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El retorno de lo político

Magazine

07 agosto 2023
Tema del Mes: Comunidades disidentesEditor/a Residente: Pilar Cruz

El retorno de lo político

Para Hannah Arendt preguntarse por el concepto de comunidad era indisociable de una reflexión sobre lo político y parece más que adecuado que a la hora de inaugurar un monográfico sobre comunidades, recapitulemos algunas ideas claves de ese pensamiento. Más aún si la coyuntura política actual apremia a lanzar alguna suerte de interpretaciones, aun con la resaca de la cita electoral española y a las puertas de otros comicios no menos importantes como los argentinos. País, este último, que apenas acaba de inaugurar durante estos días la cuarta edición de la Bienal Sur en la que participa, entre otros, el artista Jordi Colomer con un proyecto en el que reflexiona sobre estas mismas cuestiones.

No cabría olvidarse de que el comunismo fue, de hecho, un laboratorio para imaginar el concepto de comunidad –incluso llegó a ser denominado en alguna ocasión “la auténtica comunidad de las mujeres”– y tal vez no sea muy descabellado decir que lo que hemos acabado llamando más recientemente prácticas del pro-común no sea sino alguna forma de eufemismo. Ahora bien, una comunidad política, siguiendo a Hannah Arendt, se constituye fundamentalmente gracias a un acto de aparición que ejerce la ciudadanía, lo que desvela el papel decisivo de la cultura y el arte en ese hacerse visible.

Más allá de apostar por unas políticas de representación, en los últimos años hemos sido testigos de una incuestionable tendencia a agrupar fuerzas y dinámicas de trabajo en el arte a través de diversas modalidades de comunidades artísticas, dando cuenta de lo que Massimiliano Mollona ha llamado Art/Commons –co-producción, participación, mutualismo y valorización del trabajo reproductivo– siendo tal vez la Documenta Fifteen el punto culminante de todo un ciclo que en el estado español contó, entre otros muchos, con el respaldo fundamental del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

No se nos escapa, sin embargo, que algunos politólogos como Michael Hardt o Loretta Napoleoni han advertido de que ciertas formas de organización descentralizadas y articuladas en redes colaborativas se han convertido en la forma dominante de la organización del trabajo, lo que nos debería hacer reflexionar sobre la cercanía entre comunidad creativa y emprendeduría. Es más, ya hemos constatado en otras ocasiones que la industria cultural se encuentra instalada en el centro de la nueva economía.

Este giro cultural ha sido tomado como excusa para justificar el surgimiento de determinados posicionamientos conservadores desde el interior de la propia izquierda –como es la renovación de cierto rojipardismo– que denuncian la separación de dicha esfera creativa de la realidad de las clases trabajadoras, a la vez que enarbolan discursos populistas conservadores que han acabado alimentando el relato de la extrema derecha.

Si tenemos en cuenta otros contextos, como el italiano, donde la esfera cultural e intelectual ha acabado mayoritariamente dimitiendo de su compromiso político con la esfera pública y abandonando a su suerte a la ciudanía en manos de la extrema derecha, resulta más que necesario que desde el interior de la clase creativa se abra una reflexión autocrítica que tenga en cuenta la necesidad de pensar en formas de comunidades diversas que incorporen a más sectores de la ciudadanía y rompan de manera decidida con un esnobismo exclusivo. Más si cabe, cuando una especie de nihilismo exacerbado y un agotamiento radical ha llevado a muchas de nosotras –artistas, curadoras, diseñadoras, académicas…– a pensar erróneamente que detener el avance de la extrema derecha era un proyecto imposible. Pero, eso sí, dicha reflexión no puede ser sometida a ese nuevo conservadurismo de izquierdas, sino que debe ser articulada desde su completo antagonismo.

Hace exactamente 30 años que la politóloga Chantal Mouffe publicaba El retorno de lo político, inspirando primero batallas y dando bases luego a un proyecto político con el que muchas crecimos. Aprendimos entonces que lo político es una una dimensión inextirpable del antagonismo, a diferencia de la política, que remite a las diferentes actividades encaminadas a organizar la coexistencia humana, aquello que el canciller Otto von Bismarck llamó “el arte de lo posible”. Ahora, en el momento de volver a pensar formas de comunidad, tal vez sea el momento de volver a creer en el arte de lo imposible.

 

(Foto de portada: Frame del video X-Ville de Jordi Colomer, 2015 (Prod Xarxa, Loop, ESAAA), proyecto del que ha partido para Casas vacías no hacen ciudad que participa actualmente en la Bienal Sur (Buenos Aires))

Diana Padrón es curadora, docente y crítica cultural. Forma parte del equipo de gestión de Sant Andreu Contemporani (Barcelona). En sus proyectos e investigaciones aborda de un modo transversal el arte contemporáneo, la filosofía, la antropología urbana y la geopolítica desde una perspectiva marxista, queer, transcultural y antiesencialista. Bebe de la teoría crítica con el objetivo de identificar nuevas formas de ideología, control y poder en la sociedad actual. dianapadronalonso.com

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