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Es marzo de 2017, y Carla aprovecha un tumulto de prensa para hablar de lo del panfleto de la organización Hazte Oír. Es un lobby ultraconservador que se dedica a lo que podemos llamar «influencia de la información», financiándose a través de donaciones enmascaradas de beneficencia y centrada en obtener titulares a través de la polémica mediática, ejerciendo campañas de odio. Son los de la infame furgoneta con mensajes tránsfobos que pasearon alegremente por todo el país. Más tarde, han empezado a interpelar el discurso feminista ante la violencia de género explotando el hashtag feminazi y una foto de Hitler maquillado con uniforme rosa. En 2022 lo volverán a pasear con otro eslógan contra la reforma de la Ley Trans y contra la identidad no binaria. Sus tentáculos abrazan, entran y salen de Vox (aunque como poderes separados, así no salpiquen nunca demasiado al partido, y a la vez puedan empujarlo con mayor autonomía), pero también sabe aglutinar a los herederos estadounidenses de la moral y máximas de Anita Bryant con los ultraortodoxos rusos amigos de Putin, las sectas paramilitares mexicanas ultracatólicas con bendiciones de Rouco Varela, los neonazis teocon y los resurrectistas del antiguo régimen. Ese día Carla no puede más. Aprovecha y va al grano:
Yo, lo que me quiero preguntar… y os voy a enseñar una fotografía: ustedes habéis visto perfectamente los panfletos de esta campaña que son dos niños haciendo el saludo fascista a una bandera LGTBI. Yo anoche no salía de mi sorpresa y quise comprobarlo desde las fuentes originales. Esos dos niños son dos niños durante la Guerra Civil española haciendo un saludo fascista a la foto de Franco. Ésta es la imagen; ésta es la imagen que ha utilizado esta vergonzosa campaña de la ideología del odio para atentar contra nuestra dignidad. Y yo me pregunto: ¿por qué se nos insulta?, ¿por qué se nos falta al respeto? Y encima, debajo de esa bandera LGBTI, los colores de la libertad, está nuestro mayor verdugo, quienes nos metió en la cárcel.
Los panfletos fueron repartidos en escuelas y junto a distintos periódicos. Escondiendo con nuestros colores a nuestro peor enemigo, este ejemplo irrevocable de —sí, esto sí que es— adoctrinamiento infantil tergiversa la historia emparejando sus propios emblemas fascistas a nuestros símbolos por tal de banalizar desacreditar nuestro discurso, pero sobre todo para crear controversia y dolor.
Dolor, que por otro lado es muy difícil de abarcar en toda su magnitud desde la empatía por parte de personas que se han representado como cisgénero a lo largo de toda su vida.
A finales de este pasado verano asistimos a unas desafortunadas declaraciones por parte de la creadora musical y cantante Róisín Murphy, ex líder de Moloko, aquella que cantaba:
Sing it back to me (sing it)
Bring it back (sing it)
Sing it back (sing it)
Bring it back
Sing it back to me
A través de su página personal en Facebook, respondió a una publicación de uno de sus contactos: Los bloqueadores de la pubertad son jodidos, es absolutamente desolador, las grandes farmacéuticas se ríen todo el camino hasta el banco. Los niños pequeños confundidos son vulnerables y necesitan ser protegidos, eso es cierto. Por favor no me llamen TERF, no sigan usando esa palabra contra las mujeres. Horas después, una imagen de la captura de pantalla de su comentario, se vuelve viral.
Las reacciones por parte del colectivo LGBTQ+ en redes sociales no se hicieron esperar. McKenzie Wark contestaría a un comentario de un usuario/fan escandalizado por las palabras de la cantante: Es decepcionante. Artistas que tienen fans queer pero que no se esfuerzan en comprenderlos o empatizar con ellas: ya habéis visto todo eso antes.
O la opinión de Ariel Zetina, que tras un comunicado público realizado por la cantante para quitar hierro al asunto, después de que sus comentarios se difundieron a gran escala, comentaba: ¡¡¡Los bloqueadores de la pubertad han salvado a muchxs niñxs trans y las estadísticas de tasa de de transición son muy bajas!!!!! Ojalá hubiera una frase aquí en la que animaras a las personas trans. ¡¡Odio ver esto porque la comunidad LGBT es la columna vertebral de tu base de fans!!
Y es que ciertamente Roisin Murphy no rebajó sus palabras por meterse donde no la llamaban. Unas disculpas que no dejaron entrever un cambio de opinión y en las que reafirma su maquillada postura anti-trans tras su valía musical. Me gustaría ser una diva, pero tengo un lenguaje corporal masculino, comentaba en una entrevista después de la salida de su último álbum hace escasamente un par de meses.
