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Ayer se inauguró, en la Galería Joan Prats de Barcelona, la exposición de Antoni Muntadas Protocolli Veneziani I, que ha podido verse en la Galería Michela Rizzo de Venecia durante todo el verano. Aún en tiempos de Bienal de Arte, el artista no participó en su aparato institucional, y dejando atrás los Giardini, ha creado un trabajo artístico abierto,-en su fase I-, íntegramente dedicado a la ciudad de Venecia; coherente con sus demás proyectos “protocolarios”,-Asian Protocols-, Muntadas concentra su discurso visual en los comportamientos locales, interesándose por el espacio y tránsito cotidianos, para agitar reflexiones sobre situaciones globales, sobre el poder y la percepción de las imágenes, y las estrategias comunicativas del arte.
Si en la Bienal veneciana del 2005, -con On translation: I Giardini-, presentó un potente ejercicio crítico, sobre la significación ficticia subyacente a las participaciones nacionales, en un contexto teóricamente globalizado, como el que exprime el término Bienal, la exposición sobre la ciudad lagunar no difiere de esa misma paradoja, sino que la amplía. ¿Cómo una ciudad anacrónica y secuestrada como Venecia, puede albergar situaciones masificadas, o los 22 millones de turistas que la visitan cada año? ¿Cómo consigue convivir con este desfase constante? ¿Puede tal vez rebelarse a esta violencia? ¿Cuáles serían sus estrategias para la supervivencia?¿Venecia es víctima de la internacionalización, o con su imagen fantasmal, consigue pérfidamente que nos abandonemos a ella, contentándose con el mero acordarse de sí misma?
Por definición, los Protocolos son un conjunto de conductas, códigos, convenios o rituales que Muntadas reconoce aquí a través de una serie de elementos integrantes, e integrados paulatinamente a la estructura urbanística y arquitectónica de Venecia: las ventanas -en sus múltiples versiones-, las pasarelas para el acqua alta, las cloacas, los timbres, las paratie, los arpeggi… Con sus medios habituales, -vídeo, fotografía e instalación-, el artista representa estos protocolos contemporáneos, deconstruyendo esa imagen que es Venecia, totalizante y totalizadora, colectivamente soñada, para fragmentarla y recomponerla en una pieza polifónica, que nos devuelva una identidad recobrada, con otra dimensión visual de su esqueleto, posibilitando nuevamente lo físico, lo histórico y lo social.
Estas imágenes corales constituyen, a nivel perceptivo, un reto para el espectador, por su falta de romanticismos caducos, irremediablemente ligados a ese objeto de deseo global que genera “la marca” Venecia. Al espectador se le exige una insistencia de la mirada, un esfuerzo de asimilación y traducción de estos símbolos, para una consecuente reinterpretación de la ciudad; cada serie es un esquema visual sobre una ritualidad contemporánea y real, que espera nuestra mirada para completar esa desestructuración constitutiva que genera su invisibilidad.
En Venecia, la caricia del agua sobre la piedra, es de por sí un abrazo que sabe a puño; las superposiciones, prótesis e indicios protocolarios, que aparecen aquí, y desaparecen allí, ejercen, a su manera, de escudo protector contra las reiteradas invasiones a las que la isla se ve sometida y, a la vez, infringen su frágil epidermis como un tatuaje. Son engranajes de distanciamiento ante la amenaza, y a la vez, adecuaciones urgentes a las exigencias globales.
Con la estrategia de la repetición, estos fragmentos en serie crean una narración visual en la que Muntadas ejerce de traductor, ya que Venecia está siempre dislocándose, intentando esconderse ante la mercantilización de la contemplación. Aquí nada es simple porque ella es siempre “otra”, imagen especular que resultando múltiple, posibilita de inmediato un diálogo político, un debate hoy más que nunca necesario, sobre la sostenibilidad de la ceguera que la manipula. Tal vez sean miradas insistentes como la de Muntadas, las que puedan acompañarla en su rebelión, para que abra finalmente sus ventanas al mundo. La exposición en Barcelona de Protocolli Veneziani I es una oportunidad para la reflexión internacional sobre la crisis de una situación local que requiere miradas urgentes.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)