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Spotlight

18 agosto 2022

Vigila la infección

"Criaturas vulnerables" en La Casa Encendida

A pesar de la proliferación de conceptos como vulnerabilidad, precariedad o fragilidad en multitud de debates políticos y artísticos contemporáneos (de Judith Butler a Élisabeth Lebovici, de Remedios Zafra a Achille Mbembe), los espacios que habitamos no permiten que los cuerpos vulnerables se encuentren, cooperen, se infecten. En Criaturas vulnerables, la exposición en La Casa Encendida que sigue al proyecto inaugurado en unos encuentros en Lisboa el pasado año, los comisarios Andrea Bagnato e Iván L. Munuera buscan imaginar esos espacios a través de una muestra que pone a prueba muchas contradicciones, a la par que se topa con el problema fundamental de la representación de la vulnerabilidad en el arte. A través de obras ya producidas y otras pensadas para la exposición, diez artistas evalúan estos significados y se enfrentan a las implicaciones de la enfermedad y sus posibilidades políticas.

En una reivindicación de las aportaciones más relevantes para la investigación de lo infecto y lo excluido, la presencia de las máscaras y dibujos de Pepe Espaliú en la exposición marca el giro fundamental en la atención de la enfermedad a partir de la epidemia del VIH/SIDA. La llamada «epidemia de sentido» que quebró las relaciones con los cuerpos en un momento de optimismo y que estigmatizó aún más las comunidades más frágiles del planeta sirvió también para la producción de nuevas visiones sobre lo común, lo cotidiano y las formas de la experiencia en la enfermedad. El cuerpo enfermo dejó de ser un periodo para convertirse en un modo de organización social, en una forma de represión de la diferencia y, también, en unas prácticas artísticas que tuvieron que decidirse en lo común y en lo político renovado. Las elegantes máscaras de cuero, dispuestas por la sala en peanas o directamente en el suelo en series, replican ese fenómeno dual entre la visibilidad y la ocultación, con unas formas que recrean el rostro y el asiento en términos casi intercambiables. El díptico Cannibale/Vive papa conjuga las obsesiones más comunes del artista cordobés con un finísimo acabado que será una de las señas de las demás obras expuestas.

Obra de Pepe Espaliu en la exposición «Criaturas vulnerables». Imagen cortesía  de La Casa Encendida, Galerna, 2022

Las metáforas históricas de la infección recorren la exposición y la vertebran, como es el caso del Common cup de P. Staff, una taza atada a unas cadenas que recuerda a las fuentes urbanas de agua potable construidas para evitar las epidemias de cólera en Reino Unido en el siglo XIX y a la segregación racial de los Estados Unidos, que diferenciaba los usos comunes del agua por razas. También Michael Wang recurre a las regulaciones sobre la pureza, en su caso de los tulipanes: más de seiscientos bulbos de «pura raza» están plantados en el torreón de La Casa Encendida, junto a seiscientos infectados por el virus del mosaico del tulipán, que provoca una floración rojo intenso a los pétalos. El gobierno de Países Bajos prohíbe cultivar las especies infectadas por el virus, por miedo a su contagio, en una medida de control epidémico que reverbera con fuerza sobre nuestros propios esquemas de la enfermedad y sus regulaciones. Es inevitable reflexionar en este punto sobre cómo la metáfora encaja con nuestras estructuras, se dispone para ellas, y sobre cómo afecta a otros seres las definiciones humanas de lo sano y lo enfermo, más allá de nuestras perspectivas sobre la belleza. Quizá lo más radical de la obra Contagion Garden sea precisamente la belleza de los tulipanes enfermos.

Mucho más cercana a nuestra zona de peligro se encuentra la obra multidisciplinar Tsetse Eradication Campaign, de Pratchaya Phinthong, proyecto artístico que tuvo su origen en la dOCUMENTA (13). Dos moscas tse-tse «dormían» en una vitrina, permitiendo a lxs visitantes observar la causa de la muerte de miles de personas en África subsahariana sin acceso a sanidad pública de calidad. Paralelamente, una de las centenas de trampas construidas por el artista busca un método de erradicación de la pandemia que no implique el desastre ecológico de la radiación ionizante, el método de control acostumbrado en lugares como Zambia o Etiopía. Un vídeo concienciando de los peligros de las moscas tse-tse, basado en un documental de hace treinta años, elimina las imágenes, pero deja subtítulos y sonido. En conjunto, la obra recupera las condiciones políticas de la vulnerabilidad y su definición anclada irremediablemente en desigualdades históricas y geopolíticas. La enfermedad y la muerte, también en el caso de unas moscas, es una circunstancia de la colonialidad.

