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Spotlight

08 mayo 2020

Ensayar otros escenarios posibles

Frente a dos ventanas, la que abre a la calle y la que nos adentra en el abismo virtual, sentadas desde hace más de un mes en la misma silla de escritorio y como trabajadoras en el sector cultural, sentimos la necesidad de compartir en este espacio algunas reflexiones que nos han ido acompañando en estos días y que hemos ido generando en red a través de videollamadas periódicas y documentos compartidos. Son consideraciones inacabadas, abiertas y oscilantes que se van gestando desde el aislamiento físico y se expresan desde la posibilidad de poder hacerlas, desde la consciencia de que la cuarentena es un privilegio de clase y que son muchas las que estos días están, en condiciones inadmisibles, exponiéndose al virus [1].

Desde este lugar concreto nos parece necesario proponer un primer acercamiento, un análisis crítico y autocrítico de algunas reacciones que se están dando en el sector cultural ante la agudización de la crisis del sistema sanitario y de los cuidados.

A lo largo de estas semanas nos hemos visto inmersas en riadas de publicaciones, conferencias, visitas virtuales, conciertos,… Espirales infinitas de contenido que instituciones, agentes culturales y artistas agrandamos y compartimos alentadas por no desvanecernos, por no quedar relegadas al olvido, resistiéndonos a dejar espacios vacíos en nuestras prácticas[2]. En este afán de presencia repetimos modelos capitalistas de producción, de actividad y de visibilidad constante. Reproducimos normas y preceptos que poco tienen que ver con nuestro trabajo cuando, con miedo o con ilusión, sucumbimos a «generar contenido», respondiendo a unas lógicas de consumo que pueden llegar a ser abusivas. Abusivas porque no cesan y abusivas porque no se remuneran.

Desde la incertidumbre o desde el entusiasmo nos condenamos a una situación de hiperactividad. Pensamos en «compartir» como una forma de acompañamiento, y puede que en cierta manera lo sea, pero no podemos olvidar que la red está configurada para que permanezcamos en un eterno presente en el que no queda espacio para la escucha, que no permite pensar ni poner en duda aquello que se comparte, a quién se dirige o por qué se hace. Esta situación tan solo acentúa la precariedad sistémica en la que, normalmente, ya estamos inmersas. Sin embargo, bajo la excusa de ayudar y de acompañarnos en estado de confinamiento «producimos» en red más que nunca, para ser más visibles y volver nuestro trabajo viral, para que se «consuma» con el pretexto de entretener o como consecuencia del miedo a desaparecer.

La red se presenta como un medio, una estrategia para la profesionalización, y nosotras así lo percibimos: colgamos constantemente contenidos cuidadosamente elaborados para generar yo-marca virtuales. Desde la cultura este proceso se vuelve extremadamente problemático en tanto que se transforma en una cuestión cuantitativa más que cualitativa. Para Remedios Zafra «la frenética cultura-red se sostiene más en base a la impresión que a la concentración. Más en la captura de pantalla que en la reflexión pausada» [3].

Este productivismo derivado del «generar» y «consumir» cultura afecta a las instituciones, tanto a museos como a centros de arte, pero somos las artistas y trabajadoras culturales no vinculadas a la institución las que quedamos más desprotegidas ante esta lógica de consumo no remunerada. La situación nos afecta más aún a las que, no vinculadas a una institución, tampoco trabajamos de forma regularizada como autónomas porque nuestros ingresos no nos permiten pagar la cuota mensual y nos ahogamos en un mar de altas y bajas en la Seguridad Social. Quedamos desamparadas ante un Estado que aplica unas medidas de protección generalizadas y que no contempla la especificidad del trabajo del sector cultural.

Entonces, ¿queremos seguir produciendo en redes sin cobrar por ello? ¿contribuir a la proliferación de plusvalías simbólicas? ¿seguir trabajando cuando sabemos que seguramente habrá recortes y que nuestro trabajo se verá afectado?

En ocasiones nos despegamos de la pantalla delante de la cual estábamos absortas y respiramos. Nos atrevemos a hacer otras preguntas: ¿qué ocurre si paramos, si no hacemos nada, si nos damos el tiempo? ¿qué ocurre si nos alejamos de la pantalla para circular los escenarios que habitan los márgenes de lo visible en línea?

Ahora, y más que nunca, creemos que el arte y la cultura deben ser una forma de acompañamiento pero también una forma de ponernos en duda, de repensar el mundo, de manera dinámica y en constante cuestionamiento. Más allá de un empacho de contenidos en línea creemos que es el momento de repensar la cultura tal y como la hemos puesto en práctica hasta ahora y, en particular, en relación con las redes sociales.

Ante la hiperproductividad irreflexiva proponemos: habitar otros ritmos y dimensiones como la espera, la escucha, los vacíos, el cansancio, las inspiraciones y las espiraciones; desarrollar una crítica que abra brechas en las que poder crear(nos) conjuntamente [4]; hacernos preguntas, constantemente; desconectarnos de vez en cuando; pensarnos desde nuestros vínculos; ponernos a la escucha de todas y cada una de nuestras vulnerabilidades; abrir agujeros en las situaciones saturadas para poder respirar[5]; dejar espacio para el pensamiento del otro e imaginar juntas otros escenarios posibles.

 

 

[1] Recomendamos la lectura de: Parlamento Plurinacional y Popular de Mujeres, y Organizaciones Feministas del Ecuador (2020): «Cuidados para el pueblo en tiempos de pandemia: reflexiones colectivas para transitar la incertidumbre, ensayos para no habitar la impotencia» en La Vorágine. Disponible desde: https://lavoragine.net/cuidados-para-el-pueblo-parlamento-mujeres/

 

[2] Zafra, Remedios (2019): «La expectativa cruel. Ensayo sobre vidas-trabajo, precariedad y cultura» en Echaves, Marta; Gómez Villar, Antonio y Ruido, María (Eds.): Working Dead, La Virreina Centre de la Imatge: Barcelona

[3] Ibidem. 

[4] Garcés, Marina (2009): Abrir los posibles. Los desafíos de una política cultural hoy, en el blog Menoslobos.org 

[5] Fernández-Savater, Amador (2019): «Pensar, para poder respirar» en El Diario. Disponible desde: https://www.eldiario.es/interferencias/Pensar-poder-respirar_6_971212879.html

 

(Imagen destacada: Christina Schultz. Perder el tiempo o como levitar, 2019)

pli-é collective es un cuerpo compartido entre Eva Paià, Marina Ribot Pallicer y Angelica Tognetti. Un espacio-tiempo de encuentro desde el que conspiramos y generamos espacios de escucha y resistencia; un organismo en el que tensamos y deformamos los relatos hegemónicos a través de procesos, ensayos y errores. Un tejido donde cultivamos la curaduría como forma de cuidado y acompañamiento.

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