close

En A*DESK llevamos desde 2002 ofreciendo contenidos en crítica y arte contemporáneo. A*DESK se ha consolidado gracias a todos los que habéis creído en el proyecto; todos los que nos habéis seguido, leído, discutido, participado y colaborado. En A*DESK colaboran y han colaborado muchas personas, con su esfuerzo y conocimiento, creyendo en el proyecto para hacerlo crecer internacionalmente. También desde A*DESK hemos generado trabajo para casi un centenar de profesionales de la cultura, desde pequeñas colaboraciones en críticas o clases hasta colaboraciones más prolongadas e intensas.

En A*DESK creemos en la necesidad de un acceso libre y universal a la cultura y al conocimiento. Y queremos seguir siendo independientes y abrirnos a más ideas y opiniones. Si crees también en A*DESK seguimos necesitándote para poder seguir adelante. Ahora puedes participar del proyecto y apoyarlo.

Un transporte de placer

Magazine

23 agosto 2021
Tema del Mes: TransportesEditor/a Residente: Marc Navarro Fornós

Un transporte de placer

No hay otra ciudad que haya convertido su sistema de transporte masivo en un ícono cultural como Londres. Otras ciudades tienen partes, puntos a destacar, momentos; las estaciones del metro de Moscú, cada una de ellas con un templo Estalinista a la dignidad de la clase obrera, o los taxis amarillos de Nueva York, nodos ambulantes del sueño americano, inmigración y trabajo duro, o los tranvías de San Francisco, los restos que han sobrevivido una rara herencia expansionista quemada y sacudida hasta los cimientos muchas veces. Pero el sistema de transporte de Londres, (originalmente llamado “London Transport”, ahora conocido como “Transport for London”) es increíble por como ha convertido casi cada aspecto de su técnica, mecánica y artes gráficas en un icónico representativo de la propia ciudad.  Casi cada parte de la red (sus buses rojos de dos pisos, sus taxis negros “Hackney Carriage”, sus distintivos rótulos rojos, blancos y azules, incluso la letra hecha a medida de la red) es una imagen reconocible de Londres. Quizás lo más extraordinario es que el cariño no solo se extiende a los turistas y visitantes, sino a los propios londinenses. Se trata de una colección de decisiones de diseño que se ha entretejido en la subjetividad de toda una ciudad, una masa creciente y trepadora de conexiones que ha metastatizado hacia la propia Londres.  ¿Qué hay de atractivo, de reconfortante en el transporte público de Londres?

Parte del encanto debe residir en una presencia visual en la vida pública notablemente consistente. Los cambios de imagen, la adquisición y fusión de empresas han producido, en la ciudad capitalista tardía, un sentido de inseguridad visual que parece encajar con la constante gentrificación y remodelación del entorno arquitectónico en una ciudad que nunca parece terminarse. Entretanto, Transport for London sostiene una identidad visual anterior a la Primera Guerra Mundial y cuya estética y objetivo está entrelazado con una idea muy británica sobre la modernidad. Mientras todo lo demás cambia, la idea del sistema de transporte permanece igual, un recordatorio reconfortante sobre la infancia, la infancia de la madre y la infancia del abuelo. Fue y permanece en ambos un lenguaje cuotidiano visual  y un sistema para todo el mundo, asociado con la clase media de Londres, los trabajadores administrativos sobre cuyas espaldas se construyeron los complejos sistemas de gestión de la ciudad y del imperio. De hecho, en el sistema legal británico la expresión usada para describir a alguien “razonable” y “miembro de bien de la sociedad” contra el que se pueden medir conjeturas es “el hombre en el ómnibus de Clapham”, una expresión en uso desde finales del siglo XX, cuando Clapham era un suburbio de clase media para trabajadores pendulares. Encaja, pues, que el padrino de este sistema visual fuera Frank Pick, no un radical o un visionario, sino un director de clase media, un hijo de la clase media baja victoriana. Como director de publicidad para “Underground Electric Railways Company of London” (UERL) en 1908 él empezó un largo proceso de racionalización en la empresa, incluyendo intentar aumentar el tráfico fuera de las horas punta mediante el uso de la publicidad. La estandarización de la publicidad en la red implicó un nuevo tipo de diseño de tipografías a cargo de Edward Johnston, introducido en 1916 y que hoy en día todavía es la fuente de la red, y nuevos rótulos en los andenes con los nombres de las estaciones en formato consistente.

Mientras la red se expandía, Pick se encargó del diseño arquitectónico de las nuevas estaciones del metro. Fue contundente en que la identidad de la red, además de la arquitectura, no debería representar un trasnochado clasicismo, sino una nueva y moderna Londres. A pesar de sus credenciales como director de clase media, es impresionante como este burócrata sostenía una filosofía del diseño increíblemente cercana a la de la modernidad de su época, afirmando que “la prueba del bien de un objeto es su aptitud para el uso. Si falla en la primera prueba, ninguna cantidad de ornamentos y acabados van a mejorarlo; solo lo van a hacer más caro, más ridículo.” Pick también encargó obras de arte para las estaciones y para la sede de la empresa, incluyendo un provocativo friso del escultor Jacob Epstein. La combinación de la arquitectura moderna de este periodo y del diseño visual modernista, encajó; cuando Londres consolidó su red de transporte en la década de 1930, lo adoptaron e introdujeron un nuevo mapa esquemático de la red subterránea, el “Tube map”.

