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Los pasos que nos quedan aún por dar

Magazine

04 enero 2021
Tema del Mes: Odisea2021Editor/a Residente: Diana Padrón

Los pasos que nos quedan aún por dar

Queridas personas:

Os escribo desde el salón de los pasos perdidos. En la cultura arquitectónica francesa, se conoce así (salle des pas perdus) a un enorme vestíbulo capaz de concentrar un gran número de personas y distribuirlas hacia otras partes de un edificio, por lo general sedes de poder. Es un salón que puede localizarse a la entrada o en el interior, idealmente en una zona en donde los caminos se entrecruzan antes de dar con su destino. Se trata de un lugar de paso y quizá ahora sea interesante verlo más allá de lo que es un nodo, pensando que el intercambio puede propiciar el encuentro eventual de una nueva dirección (o quizá varias). Por eso pienso quedarme aquí un rato a ver qué pasa o quién pasa y probar elegir otros caminos que no estaban en la agenda.

Los felices años 20 de este siglo XXI empezaron con un sopapo de nombre coronavirus que ha dado la vuelta a nuestra manera de vivir, de trabajar, nuestras relaciones, nuestras rutinas, y que nos ha forzado a tener que parar como camino en sí mismo. Para acabar el 2020, la artista Isabel Banal i Xifré me propuso editar El llibre dels passos perduts, una publicación en la que reflexiona sobre el confinamiento durante el primer estado de alarma, situación excepcional nunca antes vivida o imaginada que nos mantuvo en casa durante 100 días. En ese tiempo, Isabel realizó un frottage de las suelas de todos sus zapatos que permanecían en las cajas sin poder ser usados, aludiendo también indirectamente a esos lugares en los espacios de poder, como el salón de los pasos perdidos en el Congreso de los Diputados en Madrid, o el pasillo de los pasos perdidos en el Palacio de Naciones Unidas en Ginebra. Qué pena que el arte y la cultura casi nunca sean aquí una prioridad, ni cuando las cosas van bien ni tampoco cuando las cosas van mal.

En el libro, Isabel pone en relación los dos ámbitos donde nos hemos estado (y nos han estado) moviendo: el hogar, espacio íntimo tradicionalmente asociado a lo femenino, y el espacio llamado público, tradicionalmente asociado a lo masculino. En mi opinión, el tránsito consciente que nos permite a las personas habitar esos espacios en los desplazamientos de uno a otro, nos puede ayudar a ganar perspectiva. Y por supuesto, incluir en la ecuación el tercer paisaje que defiende Gilles Clément, ese de los espacios residuales que quedan fuera del ordenamiento. En estos lugares donde impera la mezcla, su mantenimiento no depende del establishment sino de la conciencia colectiva. Igual que las suelas de nuestros zapatos son la superficie de contacto con el territorio y en ellas nos llevamos impregnado algo de él, contaminarnos de lo comunitario y de los márgenes, tal vez abra el camino hacia un nuevo orden inmunoprotector, por decirlo así.

Sigo defendiendo el parar para pensar como algo que puede ayudarnos a una mayor comprensión de lo que hay y de por qué volvemos tan rápido al piloto automático, incluso después de semejante sopapo. Darle tiempo y espacio a saborear cómo se siente quizá nos ahorre el siguiente. Por eso encuentro imprescindible instruir(nos) en la no acción tanto como en la acción y en la indecisión tanto como en la decisión, para considerar otro orden o un contrapunto al orden. Aquí el arte tendrá algo que decir. Retroceder sobre nuestros pasos para revisar, valorar y analizar de dónde venimos es imprescindible para poder saber por dónde queremos continuar. Me entristece pensar que la educación y la cultura artísticas parecen secuestradas de los circuitos oficiales y oficiosos, que sus responsables no están (ni se les espera). Así que este puede ser un buen momento y el salón de los pasos perdidos puede ser un buen lugar para pensar en cambiar las reglas del juego, atender a otras voces no hegemónicas, practicando la autorregulación y los cuidados, la presencia y la transparencia.

