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Spotlight

03 noviembre 2022

Mapamundistas

En Pamplona todo tiene un aire nórdico: contenedores de residuos que se abren con tarjetas, gente trajeada en bicicleta, edificios inteligentes en frente de otros de protección oficial. Navarra es también un oasis dentro de la catástrofe en cuanto a desigualdad en el estado español. Según el coeficiente de Gini, encargado de medirla, la sitúa en el puesto más bajo. Aparece en la lista como la segunda que más invierte en cultura. No puede ser casualidad. Durante los todavía estivales meses de septiembre y octubre se desarrolla una exposición que ya es una de las más longevas de la capital navarra. Mapamundistas nace de las manos de Alexandra Baurès, encargada del comisariado desde 2007.

De hecho, la naturaleza del proyecto reside en la continuidad narrativa entre sus ediciones. Todas ellas van tejiendo un fino hilo en forma de diálogo para permanecer en el imaginario de quienes la visitan. Atendiendo a las ediciones más recientes, la temática del Movimiento en 2017 pasó a lo Inmóvil en 2018. En el 2019 se desvía hacia el Espejo, como reflejo de la inmovilidad y en el 2020 se centró en nuestro espejo más cercano, el móvil, como lugar donde se dan las Transformaciones. La edición de 2021, se analiza el Movimiento como transformación a través de los gestos, desencadenantes de emociones. La Mirada sucede al gesto en la edición de 2022 y crea un elemento de cohesión entre las anteriores narrativas. El resultado es la decimosexta edición que cuenta con dos escenarios: Villava y Pamplona y cinco artistas: Sandra Rocha, Oier Iruretagoiena, Raquel Asensi, Estitxu Arroyo, Abigail Lazkoz.

En Villava, la naturaleza acapara una especial atención, en el viejo batán la diáfana agua recorre su cauce, flaco por la sequía. En este contexto se muestra Tentare, la obra de Raquel Asensi, bajo las angostas vigas del siglo XII. Un arte sobrio que conecta con lo minúsculo a donde no llega la mirada, pero sí la intuición. El principal formato que trabaja es la cerámica, combinándola con diferentes materiales, como la madera en Abyss-ãlis. En esta pieza el elemento central lo constituyen las algas del cantábrico que se han movido a aguas más profundas por el calentamiento global. En otra obra, Ideonella, representa a pequeñas bacterias que son capaces de favorecer la desintegración del plástico PET. La esencia de su trabajo ilumina una realidad fuera del campo de visión, la artista aparece como una productora al servicio de la ecología. En la obra del Nacimiento de Ideonella, combina materiales naturales y artificiales como reflejo de la realidad postindustrial, ilustrando la defunción de la estética sin mensaje. En la fotografía aparece una mujer cubierta de plástico y con la pieza de cerámica vidriada sobre el búnker de Azkorri, anunciando así la muerte de la obra de Botticelli.

El artefacto Abbys-ālis de Raquel Asensi, dentro del conjunto de obras expuestas en el Batán de Villava. Crédito: Kiko Ortega Lafuente

En la Ciudadela de Pamplona, el otro escenario que ocupa esta edición de Mapamundistas, encontramos un espacio totalmente diferente. Si en Villava la exposición era diáfana y clara, aquí la sensación es de recogimiento y tenebrosidad. Un horno del siglo XVI sirve para exponer las obras de la artista vasca Abigail Lazkoz. Erebo, muestra un trabajo ligado a la importancia de la sombra y lo oculto dentro de la composición artística, reivindicando una vuelta a lo plástico ante el auge de lo conceptual. Desafía la noción occidental de la sombra, heredada del temor medieval a lo desconocido, y se adentra en los límites de la célebre obra Elogio de las sombras de Tanizaki. Para la artista es más sugerente lo que esconde el objeto que este en sí mismo; en una composición que se apoya en negros, blancos y grises, otorgando una solemnidad acorde a su entorno.

