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En arqueología el contexto lo es todo

Magazine

30 enero 2017
Tema del Mes: Fenómenos extrañosEditor/a Residente: A*DESK
a)

En arqueología el contexto lo es todo

Para ver las cosas hay que mirar. Y hay que saber cómo mirar. Imaginemos sin embargo, las dificultades añadidas para entender lo que literalmente no se puede ver. Es el caso, por ejemplo, de la materia oscura. Las partículas de la materia oscura sólo interactúan de forma imperceptible con la materia que conocemos, pero en cambio explican el 85 por ciento de la materia del universo. Hay que pensar, aun así, que los avances científicos no sólo incluyen lo conocido, también incluyen, de forma crítica, lo desconocido. [[Randall, Lisa, La materia oscura y los dinosaurios, Acantilado, 2016]] Lisa Randall explica en el libro La materia oscura y los dinosaurios la relación entre esta materia transparente y las circunstancias que llevaron a la extinción de los dinosaurios. A estos, como con la materia oscura, no los podemos ver directamente, solo a través de los rastros que han dejado en el universo.

La paleontología es la disciplina basada en el método científico que estudia el desarrollo de la vida sobre la Tierra basándose en el registro fósil. Se trata justamente de acceder a algo que ya no existe a través de sus rastros. Los fósiles son los rastros a partir de los cuales se generan imágenes –se imagina- lo que los produjo. Se han encontrado en diferentes lugares del planeta huesos de dinosaurios que nos dan un tipo de información concreto sobre estas bestias: la longitud del fémur, el tamaño de los dientes, el volumen del cerebro, también se han encontrado huellas como pisadas o nidos, que dan otro tipo de información, más bien un tipo «yo estuve aquí», una «escritura» en las rocas a partir de la cual podemos saber más del entorno y del contexto donde vivieron. La tarea de los paleontólogos es pues «leer» estas rocas y la finalidad primordial de la paleontología es la reconstrucción de los fósiles para devolver a los seres fosilizados el aspecto que tuvieron en vida.

A pesar de que los ingleses habían encontrado el primer fósil reconocido de dinosaurio muchos años atrás, en el 1853 la mayoría de la gente todavía no tenía ni idea de cuál era la apariencia de un dinosaurio. Tampoco los científicos estaban seguros, los únicos fósiles con los que contaban eran algunas partes y piezas, un diente aquí, un hueso allí. Pensaron, sin embargo, que si estudiaban un fósil y lo comparaban con un animal vivo podrían completar los espacios en blanco. El iguanodonte, por ejemplo, tenía los dientes bastante similares a los de una iguana. Por lo tanto el iguanodonte seguramente se parecería a una iguana gigante. Waterhouse Hawkins fue el artista que moldeó las primeras reconstrucciones de dinosaurios, él mismo era un apasionado de las ciencias naturales y colaboró con el paleontólogo Richard Owens para llevar a cabo las fantásticas reconstrucciones. Waterhouse puntualizó que unos escasos huesos de iguanodonte habían ayudado a determinar el tamaño y la proporción del modelo, y que otro hueso, como una punta, seguramente iba sobre la nariz, como un cuerno de rinoceronte. [[Hoy en día el iguanodonte ha cambiado mucho respecto a los diseños de Waterhouse Hawkins. El «cuerno» ha pasado a ser dos garras en los pulgares, camina sobre dos patas, no cuatro, y se ha estilizado un poco.]] Como muchos artistas, Waterhouse creció dibujando el mundo a su alrededor. Cuando era joven descubrió cuál era su verdadera pasión: los animales. Le encantaba dibujarlos y colorearlos. Pero lo que realmente disfrutaba era esculpir sus modelos, que una vez terminados, parecían cobrar vida.[[Kerley, Barbara y Selznick, Brian, The dinosaurs of Waterhouse Hawkins, Scholastic Press, New York, 2001]]

b) Representación del Iguanadonte

Esta ha sido también la labor de los artistas en muchas ocasiones: dar una imagen a cosas que no podemos ver. El poder que se ha otorgado a estas imágenes ha sido enorme, las imágenes a veces adquieren exactamente los mismos atributos de aquello que representan, sustituyéndolo. Como en el caso del iguanodonte, la reconstrucción de lo desconocido, lo invisible, se resuelve a partir de completarlo con algo que sí conocemos, generando entonces algo nuevo. Con este ensamblaje de cosas que ya conocíamos, lo que generamos, en cierto modo, es un monstruo: un Frankenstein, una quimera, un dragón, un mito.

