close

A*DESK has been offering since 2002 contents about criticism and contemporary art. A*DESK has become consolidated thanks to all those who have believed in the project, all those who have followed us, debating, participating and collaborating. Many people have collaborated with A*DESK, and continue to do so. Their efforts, knowledge and belief in the project are what make it grow internationally. At A*DESK we have also generated work for over one hundred professionals in culture, from small collaborations with reviews and classes, to more prolonged and intense collaborations.

At A*DESK we believe in the need for free and universal access to culture and knowledge. We want to carry on being independent, remaining open to more ideas and opinions. If you believe in A*DESK, we need your backing to be able to continue. You can now participate in the project by supporting it. You can choose how much you want to contribute to the project.

You can decide how much you want to bring to the project.

Magazine

24 May 2014
El hombre que no quiso elegir


Herman Kolgen nunca pudo elegir. Así que ahora, sobre la tarima del Kings Place en Londres, adonde ha venido invitado por Alpha-ville a ofrecer un performance de dos de sus obras, no acierta a contestar. ¿Cómo ha sido el proceso de creación de Dust e Inject? ¿Qué es primero, la imágen o la música? “Primero está la idea”.

De niño dibujaba compulsivamente, y día sí y día también, aporreaba con ganas un montaje hecho con cazuelas, con la libertad que da ser hijo en una familia de cuatro niños. Digamos que su infancia fue su territorio experimental, aunque nunca haya abandonado el laboratorio. A los dieciséis había integrado un sintetizador a su batería, y después le añadiría un vibráfono —ese paso, asegura, ha marcado su estilo—. Para los dieciocho, cuando comenzó su formación de arquitecto, y sin abandonar la percusión, pintaba y exponía.

“Está bien que seas artista”, le dijo su padre, “aunque si vas a ser bueno, debes optar por una disciplina”. Herman Kolgen, sin embargo, nunca pudo elegir.

En esas andaba cuando compró su primer ordenador. “Mi forma de pensar y toda mi vida cambió”, exclama, exagerando pero en el fondo sin exagerar. Con aquella tecnología por fin vio todo encajar. Ya no tenía que escoger. Podía recorrer la senda del sonido sin sacrificar el arte visual, y viceversa.

Y es ahí cuando empezó a inventar. Porque Herman Kolgen, que no quería elegir, tuvo que crear su propio lenguaje. Un idioma que no distingue audio e imagen, en el que ambos son una sola materia. “Concibo el sonido y la imagen de la misma manera”, explica. “Para obtener un material homogéneo que vaya a ser absorbido por la audiencia a un nivel emocional”.

Y es que no hay otra manera de absorber sus obras. En la pieza titulada Inject, Yso, un chico camboyano de Montreal, se sumerge desnudo y con un solo zapato en una cisterna —seis días estuvo bajo el agua—; uno se olvida de que existen dos sistemas diferenciados, dos canales de percepción, y sólo siente la asfixia, la desorientación, la pérdida de contacto con la realidad. Sonido e imagen son en manos del artista material dinámico, elástico, palpable, con densidad, porosidad; materia que puede modificarse en el espacio-tiempo.

Kolgen es hoy conocido y reconocido en su país (nació, vive y trabaja en Montreal, Canadá) y a nivel internacional. Muchas veces premiado, un artista multidisciplinar, un “escultor audiocinético” —sea lo que sea lo que signifique esa etiqueta— cuyas obras toman la forma de instalaciones, películas, performances o audioesculturas. Es, ante todo, un hombre que no pudo ni quiso elegir.

She often feels like an outsider. And she asks permission, and begins to build the house by the roof, while explaining that it is because of the phobia to the comfort zone. Actually, she is a journalist (if she complains, do not believe hers). And like every journalist, he has written of this and that, here and there. Now, as a good outsider, she dares with art and its peripheries.

Media Partners:

close