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Louise y Jane Wilson se acercan a la figura de Stanley Kubrick para tejer posibilidades narrativas a partir de un supuesto proyecto fílmico no producido. Las hermanas Wilson juegan con la ficción y la realidad de la mano de uno de los maestros de lo subjetivo en el cine.
«Unfolding the Aryan papers» es la última muestra del trabajo de las artistas británicas Louise y Jane Wilson, en la galería madrileña Helga de Alvear. El proyecto expuesto gira sobre una hipotética película concebida por Stanley Kubrick sobre el genocidio nazi y las revisiones que la pareja de artistas lleva a cabo sobre ésta. Se compone, en primer lugar, por una serie de fotografías en blanco y negro, que describen algunos de los emplazamientos que Kubrick pudo haber tenido en cuenta para el rodaje de una película. En ellas aparece un objeto de medida que, reelaborado, las artistas emplazan en la sala de la galería. En segundo lugar, y sin duda pensadas como parte vendible de la obra, una serie de imágenes de gran formato, ambientadas en las estancias de un archivo que bien podría ser el del cineasta. Para completar el proyecto, un vídeo proyectado junto a dos grandes espejos, en el que se realiza una labor de montaje muy acertada con la que se ponen en relación planos y testimonios de la actriz que el director habría contratado para la producción e imágenes catalogadas en su archivo personal.
El modo en el que está pensada esta obra pasa por desubicar al espectador y dejarlo desnudo, para sugerirle así la necesidad de construirse un nuevo traje a la medida del lugar en el que ha entrado.
Pasado el trance una ya no sabe cuántos relatos nos han puesto delante; y poco importa, porque es entretenido. Es todo entretenido, y nos recreamos imaginando, por un lado, los planes de rodaje de Kubrick, de quien dicen que estuvo a punto de reescribir la narración más contada del siglo. También nos entretenemos en intentar distinguir algún indicio, en las fotografías del archivo de las localizaciones del cineasta, que nos permita descubrir las posibles estratagemas falsificadoras de las Wilson.
Entendemos que una de las mejores maneras de acercarnos a un relato es a través de los restos que le sitúan más cerca o más lejos de la verosimilitud. Seguimos buscando y necesitando indicios de realidad en los mundos que visitamos, pues prima, en nuestro interior, la fuerza de un principio de auto conservación que nos obliga a saber, en todo momento, en qué clase de terreno nos movemos. Las reglas de medida incorporadas en las fotografías de las localizaciones y emplazadas en el espacio de la sala actúan, en este sentido, como anclajes entre los relatos.
Pero es que no importa tanto cuántas narraciones hay en juego, sino la autoridad con la que las artistas nos hacen saber que son conscientes del poder que ostentan como narradoras. Si las hermanas se han, efectivamente, apropiado de los objetos físicos del archivo del director, es un dato secundario; pues en el plano simbólico sí han conseguido llevarlo a cabo.
Al final del recorrido nos topamos con la figura de la actriz, que ejerce de emisaria del desconcierto, pues introduce la posibilidad de la duda mediante el empleo de lo subjetivo, con las efectivas herramientas de la voz y la primera persona. Era una historia muy difícil de contar. El punto de vista personal del que es representante es un contrapunto a la objetividad imperante en el resto de la obra pero, aun así, funciona como documento de certificación de su calidad.
Esta muestra del trabajo de Jane y Louise Wilson nos presenta la escritura de ficción como un género que salta más allá del guión y requiere rodearse de elementos que lo enraícen al mundo.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)