Con menos éxito se desenvuelven estos significados en las instalaciones de los estudios C+arquitectas y all(zone), a pesar de su actualidad —ambas hablan de la pandemia de coronavirus— son relativamente incapaces de enunciarse desde la vulnerabilidad y caen en un discurso de la planificación arquitectónica y del control del significado de lo frágil. All(zone), quizá con más acierto por su afán pragmático, muestra una maqueta a escala 1:1 de una vivienda, ideada para Bangkok, que facilita la ventilación y que utiliza la veranda colonial para facilitar la vida en común. Sin poner en duda su practicidad, el resultado se asemeja mucho a un dispositivo de control de los flujos, en una especie de maqueta normativa de los comportamientos cotidianos en lo más duro de la pandemia hace dos años. Menos agresiva, tal vez por su interés especulativo, y más cercana a las nociones de vulnerabilidad de los comisarios, la instalación de C+arquitectas (Nerea Calvillo y Manuel Alba Montes) investiga la distancia social en un aire que ha dejado de ser transparente para convertirse en una sustancia visible que este estudio recrea a través de máquinas de espuma. Sin embargo, la instalación, aun de forma involuntaria, termina resumiéndose en un excesivo interés por la espectacularidad de la visibilización, es decir, por la acción demiúrgica de lxs arquitectxs, que permite a lxs visitantes ver lo que antes no veían, según implica la instalación. Que la espuma impulsada por unos cañones accionados cada cierto tiempo, masa de aire hecho visible, esté enclaustrada en paneles transparentes tampoco permite que la vulnerabilidad se comparta, y tampoco su mera observación deja traspasar el peligro —como sí lo hacen las moscas en la vitrina, por ejemplo—; queda fuera de nosotrxs, controlado por otrxs, sin posibilidad de compasión.

all (zone), All that Is Solid, 2022. Imagen cortesía de La Casa Encendida, Galerna, 2022.

Finalmente, la vulnerabilidad no es con frecuencia un estado del cuerpo ni una circunstancia o situación, sino que estructura las condiciones materiales de los seres vivos. Sin embargo, su ubicuidad es paralela a su invisibilización. El ser frágil está, de alguna forma compleja, eliminado en nuestra visión del mundo. No vemos los cuerpos que nos rodean y que se sostienen precariamente en el mundo. No vemos no solo porque no queramos ver, como podría suponer un juicio moralista y rápido, sino porque en nuestra memoria visual ha desaparecido el sufrimiento de lxs demás. La exigencia de su pureza, de su incontaminación, así como el rechazo a lo infecto, a lo desordenado o a lo desnaturalizado, que cimenta las normas del poder y también las del arte, han sabido construir un régimen visual excluyente. Destruir ese régimen o, al menos, ponerlo a prueba, debe ser el principal objetivo de unos comisarios que pretenden destapar la vulnerabilidad, exponerla, en su sentido más clásico, revolver sus desórdenes y presentarlos. Inesperadamente, el mayor desorden en este sentido lo provoca no el cuerpo humano, protagonista de la exposición frente a todos los otros cuerpos posibles, sino una montaña que habla, el Nanda Devi del Himalaya, y un dispositivo nuclear instalado por los Estados Unidos allí en 1965. Este dispositivo, ya en desuso y causa probable de la alta radiación en la zona, sirve para sostener un epistolario con el Nanda Devi en el que se exploran, a través del sonido y de imágenes alteradas, no solo la cuestión de la infección y la enfermedad, sino también la capacidad productiva y viajera de las contaminaciones. Es curioso y bello que una exposición contemporánea, ese reino de lo visual-regulado, yerre en la planificación de la habitabilidad y triunfe en las palabras que quedan cuando las montañas están vedadas al paso:

«han soplado fuertes vientos, transportándote. te intuyo cerca. Siempre me ha maravillado el peso que traslada el aire por el mundo. un átomo de norte a sur. todos cargamos con otros que no pueden conocerse. puede que también funcione así el tiempo: un solo instante de hace mucho tiempo puede reaparecer de golpe, ahora».

Fragmento de An Affirmation, de Himali Singh Soin

 

(Imagen destacada: Michael Wang, El jardín del contagio, 2022. Fotografía cortesía de La Casa Encendida, Galerna, 2022).

Juan Gallego Benot (1997) investiga sobre Retórica y Modernidad en la Universidad Autónoma de Madrid y en la Universidad de Groningen. Cursa también Historia del Arte por la UNED y ha publicado el libro de poemas Oración en el huerto (Premio Tino Barriuso, Hiperión, 2020). Actualmente escribe un segundo libro sobre urbanismo contemporáneo, expulsión y gentrificación en la ciudad de Sevilla.

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