En el pabellón de Mixtos se exponen las obras de Estitxu Arroyo y Sandra Rocha. Estitxu es una artista multidisciplinar que utiliza el arte como una suerte de búsqueda interior y de conocimiento del entorno. Lo que es visible y lo que está oculto, se centra en la instalación de video y en la investigación acerca de los zahoríes en torno al concepto de vibración. Encuadrado en una trilogía que emana de su larga trayectoria en el mundo del yoga y la espiritualidad, donde el binomio cuerpo y mente explora la contraposición de los conceptos modernidad/tradición y racional/irracional. En su propuesta para Mapamundistas, ha elegido la figura del zahorí como elemento que enfrenta a la vibración con el mundo racional. Una técnica que ha sido históricamente cuestionada y que sigue sobreviviendo a la hegemonía de las grandes narrativas que intentan convencer de que todo progreso es bueno. Estitxu recoge los utensilios que se emplean y los relaciona con sus estudios previos acerca del hinduismo. El arte aparece como un elemento de mediación entre el mundo de lo visible y de lo perceptible, reivindicando el peso de la tradición frente al ruido y el caos.

En la obra de Sandra Rocha, titulada Le moindre souffle se elabora un relato ecológico de gran fragilidad a través de la fotografía, en torno a varias dinámicas: la primera es el uso del espejo y de los reflejos en el medio, generando un cambio de diálogo y rompiendo con los límites del encuadre fotográfico. Representa la condición de lo efímero y lo eterno, mezclando retratos de jóvenes con otros de seres vivos que están a punto desaparecer o ya lo han hecho, para establecer una correlación entre lo vivo y lo muerto, lo activo y lo pasivo o la tranquilidad y la efervescencia de la vida. Una búsqueda del reconocimiento de la naturaleza como un semejante, ante el auge del hedonismo y el narcisismo. En una suerte de panteísmo fotográfico llega a difuminar las fronteras entre el sujeto y el medio.

Por último, a unos kilómetros de la Ciudadela, Oier presenta su trabajo Paisaje sin mundo en la Universidad Pública de Navarra. El artista elabora murales de gran tamaño donde combina desechos plásticos con cuadros amateurs de paisajes bucólicos y flores secas. A través de un gran formato, ensalza la deshumanización urbana, que surge de una constante contradicción entre lo natural y lo procesado. Murales que parecen recolectados después de un apocalipsis. Una prueba judicial en la que se pretende condenar al consumismo. En un sorprendente contraste con el espacio expositivo, la UPNA, donde el murmullo entre los cambios de clase y la imagen de los jóvenes liando un cigarro mal prensado. En una sala, iluminada con alógenos blancos y blancas paredes, recuerda que la Universidad tiene que seguir apostando por la constitución de una mirada crítica.

Dos murales de la exposición Paisaje sin mundo de Oier Iruretagoiena, en la UPNA. Crédito: Fotos UPNA

Lacan, en su teoría del estadio del espejo, sitúa en el acto del reconocimiento del niño, un evento crucial para la relación del sujeto con la noción alienante (su condición social). En la propia identificación se da constitución del yo, dónde comienza el vínculo con la sociedad. La mirada desempeña una labor central en este proceso, sin ella el proceso sería imposible y el sujeto se quedaría a medio camino entre lo natural y lo social. En Mapamundistas encontramos un paralelismo muy claro. La mirada aparece como un regalo de la condición humana, pero una limitación al mismo tiempo. Cuesta desprenderse de la impronta que la educación y la sociedad han esculpido sobre ella durante largos años.

Los artistas expuestos incitan a reflexionar acerca de nuestras creencias y cuestionarlas, introduciéndonos en la sospecha. Los diferentes espacios que ocupa la exposición guardan relación con los estados del ser humano: la obra de Raquel en el Batán con el estado natural, la de Oier en la Universidad con la etapa crítico-formativa y las de Sandra, Estitxu y Abigail en la Ciudadela con la vida civilizada o aislada. El arte aparece como una herramienta al servicio del espectador, un elogio a la sencillez, muy codiciada en un tiempo de ruido y velocidad. Cuenta con la difícil condición de ser universal, haciendo partícipes a los sectores más heterogéneos de la sociedad. Mapamundistas constituye por este conjunto de atributos un complemento que se ajusta a la condición de oasis nórdico que se le atribuye a Navarra, una isla donde poder reciclar y pedalear a gusto y porque no, reivindicar el arte abstracto periférico.

(Imagen destacada: Lo que es visible y lo que está oculto. Escuchar la vibración de Estitxu Arroyo. Pabellon de Mixtos (Ciudadela). Crédito Kiko Ortega Lafuente)

Santiago Concheiro. Entre los límites donde termina el arte y empieza la sociedad… ¿O era al revés? Apasionado por las Humanidades y las propuestas artísticas que desembocan en un cambio social. Santiago Concheiro es graduado en Relaciones Internacionales y actualmente terminando Historia del Arte.

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