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Artista de culto para figuras como Rafael Cippolini y Javier Barilaro, que a su vez se convertirán en objeto de culto, la extraña situación de Benito Laren en el ambiente artístico de los noventa en Buenos Aires es la de haber sido un modelo, un precursor y un estandarte de los artistas apiñados en torno al CC Rojas. Su obra es el tipo de obra con la que sus camaradas de ruta solo podían soñar: esotérica, ultraplanetaria, extremadamente barata, inmune a cualquier discurso contemporáneo, afincada en los contornos de la localidad más precisa–el conurbano bonaerense- y, sobre todo, ambientada en su propio y lejano mundo. Sin embargo, Laren no tuvo presencia en la escena en los últimos años. Las galerías de Buenos Aires lo tomaron en serio, considerándolo de otro planeta. Desde el conurbano, su único destino fue la galaxia.
Laren lleva la lógica del artista de artistas a la segunda potencia. Tras mucho recorrido y boca a boca, la editorial Mansalva convierte su obra en el número 1 de la Colección Popular de Arte Argentino. Diseñado por Barilaro y prologado dinásticamente por Cippolini, como libro de culto que es, Benito Laren se consigue solamente en algunas librerías y en mercadolibre. Puede que el libro provoque en este planeta lo que Laren trató de hacer en otros: hacer contacto.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)