La categoría de lo monstruoso aparece en la tradición occidental fruto de la división entre lo natural y lo antinatural. Por este motivo, lo monstruoso adquiere significado cuando se observa y se contempla en un espacio que le es ajeno, cuando su anormalidad entra en el reino de lo normativo. Del mismo modo que en arqueología o paleontología la información del fósil se extrae en relación al contexto donde se ha encontrado y lo que se conoce -la edad de las rocas, las características ecológicas, otros fósiles…- , el monstruo se constituye en relación a los límites de lo designado como natural o normal. Seguramente fueron fósiles de dinosaurio los que originaron al principio la idea de un dragón: unos huesos enormes que no se correspondían con ningún animal vivo, pero que en cambio eran evidentemente semejantes a los de un animal. En la época clásica se creía que los fósiles eran caprichos de la naturaleza, imágenes que la naturaleza generaba a semejanza de los seres vivos. En el límite entre lo natural y lo antinatural. Roger Caillois habla de la fragilidad de los límites en la clasificación de las cosas. En el libro Medusa y cia. pintura, camuflaje, disfraz y fascinación en la naturaleza y en el hombre [[Caillois, Roger, Meduse te cíe, Seix Barral, 1962; Citado por Carlos Fernández-Pello, en la tesis doctoral Saber parcial/Sabor diagonal: imágenes del texto y producción de Conocimiento desde el arte, UCM 2016.]] explica que el progreso del saber consiste en descartar las analogías superficiales y descubrir conexiones profundas, menos visibles quizás, pero más importantes y significativas. Nos damos cuenta del número casi infinito de trampas que sin cesar han tenido que evitar los sabios para identificar las distinciones útiles, las que delimitan el campo de cada disciplina. Estas trampas, estas apariencias engañosas, no son por otra parte meras simulaciones, para hablar con propiedad, no son ni siquiera apariencias. Son realidades a las que, en última instancia, se liga un coeficiente de importancia menor que el concedido a ciertas otras. Caillois nos recuerda que lo que ahora está contenido en la categoría de los reptiles -como puede ser el caso del lagarto y la serpiente por razón de sus métodos reproductivos o las escamas de la piel- había estado anteriormente separado de éstos por motivo de diferencias más evidentes, y en apariencia más fuertes o indiscutibles, como podía ser la falta de extremidades viperinas versus las cuatro patas del lagarto.

Los mitos, las quimeras, surgen del juego con los límites de trampas y simulaciones, al definir la importancia de cada rastro. En el 1725, el Doctor Beringer encontró en el monte de Eibelstadt fragmentos de piedra caliza con formas de animales como lagartos, ranas y arañas con sus telas. Beringer creía que eran fósiles, y el hecho de que algunos de ellos incluso llevaran inscrito el nombre de Dios en hebreo le sugirió que podrían ser de origen divino. El mecanismo por el cual se forman los fósiles aún no se conocía, y aunque la naturaleza fantástica de aquellos -que resultaron falsificaciones- Beringer los tomó en serio y publicó al año siguiente un libro que los describe, la Lithographiæ Wirceburgensis. Este libro monstruoso le llevó a enfrentarse con los colegas que le habían montado el engaño. La colección fue llamada Lügensteine, las piedras mentirosas.[[https://en.wikipedia.org/wiki/Beringer’s_Lying_Stones, http://hoaxes.org/archive/permalink/the_lying_stones_of_dr._beringer/, se puede ver online en http://amshistorica.unibo.it/3]]

En Les écarts de la nature, Bataille resitúa al monstruo fuera de la dicotomía moderna normal/anormal, asumiendo la diferencia como una dialéctica natural. El monstruo es así una antiestética que subvierte el orden normalizador y excluyente, y que determina que todo ser individual es, en cierto modo, un monstruo. [[Bataille, Georges, Las desviaciones de la naturaleza, en Carta, revista de pensamiento y debate del MNCARS, primavera-verano, 2013.]] Así, los restos fósiles que explican las transiciones en la evolución no sólo son hallazgos de gran valor científico que llenan los vacíos y justifican la teoría evolutiva, sino que también son pequeños monstruos y quimeras que borran los límites entre unos y otros. Los descendientes de los dinosaurios que han evolucionado hasta la fecha son las aves. Curiosamente no descienden de los pterosaurios -hermanos voladores de los dinosaurios- como cabría imaginar si nos guiamos por las apariencias, sino de los dinosaurios terrestres.

El Archaeopteryx, a veces llamado con su nombre alemán Urvogel, que significa «pájaro original» o «primer pájaro», es el pájaro más antiguo y primitivo conocido. El Archaeopteryx vivió durante el Jurásico superior hace aproximadamente de 150 a 145 millones de años, en lo que hoy en día es el sur de Alemania. Un tiempo en el que Europa era un archipiélago de islas en un cálido y somero marzo tropical, mucho más cerca del ecuador que en la actualidad. Es uno de los hallazgos fósiles más importantes de la historia, que se describe como una pieza clave en el conocimiento actual de la evolución de los seres vivos. Es el perfecto ejemplo de una forma de transición, en este caso entre los reptiles y los pájaros: comparte características con los reptiles como los dientes, las garras en las extremidades superiores y una larga cola ósea; y también comparte características con los pájaros actuales, ya que tiene plumas, alas y espoleta, entre muchos otros rasgos. A pesar de ser considerado el pájaro conocido más antiguo, en 1984 Sankar Chatterjee descubrió unos fósiles que, en 1991, anunció pertenecían a un pájaro extinguido aún más antiguo que el Archaeopteryx; lo llamó Protoavis. La taxonomía del Protoavis
es controvertida, varios paleornitólogos consideran que se trata de un antepasado de las aves modernas, mientras que la mayoría de la comunidad paleontológica lo consideran como una quimera, una mezcla de varios especímenes.

