte y comienzos de los treinta, los retratos de Sander abarcaron las relaciones de pareja y los diferentes roles femeninos: ama de casa, madre, filósofa, secretaria, actriz, artista, esposa, trabajadora, campesina, intelectual… Pero hay que destacar que estos retratos no se detienen en las imágenes ideales de la mujer impulsados sobre todo por la cinematografía y la publicidad norteamericana de la época, que moldeaba estereotipos basados en los peinados y la indumentaria, así como en la figura de la mujer a lo garçon, la militancia política o la vanidad estudiada. Las fotografías de Sander no reflejan las tendencias de la moda imperante ni los tópicos de entonces.
Partiendo de una comprensión tradicional de los roles, Sander nos proporciona una visión de las mujeres disidentes, alejadas de la norma impuesta. En sus fotografías, la mujer no responde exclusivamente al contexto de la pareja y la familia, sino que ocupa un espacio de libertad en el que brilla el aura de un gesto irrepetible, una mirada, un movimiento…, que parten de ella misma pero también la exceden. De allí la grandeza y actualidad de esta obra. En este sentido, las fotografías que componen la exposición trascienden la idea del tiempo, aunque tratan el contexto de la Alemania de principios del siglo pasado; condensan un halo de eternidad que aún resuena en el presente. La vigencia de este trabajo radica en la manera como el fotógrafo interpela a los sujetos sobre el paso de lo rural a lo urbano, la profesionalización de los oficios, la mujer como sujeto emancipado… Y muy especialmente en la vía que encontró Sander para crear amplias categorías, ni reduccionistas ni tipificadas.
Capítulo VII:Sander buscó la pluralidad del universo humano a partir de las tipologías que más le interesaron, pero también dio importancia a un postura, unas manos o el detalle de delimitar una parte muy concreta del cuerpo, tal como se compendia en “Estudios: el ser humano”, una serie poco exhibida y casi inédita en el actual contexto museográfico. El fotógrafo alemán supo rastrear y materializar visualmente la diversidad en toda su extensión. Desarrolló una particular habilidad al alejarse de la totalidad de la imagen para dar más espacio a los gestos. Es en la última sala de la muestra donde la fotografía se detiene en un ademán, aporte significativo que me hace pensar en la necesidad de dedicarle más espacio a la teoría de la imagen, al encuadre de un tiempo que aún tiene mucho que revelarnos. En el caso de Sander es valiosísimo porque capta lo imperceptible en la mirada fugaz y retiene lo que Walter Benjamin denominó “el inconsciente óptico”.
Fotografía La Virreina Centre de la Imatge. Pep Herrero
Epílogo:En la Rambla, allí donde se aposenta la Virreina Centre de la Imatge, se exhibe un capítulo memorable de la historia de la fotografía.
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