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Comisariar valor parecía ser la cuestión fundamental. Era la columna vertebral de la discusión que por lo visto se mantuvo desde el jueves 19 hasta el lunes 22 de abril: los días que duró el encuentro anual de la IKT (Asociación Internacional de Curadores de Arte Contemporáneo) celebrada este año en Madrid. Lo cierto es que sobre aquellas partes del encuentro a las que tuve acceso revoloteaban dos eternas preguntas: qué era comisariar y qué era valor. Más una última: cómo hacerlas confluir en un mismo hilo discursivo.
La administración del valor era el núcleo del debate. Se habló de Simmel, de los parecidos entre el valor de cambio de la moneda y la abstracción de los lenguajes. De cuán evidente era que la dinámica hegemónica en el contexto arte hoy es la transferencia del valor desde el objeto al nombre de quien sea. Se habló del parresiastés y de Foucault. De decir la verdad o, mejor, de ser el encargado de decirla. Pero ante la que se nos viene encima otros hablaron del cinismo clásico. De no poder aceptar el valor de cambio, de no querer aceptar la pregunta que se nos lanza; bien porque no podemos jugar ninguna carta en ese mercado, bien porque elegimos no hablar ese lenguaje. Hubo también quien no se pronunció y habló de lugares comunes.
Pero una vez las ponencias públicas acabaron, en el tête à tête, donde la verdad se cuela entre las palabras, los gestos del cínico y del transparente hablaron de precariedad. De la situación de riesgo en la que está una profesión necesaria. De las maniobras profesionales a las que se recurre para llegar a fin de mes. De todos esos meses que pasan entre trabajos.
Cuando es claro que la profesión de uno es la de ser intermediario en una cadena de transferencia de valores, es normal que haya que hablar de la ansiedad que genera. Porque estamos viendo explotar muchas burbujas, y nadie quiere habitar la siguiente. A los asistentes a la última reunión del IKT les preocupa lo mismo que a todos los demás. Y parece claro que, aunque no nos guste la economía de la que participamos, es complicado poner un pie fuera.
"A desk is a dangerous place from which to watch the world" (John Le Carré)