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Un activista que caza los fantasmas de la época colonialista, ese es el Dierk Schmidt que se presenta en el Palacio Velázquez de Madrid. La conciencia callada y amordazada de la Europa del genocidio humano y del genocidio cultural, materializada de forma ingrávida y forense sobre vidrio y plástico.
Nadie mejor como equipo de apoyo y logística que el comisario que milita entre el compromiso político y la atracción fantasmagórica: Lars Bang Larsen. El comisario plantea un montaje limpio y de soluciones puntuales pero efectistas, favoreciendo el discurso directo y espectral de Schmidt. En “Culpa y deudas” se dispersan obras generadas desde los 90 hasta la actualidad, instalaciones y técnicas mixtas cuyos contenidos y continentes hacen referencia al uso y abuso durante la época colonial y postcolonial por parte de países europeos (con la Alemania natal del artista como protagonista) hacia países africanos. En “Untitled (Human Remains in Berlin)” (2014-15),pintura al óleo sobre cristal, dos Calaveras se muestran en primer plano, encerradas en unas vitrinas que se sugieren con unas leves líneas de color, y una perspectiva en fuga nos dirige a una estructura museística. La presencia matérica de ambos cráneos (uno de ellos con las cuencas de los ojos vacías, sin pintura, que se sobrepone a otro, coronado con plumas), flotando sobre una superficie transparente, convierte la obra en una aparición espectral, casi en una encarnación. Y no son ni espectros ni cráneos decorativos, ni siquiera piezas de relevancia histórica o arqueológica: son restos humanos. El artista declaraba a la prensa que forma parte del colectivo “Artefakte/anti-Humbodt”: “Desde el que hemos hecho posible el regreso de una veintena de cráneos a Namibia que estaban en Berlín y son fruto del exterminio que el Estado alemán realizó a principios del XX contra los pueblos Nama y Herero. Esos restos eran sujetos, con nombres, se convirtieron en objetos al entrar en un museo y ahora han recuperado su condición de sujetos al ser devueltos a su tierra”. En su trabajo de invocación/convocación, Schmidt por tanto no repite la ecuación colonialista y reconvierte al sujeto objetizadoen un objeto nuevo (de arte), sino que acompaña una labor activa y activista de devolución física y moral. Y sabe que la mejor manera de resolver el duopolio que da título a la muestra, de sacudir esas culpas y esas deudas, es revelar la raíz del problema. En su serie “El reparto de la Tierra” (2005) señala la división del continente africano por parte de los países europeos en la Conferencia de Berlín de 1884. Y lo hace con la misma frialdad y tecnicidad con la que aquellos dibujaron líneas sobre un mapa: con diagramas y códigos cromáticos. Las consecuencias del reparto arbitrario se exhibieron en museos de Europa, rellenadas orgullosamente con objetos y creaciones expoliadas. Dierk Schmidt deja en evidencia el operativo con series como “Vitrinas rotas” (2013-en curso), mostrando el soporte, en ocasiones agujereado, como huella del saqueo. Proceso de desmantelamiento cultural que continua en la actualidad, como ejemplifica su trabajo sobre la compañía petrolífera BP o el museo de las culturas del mundo por parte de Alemania, usando un palacio imperial del siglo XVIII, renombrado como Foro Humbodt, como hogar. A propósito de los espacios de exhibición, uno lamenta que no se utilizara para esta muestra el cercano Palacio de Cristal de Madrid, creado en 1887 con motivo de la Exposición de las Islas Filipinas, aunque en el Palacio Velázquez también hubo muestras asociadas a aquel evento fruto del peor colonialismo. La bóveda acristalada del primero habría favorecido la experiencia traslúcida de “Culpa y deudas”, el desnudamiento de la mala conciencia. El vínculo con Madrid que establece Schimdt se logra con “Foco sobre una vitrina relativa al arqueólogo Julio Martínez Santa-Olalla”, proyecto específico para la muestra, que recuerda la labor del arqueólogo español que robó miles de piezas del Sáhara durante los años 40. Santa-Olalla es el último fantasma conjurado en esta exposición de exposiciones, esta casa embrujada que es, si uno lee entre líneas, la historia de la Europa moderna.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)