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Magazine

24 April 2014
¿Censura o Crítica Institucional en el Guggenheim Bilbao?


La aireación de escándalos mediáticos en el mundo del arte está muchas veces emparejada a intereses de poder. En ocasiones estas polémicas son fruto de negligencias y contingencias que desvelan el intrincado subsuelo ideológico sobre el que se asienta la industria cultural. El Guggenheim Bilbao ha protagonizado a principios del mes de abril una polémica con apenas trascendencia mediática en su contexto local. Quitando Facebook como lugar de aireación, no son muchos los medios ni las personas enteradas de la retirada de una obra de arte público de los artistas Mike Bouchet y Paul McCarthy en pleno centro de la Gran Vía de Bilbao.

La noticia ha tenido sin embargo más impacto a nivel mundial gracias a los servidores Artnet y The Art Newspaper y también a medios como The Wall Street Journal. En sus titulares se ha podido leer resaltada la palabra “censura”. Ha sido la galería de Bouchet, Marlborough Chelsea (Nueva York), la que ha “filtrado” la noticia a los medios así como fotografías de la obra en la que puede verse una imagen de la icónica arquitectura de Frank Gehry boca abajo flanqueada con cañones en todas las direcciones como si fuera un buque de guerra. Esta galería ha desvelado detalles de la respuesta dada por el museo, por medio de su Asesoría Jurídica y Control Interno, en donde se justifica la retirada del vinilo gigante detallando que las connotaciones de dicha imagen desacreditan a la institución a la vez que se advertía que el Guggenheim tiene registrada la marca del edificio (bajo un ley española), y que por lo tanto tiene derecho a aprobar o rechazar las imágenes que se publican del museo.

Todo comenzó cuando un vecino de Bilbao se quejó en el periódico local más leído del gran toldo que cubría los andamios del edificio número 31 de la Gran Vía. Inteligentemente, al estar invertida la imagen, ésta solo era perceptible desde cierta distancia. El museo ordenó retirar la lona el día 9 de abril, y en menos de dos días terminó enrollada. Cuando el museo mandó ejecutar la orden, desconocía quienes estaban detrás del asunto. La obra en cuestión era una extensión de la exposición que Bouchet y McCarthy tienen en Portikus de Frankfurt, y donde los artistas introducen distinta iconografía de guerra criticando el imperialismo americano y los museos franquicia como acorazados que conquistan territorios.

Los artistas (se supone que con la ayuda de sus respectivas galerías, a sumar la potente Hauser & Wirth de McCarthy) alquilaron ese espacio vacante en Bilbao por medio de una agencia de marketing, en una operación por otra parte muy en sintonía con los modos de la publicidad del capitalismo más multinacional que ellos pretenden denunciar. Se da la casualidad también que McCarthy ha expuesto dos veces en el museo bilbaíno, dentro de la Colección Daskalopoulos (2011), y en la colectiva Barroco Exuberante; de Cattelan a Zurbarán (2013).

No es la primera vez que la política de derechos de imagen del Guggenheim es objeto de debate, aunque el estudio del arquitecto no tenga que ver en esto. Se trata más del copyright de la “marca Guggenheim”. El tomarse demasiado en serio una legislación puede conducir a situaciones hilarantes, si no absurdas. La artista emblemática de la Critica Institucional Andrea Fraser cuenta en su libro Museum Highlights algunos de los entresijos de la realización del vídeo Little Frank and his Carp (2001), realizado utilizando las audioguías del museo de Bilbao así como imágenes de su interior tomadas sin permiso. Fraser se refería a las ventajas que ella obtenía por ser una artista con cierta reputación en el ámbito del arte internacional, mientras denunciaba que el privilegio a su exención no se aplicaba a un artista local (Fausto Grossi) que regentaba un restaurante de pasta próximo al museo, y quién al poco de instalarse recibía una carta de los abogados del museo instigando a que dejase de servir un tipo de macarrón vagamente inspirado en la famosa arquitectura icónica. Podemos hacernos una idea de la distancia que separa una pasta cocida de una arquitectura de titanio sublime como para que la primera se convierta en una amenaza.

El sistema del arte se caracteriza por la típica posición liberal permisiva que permite que se pueda criticar el juego mientras se juega. No hace falta retroceder a Duchamp y su Monalisa con bigotes para cerciorarnos de que la negación y el ataque al arte pueden ensanchar los límites del museo y la institución-arte. La Crítica Institucional, aunque como en el caso de Bouchet y McCarthy venga revestida de inmoderación, exceso y parodia, es mejor deglutirla y asumirla como parte del mecanismo interno a fin de evitar situaciones de ridículo mundial y el descrédito en el propio mundo del arte.

Peio Aguirre writes about art, film, music, theory, architecture and politics, amongst other subjects. The genres he works in are the essay and meta-commentary, a hybrid space that fuses disciplines on a higher level of interpretation. He also (occasionally) curates and performs other tasks. He writes on the blog “Crítica y metacomentario” (Criticism and metacommentary).

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