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Entre las muchas convenciones profesionales que las artistas han de afrontar, exponer su obra en una galería comercial no es una de las menores. La correosa relación entre el trabajo realizado en el estudio o taller y su recomendable exhibición pública, un simple desplazamiento que permite la tan ansiada contextualización para facilitar el intercambio mercantil, les obliga a responder –todavía– ante una tradición, un género y una herencia: el problema de la transustanciación activada por el dispositivo espacial de la galería, que recoge al arte y constituye, para las más conscientes, una preocupación mayor. En la pregunta ¿cómo exponer? se eluden el dónde y el qué, pero la dificultad para ensayar una respuesta transitoria implica inevitablemente sus efectos y determinaciones. En el ejercicio de este movimiento se dirime en ocasiones la intensidad reflexiva de una práctica artística.
Los ugly enemies que Esther Gatón ha construido y dispuesto en Cibrián Gallery (Donostia-San Sebastián, 2020-21) se despliegan a través de una dependencia mórbida para con el espacio que ocupan y, siguiendo el imaginario del último giro antropocénico del arte con alusiones a la vida submarina, en el que bien podrían, tangencialmente, inscribirse, establecen una forma de interacción cuasi biológica respecto de la arquitectura de la galería. Bajo las coordenadas del comensalismo, del latín cum mensa, tanto las obras presentadas como el espacio ocupado, y sus particularidades, se sientan en una misma mesa compartida –la que ofrece el momento expositivo–, en la que aquellas se benefician mientras que éste no se ve perjudicado.[1]Esther Gatón ha escrito sobre la comensalidad, que no comensalismo, como infraestructura para el arte en “Lo que la forma hace hacer. Usos y comensalidad”, Materiales concretos, 23 de septiembre … Continue reading ¿Sería deseable que este parentesco tornase hacia un horizonte fundamentado en el mutualismo? De hecho, esa tensión recorre la muestra y llega a vislumbrarse en algún instante. De esta manera, nos encontramos con una iluminación diseñada para interactuar con los cortinajes de PVC dispuestos tras la vitrina o el escaparate de entrada, que intensifica y pervierte el carácter del clásico display window; así también respecto de la ubicación relativa de los elementos de conexión sucesivos, escalera y ascensor; al fondo de la sala se sitúan tres falsas peanas a modo de pequeños monolitos, que imitan al mármol, en continuidad con el acabado del suelo; en el sótano nos reciben una serie de estrechas plataformas de tramex sobre las que podemos –o no– caminar. Entre las cortinas acrílicas y el plano del suelo, ignorando las peanas vacantes pero colonizando la pared, bajo o junto a los planos metálicos elevados se salpican “las piezas”, contradictoriamente atropomorfizadas como ugly enemies bajo ese título común: pequeñas esculturas orgánicas e informes de porcelana vidriada e impresiones digitales sobre seda, entre otras. Esta esquemática dualidad interpretativa, arbitraria, entre los objetos escultóricos y sus respectivas puesta en escena, evidencia la percepción engañosa que las promueve, juguetona, la fabricación de apariencias fake, la transición entre géneros y materiales que se visibiliza en los títulos más acertados de algunas de las instalaciones, como Slimy Trampantojo, Falso o Lo Crudo y lo Cocido; la concreción física de esta última referencia al archiconocido libro de Lévi-Strauss encarna no ya la inagotable dialéctica naturaleza y cultura, o fondo y figura, sino la propia del arte y su exposición. El frágil matiz de su tramposa distinción.[2]Sobre el momento expositivo como trampa ver: Esther Gatón, “Sunburns”, A*Desk, 28 de septiembre de 2020.
Mención aparte merece el breve vídeo que se integra en la sala con una calculada indiferencia. El Que Monta Cargas es un cuidado artefacto, con ecos sci-fi low-tech y tomas frontales a lo Kubrick, auto-irónico y humorístico, en el que la propia artista aparece arrastrando por el suelo de la galería, literalmente, a su realizador. Art thriller. Con voluntad metaexpositiva, focalizado en un habitar nocturno y autónomo del cubo blanco, nos propone un recorrido narrativo por ciertas materialidades raras –de lo industrial-prefabricado a lo esculpido, pobre y mundano– y, evitando spoilers, desvela más de lo que promete, desde el complejo posicionamiento de su autora al auténtico protagonista del filme: el espacio donde el arte acaba de hacerse.
En “Art in relation to architecture. Architecture in relation to art”, artículo seminal publicado por Dan Graham en Artforum(1979), el artista estadounidense planteaba una reflexión sobre el pasado reciente del minimal en alusión a la infraestructura arquitectónica de la galería, que funcionaba como parte activa de las obras. [3]Dan Graham, El arte con relación a la arquitectura. La arquitectura con relación al arte, Gustavo Gili, Barcelona, 2009. Al tomar la figura de Dan Flavin como precursor, se enunciaba el vínculo del arte respecto del escenario arquitectónico interior como algo literal, inmediato y específico. Sin relación de continuidad, Esther parte de la contención o refreno de la dependencia de otro arte, de una educación sentimental, hasta de una pulsión familiar, para reprimir ilusoriamente esa herencia y seguir así un camino propio. Feo, enemistado, compartido.
(Imagen destacada: “Lo Crudo y lo Cocido”, Ugly Enemies, Cibrián, 2020-21).
↑1 | Esther Gatón ha escrito sobre la comensalidad, que no comensalismo, como infraestructura para el arte en “Lo que la forma hace hacer. Usos y comensalidad”, Materiales concretos, 23 de septiembre de 2019. |
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↑2 | Sobre el momento expositivo como trampa ver: Esther Gatón, “Sunburns”, A*Desk, 28 de septiembre de 2020. |
↑3 | Dan Graham, El arte con relación a la arquitectura. La arquitectura con relación al arte, Gustavo Gili, Barcelona, 2009. |
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