Pensar desde las imágenes

La velocidad tiene sus encantos, pero te aturulla si te descuidas. Recuerdo que, cuando era niño, a uno le contaban que los libros que leían los mayores no tenían dibujos. El texto solo, qué aridez. Sin embargo, pasaron los años y cada vez hay más imágenes por todas partes. Todas importantes, todas definitivas, todas históricas. Uno se siente como en esos zocos de Tintín, en los que, antes de pararte a mirar algo, hay alguien llamándote la atención sobre otra cosa.

Durante este mes de febrero, hemos querido pensar desde las imágenes, mirándolas un rato más largo del habitual. Después, comentarlas y glosarlas, porque una parrafada vale más que mil fotografías. Para ello, quise convocar a algunos artistas, además de los consabidos y omnipresentes teóricos del arte (que somos muchos y nos reproducimos por esporas). Me interesaba, particularmente, la opinión de los pintores, que llevan toda la vida trabajando con imágenes y estando demodé (gente que encaja y compone, en fin, tipos rarísimos). Los temas podrían haber sido otros, pero estas estampas (la rotativa, el papa en streaming, las revueltas y el hospital prêt-à-porter) nos servían para marcar cuatro puntos cardinales con los que orientar la discusión. Imágenes poderosísimas que, en la liviandad de nuestro tiempo, pasan con la misma premura con la que llegan.

En el frenético discurrir de los hechos relevantísimos que se suceden sin cesar, algunos de los temas –que comenzamos a pensar hace meses– han vuelto a la actualidad (uno lo estará cada vez que un policía le abra la cabeza a un manifestante, así que sospecho que el artículo se amortizará solo). Otros han resurgido de la hemeroteca, como el fantasma de las navidades pasadas. Cerramos febrero, el «mes del arte», con el hospital de Ifema. Ya es coincidencia.