La identidad visual era solo una parte de la historia del diseño que el sistema de transporte de Londres relata. También se acompaña por el diseño industrial. No solo las estaciones de metro, sino también los propios vehículos, de las bajas y curvas líneas de la línea de tren Metropolitan Line (diseñado para entrar en los túneles de la era victoriana: algunas infraestructuras de transporte de Londres datan de La Revolución Industrial) a los espaciosos y grandes taxis negros, especialmente construidos con un círculo de viraje que permite al conductor dar la vuelta en las calles más estrechas. Quizás el diseño más icónico es el del autobús rojo Routemaster, con una plataforma trasera abierta que permite a los pasajeros subir y bajar en cualquier momento. Introducido en los años cincuenta, el autobús todavía conduce en algunas de las antiguas líneas del centro de la ciudad. Aun así, la relación del londinense con el transporte público no es nada sencilla, como suele esperarse de un servicio público tan ubicuo, incluso el orgullo en los servicios es objecto de sátira. En los años cincuenta el dúo cómico Flanders and Swann se rieron de esta actitud en su espectáculo de variedades cómico “At the Drop of a Hat» («A Golpe de Sombrero”), interpretando la canción «A Transport of Delight» (“Un transporte de placer”) en el que asumían el rol de un conductor y un pasajero en uno de los nuevos autobuses Routmaster.

No pedimos mucho en cuanto a salarios, solo queremos una parte justa, así que reducid todas las paradas y subid todas las tarifas. Si los billetes cuestan una libra cada uno, ¿Por qué hay que hacer un escándalo? ¡Merece la pena solo por viajar dentro, esos nueve metros de largo por tres de ancho, dentro de ese monarca de la carretera, observador del Código de la Carretera, el gran seis ruedas, London Transport, con motor diesel, noventa y siete caballos de fuerza, un ómnibus de noventa y siete caballos de fuerza! ¡Sujétense bien, por favor, ding ding!”

Otras representaciones son más oscuras, en la canción de The Jam en 1987 “Down the tube station at midnight” la red de transporte se convierte en un lugar de ruptura social, anomia y violencia racista mientras atacan al protagonista en la estación desierta:

‘I felt a fist, and then a kick, I could now smell their breath. They smelt of pubs and Wormwood Scrubs, and too many right-wing meetings… the last thing that I saw, as I lay there on the floor, was “JesusSaves” painted by an atheist nutter, and a British Rail poster read “Have an Awayday – a cheap holiday – do it today!”’ (“Sentí un puño y luego una patada, ahora podía oler su aliento. Olían a  pubs y a Wormwood Scrubs, y a demasiadas reuniones de derechas… lo último que vi, mientras yacía en el suelo, fue “Jesús Salva” pintado por un loco ateo, y un cartel de British Rail decía “¡Haz una escapada – unas vacaciones baratas – hazlo ahora!”»)

Aun así, el diseño de la red permanece como un punto de atracción para muchos londinenses. Quizás sea por sus asociaciones abiertas obtenidas a lo largo de un siglo; para algunos se trata de una forma de nacionalismo blando, un nostálgico anglicismo del mismo modo que el Spitfire y el Mini Cooper, una época en la que Gran Bretaña era fuerte. Para otros, representa una visión socialista blanda y moderna de Londres, como existe en su propia imaginación: una ciudad que trabaja para las personas (si uno cierra los ojos a la transformación de la ciudad en un patio de recreo para capital financiero, y en una máquina de salchichas de explotación para la clase obrera). Quizás su fuerza es esa apertura al significado y a la identificación; la red de transporte de Londres es casi un Gesamtkunstwerk, una pieza de arte viva cuya ubicuidad la convierte en el trasfondo de millones de vidas y guarda memorias de alegría y muerte, pérdida y deseo, todo ello lleva consigo el olor del aceite y el humo y el residuo negro de hollín que reside sobre la piel del viajero.

(Imagen destacada: George Rech)

Huw Lemmey es novelista, artista y crítico que vive en Barcelona.
Es autor de tres novelas: Unknown Language (Ignota Books, 2020), Red Tory: My Corbyn Chemsex Hell (Montez Press, 2019) y Chubz: The Demonization of my Working Arse (Montez Press, 2016). Escribe sobre cultura, sexualidad y ciudades en The Guardian, Frieze, Flash Art, Tribune, TANK, The Architectural Review, Art Monthly, Pin-Up Magazine, New Humanist, The White Review y L’Uomo Vogue, entre otros. Escribe una serie de ensayos semanales sobre la utopía y es el copresentador de Bad Gays.

Media Partners:

close
close
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)