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Estos días se celebra en Barcelona un inquietante congreso internacional sobre Economía y Cultura, organizado por la Cámara de Comercio municipial y auspiciado por las más altas instancias del poder político (desde el Rey a Manolo Borja Villel, pasando por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Cataluña).
Tal y como recoge la prensa hoy, en su discurso inaugural de ayer, Ángeles González-Sinde, Ministra de Cultura, señaló que: «Tras la era de la codicia de unos pocos, indigna, indecente e insostenible, nunca como ahora es tan necesario el encuentro de economía y cultura, porque ésta aporta beneficios materiales pero sobre todo inmateriales, como los valores y nos lleva a emprender, a innovar y a dialogar… No es una opción, es una emergencia». ¿Cómo interpretar estas palabras en los mismos días en los que el gobierno se ha embarcado en una batalla sin retorno en contra del intercambio libre de información en internet? ¿quienes son esos pocos cuya codicia era (es) indigna, indecente e isostenible? evidenciar las múltiples implicaciones entre economía y cultura es una emergencia, sí, pero ¿para quién? ¿dialogar con quién?
Entre los ponentes, muchos representantes del ámbito de la empresa, la academia y el ámbito instucional, y ningún artista, creativo o gestor de base (exceptuando a Funky Projects y Zemos98, que en paralelo presentarán sus experiencias empresariales). Sintomático además, que el congreso se celebre en la ciudad de Barcelona, cuyo crecimiento económico no se puede entender sin un continuado e instrumental uso de la cultura.
Una nueva oportunidad para debatir críticamente con quienes ostentan el poder sobre las dinámicas simbólicas y de valor de cambio que operan en el seno de la cultura, desperdiciada y convertida en mera representación de consenso.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)