Sing it back, sí, pero cuando eso no forma parte de tu vida, abre la puerta para que otres puedan bring it back.
El futuro es no binario porque la identidad no binaria, además de ser una representación personal íntima y vital, es una estrategia colectiva para deshacer la violencia de género y las violencias que el género implica: no binario es una declaración de ruptura con el sistema de género heredado. Declararse no binarie significa declarar la guerra a las añejas expectativas de de un sistema económico, lingüístico, social y afectivo que nos deja a prácticamente todes navegando en una suerte de delirio colectivo nostálgico de un sistema de adaptación primigenio, pero con unos códigos mucho más post-fordianos, autoritarios, neoliberales y de esclavización de la naturaleza muy, muy alejados de ese instinto de supervivencia. No binario es una oportunidad para replantearnos el deseo y la sexualidad, que por otro lado se siente aún como una sombra de la reproducción hetero incluso en las sexualidades bi, trans y homos. No binario no implica necesariamente una renuncia de privilegios, y ciertamente se puede usar como elemento meramente discursivo, o exótico. Sin embargo, puede ser otra cosa. Cuando no binario se ejerce con un propósito incendiario (cada quién según su cuerpo sabe cómo hacerlo), genera esa ruptura a su paso. Esto puede ser agotador, y ciertamente lo es. Por eso apelamos a un llamamiento intergeneracional para que las jóvenas contagien su ilusión a las mayoras, y viceversa en sabiduría. Pero este proyecto no bastará si solamente se trata de una unión para el afecto y para el intercambio simbólico: sólo compartiendo una red de poder, recursos, cobijo y ocupación estaremos haciendo la verdadera revolución no binaria.
Esto puede sonar utópico, pero es una revolución en marcha. Y aunque la industria farmacéutica esté más disparada que nunca, o que aquí estemos muy lejos de tener una red de psicólogos y endocrinos formada en la sensibilidad trans y queer, no podemos poner la excepción en el punto de mira de la regla y descentrar el eje de la problemática; esto no puede ser motivo para negar o frenar el primer paso a la emancipación: la autodeterminación de género, en concreto para las personas trans, así como un sistema social que garantice su seguridad y autonomía.
Porque cuando hablamos de políticas de la representación no solo hablamos de identidad, de referencias o de códigos, sino que hablamos de la vida, de la gestión de la misma y de todo lo que la rodea y afecta.
La escritura de este texto se ha visto atravesada —como si de un violento hachazo se tratara— por la pérdida de Danielle Gallegos, más conocida como Aérea Negrot[1]https://artishockrevista.com/2023/10/18/aerea-negrot-cuerpos-queer-venezolanos/. Danielle, quien fue hermana y madrina de las locas, hizo de la frivolidad su política y bandera con la que derrumbar las convenciones sociales, como un lenguaje en código que la barrera de lo camp separa con respecto a la estética del buen gusto; un canal alternativo para la creatividad desde donde cuestionarlo todo.
No es precisamente la primera en abandonar este plano demasiado pronto. Bien sea por cuestiones de depresión, por otros casos más complejos de salud mental o por errores (muchas veces de desconocimiento, o de falta de reacción) en el sistema sanitario, son, todas estas, causas finales de un problema que empieza mucho antes, en una sociedad que no asimila las realidades fuera del sistema heredado.
A día de hoy siguen habiendo confusiones (pero también casos de violencia a conciencia) en el uso de los pronombres de las personas trans por parte incluso de gente que gestiona la cultura. La cuestión no binaria sigue sin comprenderse y dista mucho de ser asimilada en la legislación. Seguimos sin representación realista y tridimensional, constantemente cuestionadas burocráticamente, relegadas a trabajos precarios y lejos del consenso de los jurados cis.
Si no fuese por nuestro sentido de responsabilidad hacia dentro y fuera del colectivo, por el statement político como biografía personal y compartida, por la creatividad y la ficción como formatos de emancipación y superficie donde reflejarse emocionalmente, pero sobre todo, por nuestras redes de afecto, el nivel de violencia sería insoportable. Y a veces, como en el caso de Dani, aún con las redes más sólidas, ese dolor puede transformarse en una tristeza arrolladora. ¡Basta de mártires! No podemos esperar al relevo generacional. Solo si formamos parte de la conversación podemos empezar una transformación horizontal y sincera.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)