Celebro haber visto en 2020 iniciativas como el seminario Arte y comunidad (Restaurando el vínculo de lo colectivo) de la Universitat de Barcelona y estoy muy contenta de que a través de las exposiciones To talk about trees, de Sara Agudo Millán, o Time Bends as We Come Closer, de Pedro Torres, hayamos reflexionado en Chiquita Room sobre temas relevantes que, de una u otra manera, nos afectan en lo esencial a nivel colectivo: ya sea a través de nuestra relación con las plantas y la crisis climática o de la curvatura del espacio-tiempo y la fuerza de la gravedad. Estoy menos contenta de haber tenido que cancelar otra exposición sobre la construcción y la difuminación de la identidad, pero me alegro de haber podido esperar a que la artista Marina Sagona viajara de Nueva York este mes de enero para poder inaugurar Ubi Consistam en su presencia.

Me gusta ver cómo el carácter híbrido y colaborativo de esta habitación ha permitido establecer alianzas con proyectos afines que comparten valores, como el Festival Dart de cine documental sobre arte contemporáneo o el Festival Como Pedro por mi casa de libro de artista. Aquí también ha nacido un pequeño club de coleccionismo emergente a través de la suscripción anual Chiquita Room Collectors y nos hemos reunido un grupo de artistas, psicoanalistas y otras personas de sugerentes pensares en el cartel lacaniano menos ortodoxo que se haya visto y que responde al nombre de “Tránsitos”. Ha sido bonito. Me siento orgullosa de haber dedicado esfuerzos y recursos a pensar y desarrollar una estrategia digital ad hoc a los tiempos y con todos sus/mis errores, manteniendo un trato amable y cercano en la medida de lo posible, sin dejar de recibir físicamente proporcionando la misma atención. También me alegro de haber empezado a enviar estas cartas durante el confinamiento y de seguir escribiéndolas cada tanto hasta por lo menos el día de hoy, queridas personas.

En La desaparición de los rituales, el filósofo surcoreano Byung-Chul explica por qué las acciones simbólicas cohesionan la sociedad y reflexiona sobre estilos de vida alternativos que serían capaces de liberarla de la enfermedad de su narcisismo colectivo, el nuestro. El libro recupera la idea de Antoine de Sant-Exupéry de que los rituales son al tiempo, lo que la morada es al espacio. Y si aquí moramos y permanecemos, en lugar de huir hacia delante, podemos volver a experimentar que estos actos son genuinamente humanos, dan estabilidad a la vida y hacen que sea festiva y mágica, incluso en circunstancias adversas. En los ritos se representan sentimientos colectivos y duraderos. En contraste, el vacío actual de la comunicación, plagado de datos e informaciones que carecen de toda fuerza simbólica, se construye de sentimientos pasajeros y pasiones efímeras, propias del individuo aislado en sí mismo. Ahora es el momento de inventar nuevas formas de acción y juego colectivo que vuelvan a crear comunidad. Y aquí el arte también tendrá algo que decir.

Hoy me despido con este poema de Roberto Juarroz, para que brindemos por los pasos que nos quedan aún por dar, aunque no tengamos copa, ni zapatos. Festejemos que nuestros caminos se crucen antes de dar con nuestro destino final y miremos a 2021 por encima de las nubes.

A veces me parece

que estamos en el centro

de la fiesta

sin embargo

en el centro de la fiesta

no hay nadie.

En el centro de la fiesta

está el vacío.

Pero en el centro del vacío

hay otra fiesta.

 

Con amor,

Chiquita

 

 

(Imagen destacada: El llibre dels passos perduts, Isabel Banal i Xifré)

Soy Licenciada en Periodismo, con máster de Edición. También estoy formada en arte y creatividad, innovación organizativa y social. He desarrollado mi carrera en el campo de la comunicación estratégica y corporativa en el entorno digital del sector cultural. He escrito para publicaciones nacionales e internacionales como El Triangle, “it o Trendland, y coordinado proyectos, como Absolut Mode Society o Infocable Editorial en Barcelona y Bogotá. He estado al frente de la comunicación de festivales de cine y fotografía, como DOCfield, Barcelona Creative Commons Film Festival, o Festival Oh là là de cine francófono. Ahora dirijo Chiquita Room, un centro de arte y creación contemporánea en Barcelona, que desarrolla su actividad como galería, residencia y editorial de libros de artista.

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"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)