Costello y Abott vienen del futuro, y aunque en la película The Arrival los llaman heptapodes, son calcados a un calafante, un animal futurista imaginado por un grupo de científicos de la misma manera que fueron imaginados los dinosaurios: a partir de cosas que conocemos. Incluso el nombre de su especie representa este sistema de creación por ensamblaje. El calafante es un enorme calamar terrestre que vive en los bosques, como un elefante. Los calamares hoy en día viven en el mar, no tienen esqueleto, son blandos y nadan cambiando la forma de su cuerpo. Pero en 200 millones de años, este animal puede haber salido del agua. Al salir por primera vez debía arrastrarse, pero el calafante ha convertido con el tiempo sus tentáculos en auténticas patas. Pero ¿por qué nos visitan los calafantes? Louise se precipita de nuevo a la nave espacial, y aparece el transbordador que se la lleva hacia dentro. Se encuentra con Costello, que le comunica que Abbott está muriendo. Louise le pregunta sobre las visiones que ha tenido de una hija, y Costello le cuenta que lo que ella está viendo es el futuro, revelándole que sus «visiones» no son escenas retrospectivas sino futuras. Costello también le comunica que ellos han venido a ayudar a la humanidad mediante el intercambio de su lenguaje. Este lenguaje cambia la percepción mental del tiempo, así los alienígenas saben que dentro de 3.000 años, en el futuro, necesitarán la ayuda de la humanidad a cambio. Por eso le piden a Louise utilizar su «arma», su capacidad para ver el futuro y que el intercambio tenga lugar[[http://www.imdb.com/title/tt2543164/synopsis?ref_=tt_stry_pl]]. Este lenguaje circular que conecta pasado, presente y futuro en un solo instante, corrobora la idea de que todo lo que sabemos es porque lo hemos visto antes, generando este saber monstruoso por ensamblaje. A Louise los monstruos no le parecen monstruosos porque ya los había conocido anteriormente.

c) Estatuilla de fango de la colección Acámbaro. Waldemar Julrsud

Roger Caillois propone que aparte de nuestra capacidad de imaginar, las piedras donde leemos el registro de lo que fue, también tienen su propia capacidad de generar imágenes. Piedras que piensan o que generan imágenes, piedras monstruosas. Podríamos decir que quizás el doctor Beringer no estaba tan equivocado, que las evidencias que él encontró en los fósiles no eran simulaciones, contenían al fin y al cabo la información y el registro de una actividad, tal y como se planteaba en la época clásica. Del mismo modo, cuando Waldemar Julsrud, un arqueólogo aficionado establecido en México, descubrió por primera vez un dinosaurio de barro entre los hallazgos de su ayudante Tinajero, ¿qué es lo le sorprendió más: que el dinosaurio todavía estaba allí, o que ya estaba allí el ser humano? Para que esta narrativa tuviera sentido, Waldemar convirtió el aparente anacronismo del animal prehistórico en una trama, y planteó la hipótesis de que humanos y dinosaurios habían coexistido en algún momento.[[Goosen, Moosje M. El dinosaurio que todavía estaba allí, en: Ixiptla, revista de arte y antropología, vol. 3, 2015.]]

Este texto es un pastiche, un collage, un monstruo. Es un texto hecho a la vez de otros textos. No es un texto lineal, va en contra de la linealidad narrativa y se enreda como el lenguaje del Abott y Costello del futuro – o del pasado. He tomado las palabras de alguien que me las había dicho antes, por eso -quizás sin saberlo-, han contribuido con este monstruo Carlos Fernández-Pello, que me habló extensamente de Roger Caillois y The Writing of Stones en la actividad que hicimos en Espazio Trapezio de Madrid la tarde del pasado 19 de enero, Quim Packard, que me descubrió la historia de Waterhouse Hawkins a través de thememorypalace.us y Daniel Moreno, que me llevó a ver The Arrival por sorpresa y que me explicó la relación con el calafante. Y también, claro, el amigo Google, él me presentó el Urvogel, a Protoavis, el Dr. Beringuer y compañía. Los dinosaurios de Julsrud vienen de la revista Ixiptla que encontré entre la selección de múltiplos.

Caterina Almirall acaba de nacer en este mundo, pero antes había vivido en otros mundos, similares y paralelos, líquidos y sólidos. De todos ha aprendido algo, y ha olvidado algo. Aprender es desaprender. En todos estos mundos le atrapa una telaraña que lo envuelve todo, algunos lo llaman “arte”… Envolver, desenredar, tejer y destrozar esta malla ha sido su ocupación en cada uno de estos planetas, y se teme que lo será en cada uno de los que vendrán.

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